Comentario a las lecturas de la liturgia entre los días 31 de enero y 9 de febrero.
Este año, la Pascua llega más temprano, de modo que el tiempo “durante el año” se interrumpe ya el miércoles 10, día en que iniciamos la Cuaresma. En los domingos previos, terminaremos de contemplar la inauguración del ministerio galileo de Jesús, en san Lucas. Las vocaciones de Jeremías y de Isaías, que se nos ofrecerán en la Mesa de la Palabra en estos domingos, nos ayudan a reconocer el carácter profético del ministerio de Jesús. Un carácter que Él comparte con sus discípulos, y con nosotros desde nuestro Bautismo. En consecuencia, estamos también llamados a compartir la suerte de los profetas, si somos fieles al Espíritu que nos ha sido dado. Porque la misión del profeta no consiste en adivinar el futuro, sino en llamar a vivir de acuerdo con los criterios de Jesús en el presente. Ahora es cuando debemos llevar la Buena Noticia a los pobres, la luz a quienes yacen en las tinieblas y en las sombras de la muerte, y la libertad a los cautivos. Tal es el contenido principal de este Año Santo de la misericordia. Porque imitar al Padre misericordioso supone convertirnos de las faltas de equidad, los abusos de poder y las faltas de respeto por los más humildes, al mismo tiempo que denunciar las conductas y las estructuras que contribuyen a perpetuar la injusticia. Por eso, como entre los conciudadanos de Jesús en Nazaret, o entre los habitantes de Gerasa (en la escena que contemplamos el lunes 1), entre nosotros a menudo la palabra profética es desautorizada, rechazada y alejada. No pensemos, por lo tanto, que ser testigos de la misericordia divina nos conducirá por un camino triunfal. Como Pedro, para llegar a ser pescadores y pescadoras en la familia humana, hemos de experimentar y reconocer nuestra propia fragilidad: Somos pecadores/as a quienes Jesús ha llamado.
Por su parte, los capítulos de la primera carta de san Pablo a los Corintios, que se nos presentan estos domingos, nos llevan al corazón del Evangelio: El más importante don del Espíritu al que debemos aspirar es el del amor, fuente de la misericordia; el único carisma que perdurará, y que es la manifestación de la Vida Nueva que hemos recibido de Cristo resucitado. Debemos pedirlo constantemente, en especial en la Cuaresma que se aproxima.
Durante estos días, las primeras lecturas del leccionario ferial nos permiten seguir la historia de David, hasta el fin de su vida, incluyendo la historia de la rebelión de Absalón. Podemos percibir la fiel misericordia del Señor para con el que ha puesto al frente de su pueblo. En los primeros días de la semana siguiente asistiremos a la instalación de Salomón como rey y la consagración del Templo. Por su parte, el evangelio de Marcos nos muestra la autoridad con que Jesús expulsa a los espíritus impuros y devuelve a las personas a la vida y a la sociedad. El lunes lo vemos sanando al poseído de Gerasa y el martes sana a la hemorroísa y resucita a la hija de Jairo. Esto suscita la pregunta de sus coterráneos: ¿de dónde saca su poder y su sabiduría? Así se va realizando la profecía de Simeón, que recordaremos en la fiesta de la Presentación del Señor el martes 2. Jesús es signo de contradicción: ante él hay que optar, como fueron optando progresivamente quienes lo conocieron en su vida pública.
En el santoral, la Presentación del Señor nos recuerda que estamos a cuarenta días de la Navidad, y nos recuerda que, con Cristo, nuestra vida está en manos de Dios. El miércoles 3 se puede recordar al mártir san Blas (+ 316?), patrono del Paraguay, o al obispo san Oscar (+865), misionero de los países escandinavos. El viernes 5 se recuerda a santa Águeda, virgen y mártir (+250?), patrona contra los incendios y el 6 a san Pablo Miki y sus compañeros, mártires en Nagasaki (+1597); el lunes 8 se puede celebrar la memoria de san Jerónimo Emiliano, (+1537) fundador de la orden de clérigos de Somasca, y la de Santa Josefina Bakhita (1869-1947), quien fuera esclava, bautizada en Italia y religiosa canossiana. Además de los mártires del Japón, ya mencionados, el calendario propio de la Compañía celebra el jueves 4 a san Juan de Brito (+1693) y al Bto. Rodolfo Aquaviva y sus compañeros (+1583) misioneros mártires en la India y el Extremo Oriente.
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