En estas semanas tensas que hemos vivido, seguramente todos los días, si no a cada hora, se nos ha hecho presente la pregunta: “¿qué haría Jesucristo en mi lugar?” Es un momento, entonces, para prestar atención y agradecer las palabras de san Pablo a los cristianos de Tesalónica que escuchamos en este domingo: “Que nuestro Señor Jesucristo y Dios, nuestro Padre que nos amó y nos dio gratuitamente un consuelo eterno y una feliz esperanza, los reconforte y fortalezca en toda obra y en toda palabra buena”.
Aunque, en nuestras actuales circunstancias, estas palabras suenen utópicas, no cabe duda de que nuestra fe nos anima a vivir en una esperanza feliz e invencible, como la de los siete hermanos cuya resistencia vence a la tiranía de Antíoco. A eso nos anima Jesús, cuando nos dice que Dios “no es un Dios de muertos, sino de vivientes”. Y, de paso, respondiendo a las preguntas capciosas de los saduceos, nos ayuda a percibir la resurrección y la vida eterna como la realización plena de las bodas de Dios-Esposo, con su Pueblo-Esposa, de las que las bodas humanas son sacramento; es decir, el matrimonio es signo e instrumento del amor definitivo que viviremos en Dios, en la alegría perpetua del banquete nupcial definitivo. Entonces entraremos en la plenitud del amor, que en nuestra vida terrena sólo vislumbramos y esperamos alcanzar. El matrimonio y el celibato por el Reino son caminos de aprendizaje para que, al fin de nuestra vida mortal se nos examine sobre el amor. Nos abrimos, mientras tanto, a la acción del Espíritu, que puede “reconfortarnos y fortalecernos en toda obra y en toda palabra buena”.
Nos vamos acercando ya al fin del año litúrgico; por eso, la liturgia nos invita también a mirar hacia el fin de los tiempos y nos recuerda que debemos estar preparados. Igualmente, el leccionario ferial nos lleva, en las primeras lecturas, al período postexílico. En esta semana, nos alimentamos del libro de la Sabiduría, uno de los más nuevos del A.T., compuesto en Alejandría, entre fines del siglo II y mediados del I antes de Cristo. Se trata de una reflexión que nos anima a buscar al Señor en la creación y en la historia. Por su parte, el evangelio de san Lucas nos hace contemplar el ministerio de Jesús en Jerusalén, insistiendo en la necesidad de que estemos preparados para el momento final. Pero, se nos anima a la esperanza: Dios santifica a sus elegidos.
En el santoral, el lunes 11 celebramos a san Martín de Tours (+397), nacido en Hungría, soldado romano que se hizo cristiano, luego monje, y obispo de Tours (actual Francia) desde el 371. El martes 12 se celebra a san Josafat obispo y mártir (1580-1623), muerto en la actual Bielorrusia por promover la unión con la iglesia romana. El viernes 15 se recuerda a sanAlberto Magno (+1280), maestro de santo Tomás de Aquino. El sábado se puede recordar a santaMargarita, reina de Escocia (+1093), o a santaGertrudis, religiosa (+1301). Por su parte, el calendario de la Compañía de Jesús celebra el miércoles 13 a sanEstanislao de Kotska, novicio polaco, modelo de constancia en su vocación (+1568), el jueves 14 a sanJosé Pignatelli (+1811), aragonés, que es el eslabón entre la antigua y la nueva Compañía. y el sábado16, además de recordar a los mártires del Paraguay, muertos en 1628, Roque González de Santa Cruz, Juan del Castillo (que trabajó dos años en Chile) y Alfonso Rodríguez, recordamos a Ignacio Ellacuría y compañeros asesinados en 1989 en El Salvador, junto con las dos colaboradoras laicas de su casa.