En tiempos menos tecnológicos, las estrellas ayudaban a encontrar el rumbo a quienes cruzaban los océanos: La Cruz del Sur en nuestro hemisferio y la Estrella Polar en el Norte proporcionaban puntos de referencia para conservar o recuperar el rumbo correcto.
En esta semana, la barca de los discípulos sacudida por las olas en el mar de Galilea, nos hace mirar las marejadas actuales en las que se sacude la Iglesia, con tantos vientos en contra. Al mismo tiempo, la confusión de los discípulos, que creen ver un fantasma cuando Jesús se acerca a ellos, nos hace preguntarnos hasta qué punto el miedo nos hace tomar malas decisiones, o nos inmoviliza en nuestra misión. Tenemos un mensaje de salvación y de misericordia que comunicar, pero que no podemos imponer por la fuerza. En muchas ocasiones, como personas o como iglesia hemos escuchado a Jesús decirnos lo mismo que a Pedro: Hombre (o mujer) de poca fe, ¿por qué dudaste? Y, cuando revisamos lo que ha pasado, de una u otra manera nos descubrimos imitando a Elías antes de su encuentro con Dios en el Horeb, cuando creía que podía devolver la fe auténtica a Israel degollando a los profetas de Baal. Y debemos reconocer que lo que nos falta es encontrarnos con el Señor en el silencio, para que Él nos conceda la fe y la confianza como para acercarnos a la disponibilidad de Pablo… la de saber que Cristo no falla para darnos la fuerza capaz de entregarnos totalmente por los otros. Como se la dio a Maximiliano Kolbe, a quien recordaremos este lunes, para dar materialmente la vida por un hermano en Auschwitz (1941), y se la dio a Alberto Hurtado (+1952), a quien celebraremos el viernes, para gastar la vida buscando y descubriendo qué haría Cristo en su lugar.
Si Maximiliano Kolbe y Alberto Hurtado son estrellas menores que nos orientan en el rumbo de Jesús, la Virgen María, nuestra Señora, en la fiesta de la Asunción el martes, es la estrella principal, que nos muestra la meta a la que somos invitados. Hacia allá vamos, a vivir con ella y toda la muchedumbre de testigos de la fe, en la fiesta eterna que nuestro Padre nos prepara.
En las misas del resto de la semana, seguimos contemplando el caminar de Israel hacia la Tierra Prometida: Moisés es llevado por Dios, y Josué toma el relevo para introducir al pueblo en su tierra cruzando el Jordán y renovando su alianza con Dios en Siquem. Al mismo tiempo, escuchamos a Jesús anunciando su pasión e invitándonos a seguirlo en su Iglesia, con la confianza de niños.
El santoral de la semana se completa el miércoles 16 con la memoria de san Esteban de Hungría (969?- 1038), primer rey y promotor de la evangelización de su país. Además, el martes 15 podremos unirnos espiritualmente a la celebración de los cien años del nacimiento del Bienaventurado Arzobispo Oscar Romero, mártir por la justicia social y la paz en El Salvador.
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