“Que Dios ilumine sus corazones, para que ustedes puedan valorar la esperanza a la que han sido llamados”. Es lo que señala la carta a los Efesios, y lo escuchamos en medio de los dos relatos del momento en que Jesús entrega a sus discípulos la misión de continuar su obra: “Serán mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaría y hasta los confines de la tierra”, les dice en el relato de Lucas, mientras que en Mateo dice: “Vayan y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos…” Y agrega: “Yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo”.
La separación física de Jesús respecto de sus discípulos queda, entonces, relativizada. De todas maneras, Él sigue con su Iglesia, todos los días… Él es quien sostiene la esperanza a la que hemos sido llamados; la Ascensión, más que separación es manifestación de la gloria del Resucitado, por encima de cualquier poder humano o celestial. Por eso mismo resulta ambiguo el anuncio de los dos hombres vestidos de blanco: No hay que quedarse mirando al cielo, porque Jesús vendrá de la misma manera como lo hemos visto partir. Confiamos en que vendrá glorioso… pero también en la sencillez de nuestra carne… y en la mesa que nos reúne con Él. Porque Lucas, el autor del libro de los Hechos, ubica el diálogo final y la ascensión del Señor en Jerusalén, “mientras estaba comiendo con ellos”. Es Mateo quien ubica el envío a la misión en una montaña en Galilea. Es una de las tantas diferencias entre los evangelistas, que nos hacen reconocer que desde el comienzo de la vida de la Iglesia ha habido diferentes puntos de vista. Será el Espíritu el que nos enseñará todo y nos sostendrá en la espera del regreso del Señor. Mientras tanto, tenemos que aprender a escuchar y respetar a quienes ven a Cristo desde otra perspectiva: La unidad de los cristianos es obra del Espíritu y no fruto de debates o planificaciones humanas. Por eso, mientras tanto, “valoremos la esperanza a la que hemos sido llamados”.
Durante la semana, la mesa de la Palabra será mesa de despedidas: Jesús se despide de sus discípulos en la Última Cena, y ruega por ellos y por todos los que, tras ellos, creeremos en Él. Y, por su parte, en el libro de los Hechos, Pablo se despide de los miembros de las iglesias de Asia Menor y, tras su regreso y prisión en Jerusalén, lo encontraremos finalmente en Roma “proclamando el Reino de Dios (…) y enseñando lo concerniente al Señor Jesucristo”. Entre el viernes y el sábado, el diálogo final de Jesús con Pedro a orillas del lago, le permite al evangelista anunciarnos que hay muchas otras cosas que no ha consignado, porque en el mundo no cabrían los libros, si se pretendiera escribir todo lo que Jesús hizo.
En el santoral se destaca la fiesta de la Visitación de la Virgen María, el miércoles 31 que, mientras cierra el Mes de María en los países que lo celebran en mayo, nos anuncia la fiesta del nacimiento del Bautista en el próximo mes. El jueves 1, se recuerda la memoria del mártir y apologista san Justino (+165). El viernes 2 puede recordarse a los mártires Marcelino y Pedro (+Roma, 304) y el sábado 3 a san Carlos Lwanga y sus compañeros mártires (católicos y anglicanos) en Uganda entre 1885 y 1887.

40 años de camino del Centro de Espiritualidad Ignaciana
El 2024 el CEI celebró cuatro décadas siendo un espacio de reflexión, de crecimiento espiritual y de profundización con Dios para las personas que se acercan buscando aprender a reconocer y experimentar Su amor en todos y en todas las cosas, como nos cuentan su directora Selia Paludo y el capellán Alejandro Longueira sj.