Columna de Gabriel Roblero SJ: San Alberto Hurtado, 70 años después

Hace 70 años, el 18 de agosto de 1952, a las 17:00 h, murió el padre Hurtado, en el Hospital Clínico de la Universidad Católica. Martha Holley, una gran colaboradora suya, dejó por escrito el detalle de ese momento: ‘Sus labios se han entreabierto y sonríe; sus párpados cerrados tienen las arrugas propias de la sonrisa. Nuestro Padre tiene la expresión que siempre le hemos conocido’.

Setenta años después sigue siendo fundamental reconocer el legado del padre Hurtado, cuyo mensaje nos hace tanto bien recordar en el presente de nuestro país. Estamos viviendo un tiempo crucial en Chile. Próximamente, el 4 de septiembre, votaremos en un plebiscito si tener o no una nueva Constitución como República. ¿Qué nos diría el Padre Hurtado en este momento? Sin duda, daría cuenta de toda su formación, estudios, reflexiones, hondura espiritual y visión profética, para mirar nuestra sociedad con los ojos de Jesucristo y su Evangelio.

El padre Hurtado clamaría que nuestro país, al igual que todo nuestro continente, vive enormes desafíos sociales, políticos y medioambientales. Por eso es tan importante validar aún más su memoria y seguir oyendo sus consejos.

Casi un mes antes de su muerte, el 26 de julio, el padre Hurtado dijo a los laicos y laicas con quienes estaba fundando el Hogar de Cristo: ‘Que los detalles para dignificar al pobre sean lo más importante; que Cristo tenga menos hambre, menos sed, que esté más cubierto gracias a ustedes. Sí, que Cristo ande menos pililo, puesto que el pobre es Cristo’.

El padre Hurtado, lo más seguro, nos empujaría en el presente a ver y analizar nuestra realidad, con la misión de dialogar con ella. Dialogar para conocer, escuchar, analizar y proponer caminos para hacerla más humana. Nos enfatizaría que la humanización del mundo ha de hacerse según los criterios del evangelio de Jesucristo.

El Padre Hurtado nos recuerda, setenta años después de su muerte, que la justicia social es fruto de la genuina fe cristiana, porque se compromete a propiciar la fraternidad, a hacernos hermanos y hermanas, a buscar el bien común, a entregar la propia capacidad al servicio de los demás. No olvidemos que la experiencia del cristianismo es una experiencia de amor. No nos cansemos ni demos por derrotados. ‘Contento, Señor, contento’, nos diría en momentos de frustración. Mujeres y hombres discípulos del Señor tenemos que vivir en la esperanza, trabajando y contagiando al mundo la urgente solidaridad, propiciando liderazgos que construyan una sociedad más justa, y revisando el patrón cultural que está en la base de muchas de las injusticias que estamos viviendo ahora. El padre Hurtado nos haría ver el modo en que el Señor se relacionaba con las personas, de relaciones horizontales, compasivas y de servicio. Porque el ejercicio de un poder vanidoso y soberbio no es capaz de reconocer las injusticias que sufren otros, sino que las invisibiliza. La invisibilización y la sordera ante el clamor ajeno forman parte de un modelo social que siempre genera daño y deja vulnerados y víctimas en el camino.

En la lucha contra toda injusticia, el padre Hurtado nos recuerda que el mensaje cristiano es un mensaje de vida digna para todos, un mensaje de fraternidad. Nosotros los cristianos somos llamados a vivir de la esperanza que nos dice que la capacidad creativa del ser humano es tan grande que puede generar una realidad nunca antes conocida. A ejemplo del padre Hurtado, que no dejó nunca de tener los ojos puestos en Jesucristo, no renunciemos a soñar y trabajar por un Chile más evangélico, más fraterno, más solidario y más justo.

*Columna publicada en el diario El Mercurio el día jueves 18 de agosto de 2022.

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