En esta época del año, gracias a Dios, no faltan jóvenes (ellas y ellos) que dedican parte de sus vacaciones a prestar servicios a lugares y comunidades que necesitan diversos tipos de ayudas. Consciente o inconscientemente, continúan la tarea que vemos a Jesús encargar a los Doce, “dándoles poder sobre los espíritus impuros”. Tenemos tan ligada la palabra “pureza” (y sus derivados) a la sexualidad, que corremos el riego de no reconocer que hay muchos y diversos “espíritus impuros”: La envidia, la ira, la avaricia, el consumismo…, la soberbia…, fuerzas que muchas veces nos habitan y nos separan de los demás; nos hacen creernos superiores y no necesitados de nada. Si hacemos una lista de posibles ‘espíritus impuros’, de antes y de ahora, seguramente descubriremos que los más crueles y peligrosos son aquellos que no reconocemos… Peor aún, son los que nos parecen buenos y nos esclavizan. Por eso, Jesús envía a los Doce sin otra cosa que un bastón. Los envía a compartir la vida de la gente a la que deben llamar a la conversión. Y con ese vivir colgados de la Providencia, los discípulos “expulsaron a muchos demonios y sanaron a numerosos enfermos, ungiéndolos con aceite,” nos dice el evangelista. Podríamos ver en este episodio la realización de la “Iglesia pobre y para los pobres”, a la que nos ha llamado Francisco.
Sin embargo, la meta –que Pablo nos presenta en la carta a los Efesios- es gloriosa: “Hemos sido constituidos herederos (…) para ser aquellos que han puesto su esperanza en Cristo para alabanza de su gloria”. Todo está destinado a ser puesto bajo Cristo, la única y definitiva Cabeza de este cuerpo que es la Iglesia. (¿Y habrá que precisar que la ‘Iglesia’ no se reduce a la jerarquía, sino que la constituimos todos los que hemos “sido marcados con un sello por el Espíritu Santo prometido”?)
Seguimos, entonces, orando por nuestra Iglesia en Chile, para que podamos volver a dar testimonio creíble de Jesucristo. Como al profeta Amós, es el Señor el que nos saca de los lugares más insospechados para que anunciemos su Palabra. Por lo mismo, debemos abrir los oídos a lo que el Señor nos diga por medio de las hermanas y hermanos que, como nosotros, por el Bautismo han sido llamados a compartir la misión profética de Jesús. Es lo que nos pide Francisco en su carta, cuando nos llama a “no tener miedo de ser los protagonistas de la transformación que hoy se reclama”.
El santoral nos ofrece este lunes 16 la intercesión maternal de Nuestra Señora del Carmen, bajo cuyo amparo se pone nuestro país. Al reconocerla a ella como Madre, junto a la Cruz de Jesús, le pedimos que interceda por nosotros y que “nos ponga con Jesús”, para que acojamos sin temor la misión a la que estamos siendo llamados.