A la familia ignaciana, celebrar el Nombre de Jesús, nos hace fijarnos en el sentido de ese nombre, que marca el carisma de la Compañía: el de ser colaboradores de la misión de Jesucristo, Salvador.
Antes de la reforma litúrgica de 1970, existía la fiesta del Santísimo Nombre de Jesús, que se celebraba el domingo siguiente al 1 de enero, o el día 2, cuando no había ningún domingo entre el 1 y el 6. Era una celebración relativamente moderna, originada en el siglo XVI, y extendida a toda la Iglesia en 1721, por lo que conforme a los criterios propuestos por el Concilio Vaticano II, se la sacó del calendario universal. Como era la fiesta titular de la Compañía de Jesús, la Imposición del Nombre de Jesús se trasladó para el día 1, ya que el de la circuncisión fue el momento en que a Jesús le fue impuesto el nombre que le había dado el ángel (Lc. 2,21). Sin embargo, en la tercera edición típica del misal (año 2008), reapareció la celebración, como memoria libre en el calendario universal, en el día 3 de enero.
Al aplicarse esta nueva reforma, la Compañía de Jesús obtuvo que en su calendario litúrgico, la celebración tuviera el rango de celebración ‘titular’, lo que la transforma en solemnidad. En liturgia, eso significa que en las iglesias de la Compañía, la misa se celebra con Gloria y Credo, y pueden proclamarse dos lecturas, antes del evangelio. Y cuando ‘ocurren’ dos solemnidades en el mismo día, la de menor rango se traslada al siguiente día libre. En el caso concreto, este año, al ocurrir el día 3 de enero en Chile la solemnidad de la Epifanía, la celebración del Ssmo. Nombre de Jesús debía trasladarse al lunes 4.
En el Misal Romano y en otros libros litúrgicos aparece una ‘tabla de los días litúrgicos’, que está ordenada de acuerdo con la precedencia de la que gozan las diversas celebraciones. Es un documento que ayuda a conocer la valoración que la Iglesia da a las diversas fiestas a lo largo del año. La Comisión Nacional de Liturgia de la Conferencia episcopal la incluye también todos los años en el Ordo Litúrgico Pastoral. Vale la pena conocerla, entre otros motivos, para que las celebraciones de nuestra fe nos ayuden a reconocer qué es considerado más importante en la vida habitual de la Iglesia. Esa tabla orienta a los ministros y a los equipos de liturgia, para que puedan expresar en la celebración litúrgica tanto la pertenencia fiel a la Iglesia universal, como la atención a las circunstancias concretas que puede estar viviendo una comunidad local. Un folleto cotidiano puede ser muy práctico en algunos momentos, pero puede empobrecer mucho la celebración de la fe, si es lo único que se utiliza.
A la familia ignaciana, celebrar el Nombre de Jesús, nos hace fijarnos en el sentido de ese nombre, que marca el carisma de la Compañía: el de ser colaboradores de la misión de Jesucristo, Salvador. Y nos hace también recordar que, si el Nombre de Jesús está ahora por encima de todo nombre (cf. Fil. 2,11), ello es porque él se despojó de su rango y se abajó hasta la muerte, y muerte de cruz. De este modo nos muestra el camino por el que nos invita a seguirlo.
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