En este año, pasaremos pausadamente del ciclo de Navidad al tiempo durante el año, contemplando la triple manifestación del Hijo de Dios en nuestra carne.
El domingo 3, hemos podido presenciar su manifestación a los pueblos paganos, representados en los sabios de Oriente. El domingo siguiente, el tiempo de Navidad se cierra con la proclamación de Jesús como el hijo amado del Padre ante el pueblo judío, en el momento de su bautismo en el Jordán. Y el domingo 17, la conversión del agua en vino en el banquete de bodas en Caná, constituye la manifestación del Mesías esposo, ante la Iglesia esposa, representada por los discípulos, que entonces “creyeron en él”. Es la triple revelación que celebran los textos litúrgicos, siguiendo a los Santos Padres, en el ‘Misterio de la Epifanía’: El Hijo eterno del Padre, se despoja de su gloria y aparece ‘en la verdad de nuestra carne, hecho hombre’ (inserción en la Plegaria eucarística en la Epifanía). Ése es el misterio de misericordia que seguiremos contemplando en su despliegue durante este año, acompañados especialmente por el evangelio de san Lucas en la liturgia dominical.
La mesa de la Palabra, en el Bautismo del Señor celebra esa manifestación gloriosa del amor trinitario, en la que se hace palpable la deslumbrante misericordia de nuestro Dios, que, por Cristo, nos hace hijos suyos.
Durante la semana, comenzaremos a recorrer la historia del pueblo judío, en el tránsito del período de los Jueces a la constitución del Reino. La historia de Samuel nos permite reconocer la tensión entre el reinado directo de Dios sobre su pueblo, y la necesidad de la peligrosa figura del rey, que dará unidad al pueblo, pero podrá abusar de su poder y apartarlo de la fidelidad a la Alianza. Al mismo tiempo, el evangelio de san Marcos nos acompañará en estas semanas, para que contemplemos el ministerio galileo de Jesús, en el que brilla su acción liberadora y sanadora. Una acción que se preocupa de aliviar el dolor de las personas, antes que del cumplimiento legalista de la letra de la ley.
El santoral, en esta semana sólo nos propone la posibilidad de recordar, el miércoles 13, al obispo san Hilario de Poitiers: vivió en la actual Francia entre los años 315 y 368 y fue de los defensores de la divinidad de Jesucristo, en medio de la crisis arriana. Es conveniente recordar que los contenidos de nuestro credo se fueron fijando por esos años, a costa de sufrimientos de quienes estuvieron dispuestos a padecer exilios y cárceles, por sostener que Jesucristo, el Hijo de Dios es “de la misma naturaleza del Padre”. Maestros de la fe como Atanasio de Alejandría, Basilio de Cesarea e Hilario de Poitiers, se opusieron al poder de emperadores cristianos que, para tranquilizar la situación política del imperio, buscaban fórmulas menos escandalosas para los oídos griegos: que el Hijo fuera creado por Dios, o fuera sólo parecido a Él. En este tiempo en que hemos vuelto a contemplar a Dios-hecho-niño, pidamos la gracia de conocer y reconocer internamente las consecuencias que la Encarnación tiene para nuestra relación con Dios.
Cuarta jornada de obras sociales
En la casa de retiro de Padre Hurtado se realizó esta instancia para directivos y capellanes que lideran las distintas obras sociales vinculadas a la Compañía de Jesús en Chile.