Décima segunda semana del tiempo durante el año

Comentario a las celebraciones litúrgicas entre el 19 al 25 de junio de 2016.
En este domingo, el evangelista san Lucas nos enfrenta a la necesidad de optar ante Jesús: “Ustedes, ¿quién dicen que soy?” Hay ya suficientes elementos para reconocerlo como el Ungido de Dios: ha completado el grupo de discípulos y discípulas; ha calmado una tempestad; ha vencido a una legión de demonios; ha devuelto la vida física y social a dos mujeres; ha dado de comer a la muchedumbre. Pedro responde en nombre de todos, e inmediatamente Jesús comienza a revelar a quienes optan por él, que el camino no será triunfal: Para salvar la vida, hay que perderla por Él.
Como de costumbre, la lectura del A. Testamento y el salmo nos ayudan a contemplar la escena del Evangelio. En Jesús –el que fue traspasado- encontramos la fuente de agua que sacia nuestra sed de sentido. Y continuamos escuchando a san Pablo en la carta a los Gálatas: este domingo nos recuerda que todos hemos sido hechos hijos de Abraham, en virtud de la promesa. Optar por Jesús no es una tarea: es aceptar la gracia de vivir nuestra inserción en Él, compartiendo, como cuerpo suyo,  penas, alegrías, culpas y virtudes de nuestros hermanos y hermanas, descendiendo con Jesús hasta las profundidades de nuestra realidad humana, que sólo en Él y por Él se transfiguran.
La Palabra de Dios durante la semana nos presenta algunos de los episodios finales del período preexílico. Comenzamos el lunes con la caída de Samaria en manos de los asirios (722 a.C.) y terminamos el sábado con la deportación del pueblo de Judá a Babilonia (586 a. C.). Entre estos episodios se recuerda la fidelidad yahvista del rey Ezequías y el esfuerzo reformador en el mismo sentido de Josías. Pero el balance es negativo: El texto de las Lamentaciones, que escuchamos el sábado, llora la suerte del pueblo que se apartó del Señor y lo llama a invocar su misericordia.
Por su parte, el evangelio de san Mateo esta semana nos hace escuchar algunos párrafos finales del Sermón de la Montaña, que nos invitan a no juzgar a nadie y nos pueden evocar también el evangelio del domingo, al invitarnos a entrar por la puerta estrecha. Luego, nos alerta a discernir respecto de los falsos profetas, y a poner en práctica lo que Jesús nos dice. Al final de la semana podremos contemplar a Jesús sanando a un leproso y al servidor del centurión romano, como muestras del cumplimiento de lo anunciado por Isaías: “Él tomó nuestras debilidades y cargó sobre sí nuestras enfermedades”.
En el santoral se destaca esta semana la solemnidad del nacimiento  de san Juan Bautista, que, como Precursor,  nos recuerda que estamos a seis meses del nacimiento de Jesús. Ese viernes 24, el pueblo mapuche celebra el We-Tripantu, fiesta de la religión de la naturaleza que tendría el mismo sentido del Día del nacimiento del Sol invicto, que el pueblo romano celebraba el 25 de diciembre. Para nosotros, Jesucristo es el Sol que nos ilumina desde lo alto, y el Bautista es como la aurora que nos anuncia su proximidad. Por eso, es el más grande de los nacidos de mujer (cf. Lc. 7-28).  Antes, el martes 21 habremos recordado la memoria de san Luis Gonzaga (1568-1591), joven jesuita, que renunció a los honores de la nobleza y dio la vida por atender a los apestados en Roma. El miércoles 22 se puede recordar a los mártires ingleses John Fisher, obispo, y Tomás Moro, político, ejecutados en 1535 por mantenerse fieles a la obediencia al Papa, o al también obispo y poeta Paulino de Nola (355-431).

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