Archivo de la Compañía de Jesús: Patrimonio histórico y cultural

Al archivo de la Compañía de Jesús ubicado en la residencia San Ignacio llegan cada semana universitarios que están realizando su tesis de licenciatura en historia o sociología y, también, estudiantes de doctorado. Vienen hasta del extranjero.Previamente eso sí han llamado y concertado una cita, pues esta repartición funciona solo en las tardes y con dos visitantes por día como máximo.
Ahí los recibe el hermano René Cortínez SJ, quien destaca su importancia: “Es sabido que la historia es parte de la identidad de una institución, y por lo tanto se relaciona de manera importante con el futuro de la misma. Además, en la Compañía de Jesús, los archivos participan de la espiritualidad ignaciana y, por lo tanto, no sólo dan cuenta del “modo nuestro de proceder” y colaboran en el deseo de “unir a los repartidos”, sino que deben ayudar a los jesuitas y a quienes recurren a ellos a “hallar a Dios en todas las cosas …. y a conocer y hacer la voluntad de Dios”, explica.

En el archivo hay cerca de 2 mil 500 documentos, más de 10 mil fotografías, 651 libros y revistas, pero también objetos. Una bala de cañón de la flota española que bombardeó Valparaíso (1866) y que cayó en el patio de la casa de la comunidad jesuita; medallas y monedas conmemorativas, como una que se acuñó en París para conmemorar la firma del Tratado de Paz entre Chile, Perú y Bolivia cuando terminó la Guerra del Pacífico; un libro del filósofo católico francés Jacques Maritain, dedicado al padre Hurtado y una imagen de Cristo coronado de espinas, hecha por la primera líder feminista chilena, Martina Barros de Orrego, son parte de lo que se puede encontrar en este archivo.
Una de las curiosidades es una maleta de madera del padre Mariano Campos que fue un jesuita que trabajó mucho con los mapuches, que contiene todas las figuras y objetos que participaban en la misa y que utilizaba para preparar a quienes ayudaban como acólitos.
El archivo también tiene documentos constitutivos de la provincia jesuita, como el pasaporte de los primeros jesuitas venidos en Chile (1593), firmado por el virrey García Hurtado de Mendoza; copias de la cédula de expulsión, firmada por el conde de Aranda; de la bula de extinción del papa Clemente XIV y la de restauración de Pío VII.
Hay, además, una grabación, en casette, realizada en enero de 1974 de un recital de Navidad del Coro Chacabuco, formado por hombres detenidos en ese campo de concentración, y que aparecen identificados. En la grabación el presentador indica que el coro ofrece este recital a su capellán, P. Gregorio Centeno, S.J., en gratitud por su asistencia espiritual y preocupación por los problemas de los presos.
Algunos investigadores vienen hasta cinco veces a ver un documento “miran el empaste, el tipo de nudo de sus costuras-para ver la datación- y si el legajo forma un solo cuerpo o se le agregaron partes”. También estudian el papel, el sello de agua, porque normalmente los papeles buenos tenían uno. Esa también es una forma de determinar la antigüedad”, especifica el hermano René.
Fue el padre Eugen Rooney, un sacerdote jesuita estadounidense ya fallecido y que se desempeñó como encargado del archivo entre 1998 y 2010, quien decidió darle un orden científico, de manera de facilitar la identificación de lo existente y, por lo tanto, el acceso. Había estudiado bibliotecología y por lo tanto adaptó una base de datos de libros.
La primera digitalización de fotografías -3 mil- se hizo con fondos de la Fundación Rockefeller, a través de la Universidad de Harvard, con un fondo especial para archivos y bibliotecas de América Latina.
Previo a cada proceso de digitalización se realizó un minucioso trabajo de limpieza de todos los documentos y fotografías.
 
Con guantes 

 
El archivo no es una biblioteca como las que conocemos. En el lugar hay solo una mesa y un fichero grande donde los investigadores buscan por descriptores alfabéticos (materia, nombres propios, acontecimientos, lugares). Entonces con esos datos el hermano René busca en la base de datos, va a las bodegas y se sumerge a bucear en las cajas y carpetas libres de ácido, donde conservan los documentos.
Si lo que buscan no está digitalizado deben colocarse guantes para manipularlos. “A los investigadores profesionales ni siquiera hay que pedirles esto, ellos llegan con sus propios guantes de algodón. Si alguien no los trae nosotros le proporcionamos unos de látex desechables”, cuenta.
Una de las facilidades que entregan en este archivo, y que no es muy frecuente en otros lugares, es que, si el documento es muy extenso, se permite digitalizarlo. Claro que sin flash y bajo los ojos atentos del hermano René.
“Hay gente que llega con su propio escáner portátil. Lo permitimos con el compromiso de que nos faciliten una copia de la digitalización, con lo cual queda disponible para otra persona. También cuando se trata de un libro o un documento empastado que no se puede abrir lo suficiente para sacar una foto o escanear, lo derivamos a un centro con el cual nosotros trabajamos en conservación y, entonces ellos, fotografían con mecanismos especiales”, explica.
 
¿QUÉ BUSCAN?

Quienes se acercan hasta el archivo jesuita buscan, principalmente, documentos del periodo colonial, de la relación con los mapuches, de las misiones en Chiloé. También del padre Hurtado y de su apostolado social.
El hermano René aclara que, pese a que la Compañía de Jesús fue expulsada de Chile en 1767 durante la Colonia, gran parte de lo que se tiene fue recuperado gracias a donaciones de particulares que conservaron documentos de la orden religiosa. “No siempre las personas tienen en cuenta que el rey de España determinó que todos los jesuitas
que estaban en sus dominios fueran expulsados. Y su salida fue con lo puesto, más una muda de ropa y su libro de oraciones”, precisa.
No obstante, de esos tiempos en el archivo hay obras de filosofía, relatos históricos y antecedentes sobre el funcionamiento de algunas instituciones, como el Convictorio San Francisco Javier.
Otra cosa interesante son unas reliquias de santos de los primeros siglos que les donaron hace algunos años las religiosas dominicas contemplativas del Monasterio de Santa Rosa de Lima.  “Nos contactaron para devolvernos unas reliquias que –según la tradición oral- habían recibido en la colonia de parte de los jesuitas, antes de partir al exilio. Son huesos enteros de mártires romanos traídos de Europa.  Hay cráneos, fémur, tibias y otros. Lo llamativo de esta donación es que los huesos vienen adornados con flores hechas por las religiosas, un tipo de arte bien poco conocido”.
Además de las tareas habituales, en lo que está empeñado el hermano René ahora es en juntar de esos antiguos santos impresos de bautizo, primera comunión, ordenación o primera misa.  “Fui encontrando en los libros antiguos estas estampitas y los empecé a guardar, porque tenían vinculación con la vida del jesuita. Como me fui entusiasmando ahora también he comprado en anticuarios. Además, me han regalado muchos, cuenta.
Su interés se avivó cuando hace un tiempo se realizó una exposición de santos impresos en el Museo Histórico Nacional, exhibición que derivó en un libro.
Esto lo motivó a que le pidiera a la directora del Archivo Nacional y a la encargada del Archivo de Tradiciones Populares del mismo, que se estudie la creación de un fondo para conservar estas estampitas que, “además del valor afectivo e histórico, entregan mucha información sobre la sociedad y las devociones; las imprentas que existían; los valores estéticos; la influencia francesa e italiana, entre otras antecedentes. Nosotros les ofrecemos prestar las estampitas nuestras para que ellos las digitalicen y se puedan hacer investigaciones”, concluye.
 
 
 
 
 
 
 

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