Cuarta semana de Cuaresma

Comentario a las lecturas de la liturgia entre los días 6 y 12 de marzo.
Hemos pasado ya la mitad de la Cuaresma. Faltan sólo tres semanas para la Pascua y, litúrgicamente nos acercamos a Jerusalén, símbolo de la Jerusalén definitiva a la que esperamos llegar al final de nuestro peregrinar por este mundo. Por eso, el ambiente del 4° domingo es de alegría. Alégrese Jerusalén y que se congreguen los que la aman, nos propone la antífona de entrada de este domingo. Sentimos, o deberíamos sentir, que la luz del Resucitado se aproxima.
La mesa de la Palabra nos ubica en el corazón del año de la Misericordia: la parábola en la que Jesús nos muestra cómo es el corazón paterno-materno de Dios. Como el padre de la parábola, deberíamos imaginarlo a Él, mirando el camino por el que deberíamos volver a la casa paterna. “Déjense reconciliar con Dios”, nos suplica san Pablo, en el nombre de Cristo. Por eso, entre el viernes y el sábado recién pasado, en varias iglesias de Roma se celebraron “las 24 horas para el Señor”: en ellas hubo sacerdotes dispuestos para escuchar confesiones durante todo ese tiempo. En la arquidiócesis de Santiago se van a celebrar entre el 11 y el 12 de marzo. Pero todo el tiempo de Cuaresma es especialmente apropiado para celebrar el sacramento del perdón: Como el pueblo de Israel, podemos, a través de esa puerta del perdón, entrar en la Tierra prometida, donde el Padre nos espera para hacer fiesta. Y, por supuesto, también es tiempo para pedir perdón y tomar iniciativas de reconciliación hacia personas de  las que nos hayamos distanciado, o a las que podamos haber ofendido o nos hayan ofendido.
El evangelio de san Juan comienza el lunes a acompañarnos, de manera prácticamente continua, hasta el final del tiempo pascual. Seguimos a Jesús hacia Jerusalén y lo veremos renovando la vida de quienes estaban oprimidos por el mal. Y veremos también como se va produciendo el conflicto con quienes endiosan la letra de la Ley y comienzan a buscar la manera de darle muerte. El agua y la luz, que aparecen mencionadas en las lecturas de estos días, evocan el Bautismo y nos disponen a la celebración pascual.
En el santoral de estos días, el lunes 7 se puede recordar la memoria de las santas Felícitas y Perpetua,  martirizadas en Cartago, junto a otros recién bautizados, en el año 203. El martes 8 puede recordarse a san Juan de Dios (1495-1550), portugués de origen, pero que vivió la mayor parte de su vida en Andalucía, donde termina fundando una orden dedicada al cuidado de los enfermos. También es sólida la memoria, el miércoles9,  de santa Francisca Romana (1384-1440), viuda y fundadora de una comunidad de oblatas benedictinas, dedicadas a la contemplación y al cuidado de los más necesitados.

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