La oración colecta de este domingo, constituye un buen pórtico para la semana completa: movidos por el Espíritu, podemos llamar Padre a Dios, y pedirle que nos confirme en la condición de hijas e hijos suyos, para que podamos recibir la herencia que nos ha prometido.
Tenemos al menos tantos motivos como Elías para deprimirnos, pero, como él, estamos llamados a levantarnos, a comer el Pan vivo bajado del cielo, y reemprender el largo camino que nos queda por hacer. La acción del Espíritu nos reconfortará en la esperanza y podremos, con el salmista, “gustar y ver qué bueno es el Señor”, para que vivamos como nos propone la carta a los Efesios: evitando la ira, los gritos, los insultos… No porque nos hayamos hecho impasibles o porque nos evadamos de la realidad, sino porque nos hemos alimentado del Pan de la Palabra, bajado del cielo. Podremos, entonces, imitar a “Cristo que nos amó y se entregó por nosotros, como ofrenda y sacrificio agradable a Dios”. En nuestro momento eclesial, no debemos privarnos de ese Pan, sino reunirnos en comunidad a compartirlo, y colaborar así en hacer realidad el compromiso de nuestros obispos de “promover intensamente la participación de laicos y laicas en instancias eclesiales generando ambientes de sinceridad, franqueza y crítica constructiva” (CECH: Compromiso n° 5, deDeclaración, Decisiones y compromisos, 3.ag. 2018).
En la semana, las lecturas del Antiguo Testamento nos llevan a contemplar la paciencia y la constancia con que Dios sigue llamando a su pueblo a la conversión. Compartimos sobre todo la experiencia de Ezequiel, que anuncia la palabra de Dios al pueblo rebelde y cautivo: Señala la responsabilidad de cada miembro del pueblo de Dios respecto de lo que Dios pide en su Alianza. Dios no castiga al hijo por el pecado de sus padres: Cada miembro del pueblo de Dios está llamado en su vida a responder al amor nupcial de Dios por Israel. La Iglesia, y cada uno de nosotros, podemos identificarnos con la recién nacida abandonada, recogida y desposada por su Señor, dispuesto a perdonarle sus adulterios. Por su parte, en los textos evangélicos podremos encontrarnos con algunos pasajes del llamado “discurso eclesiástico” de Jesús: Los más grandes en el Reino de los cielos son los pequeños: los que no importan, los que el mundo desecha. Antes de ese discurso habremos podido contemplar cómo Jesús renuncia a cualquier privilegio dentro de su pueblo. Y mientras Ezequiel recuerda la deslumbrante fidelidad del amor nupcial de Dios por su pueblo, tras el discurso eclesiástico, Jesús llama a una fidelidad semejante en el matrimonio, ‘como era en el principio’.
En el santoral, se destaca la solemnidad de la Asunción de María, que celebramos el miércoles, desde la tarde del martes. Pero también nos encontramos con otros modelos de discípulas y discípulos del Señor: La memoria de santa Juana Francisca de Chantal (+1641), viuda y fundadora de la Orden la Visitación, se omite por el domingo; el lunes se puede conmemorar a los mártires Ponciano e Hipólito (+236?), de historia no muy segura. En cambio, el martes 14 nos desafía la memoria de san Maximiliano María Kolbe (+ 1941) ejecutado en Auschwitz, tras haberse ofrecido para reemplazar en la pena de muerte a un padre de familia. El jueves 16, en algunos lugares se recuerda a san Roque, santo muy popular en Argentina y en Italia, que vivió en el siglo XIV y se dedicó al cuidado de los enfermos, por lo que se lo considera patrono contra las pestes; el mismo día se recuerda a San Esteban, primer rey de Hungría (+ 1038), y el 18 celebramos a nuestro Padre Alberto Hurtado, quien no necesita presentación especial. Todos ellos nos animan a vivir según el modelo de Jesús.