Décima Semana del Tiempo Durante el Año

Comentario a las celebraciones litúrgicas sobre la décima semana del tiempo durante el año.

En el centro de este Año Santo de la Misericordia, justo después de haber celebrado la Solemnidad del Corazón de Cristo, el evangelio de este domingo nos lanza a la cara ese corazón abierto, conmovido ante el dolor de la viuda cuyo único hijo está a punto de ser sepultado. La liturgia de este día nos prepara a la escena recordándonos la resurrección del hijo de la viuda de Sarepta por el profeta Elías, con un ritual trabajoso, después del reproche que la mujer afectada hace al profeta. Aquí Jesús actúa sin que nadie se lo pida: el dolor y el abandono de la mujer lo conmueven. Ni siquiera se menciona la fe de la persona favorecida, que en otros episodios semejantes parece indispensable (e.gr. Lc 8,50). La misericordia del Señor se manifiesta de manera clamorosa (“una gran multitud” acompaña a Jesús y sus discípulos, y “mucha gente” acompañaba a la viuda) ante el radical abandono en que ha quedado esa mujer, ya sin nadie que la asistiera en una sociedad controlada por varones. Sin otras palabras que las que le dirige a ella, Jesús nos enseña que el sufrimiento de los indigentes no admite postergación. Por su parte, Pablo narra a los cristianos de Galacia lo que fue su propia resurrección, que lo transformó de perseguidor en apóstol.
Si, imitando a san Ignacio, “reflictiéramos” sobre nuestra realidad eclesial y social, encontraríamos muchos motivos para ser comunidades abiertas y comprometidas en la búsqueda de una sociedad en que el valor de la persona no dependa de criterios de mercado. Por eso, debemos pedir la gracia que obtuvo Pablo: que se nos revele cada día más Jesucristo, para que nuestra vida sea testimonio gozoso de su misericordia.
A partir del lunes, la mesa de la Palabra inicia una etapa nueva del ciclo anual. Seguimos ahora a Jesús en el evangelio de san Mateo, que nos presenta a Jesús como el nuevo Moisés. Y esta semana comienza con la promulgación de la Nueva Alianza, no ya en el Horeb, entre truenos y relámpagos, sino a orillas del lago Genesaret, en el monte de la Bienaventuranzas. Una alianza que nos invita a la alegría… pero que no viene a abolir la ley, sino a darle plenitud. Mientras tanto, el profeta Elías, en el primer libro de los Reyes, lucha porque el pueblo retorne a ser fiel a la Alianza, pero tiene que aprender que Dios no se complace en los medios violentos y que tiene sus propios caminos para traer de vuelta a sus elegidos.
En el santoral de esta semana, la memoria del apóstol de la actual Alemania san Bonifacio (680-754), monje, arzobispo misionero y mártir resulta impedida por el domingo. El lunes 6, se puede recordar la memoria de san Norberto (1080-1134) quien, tras fundar la orden religiosa de los Premonstratenses –religiosos que viven dentro de las ciudades y no en monasterios o abadías en el campo-  fue arzobispo de Magdeburgo. El jueves 9 se puede celebrar a san Efrén (306-373), padre de la Iglesia, diácono y poeta que vivió en la actualmente conflictiva zona entre Turquía y Siria que está bajo predominio kurdo. El sábado 11 se celebra la fiesta de san Bernabé, apóstol, originario de Chipre, “aval” y compañero de misión de san Pablo, mencionado por primera vez en Hechos 4,36.
Este año, el  día 11, la comunidad judía celebra Shavuot, la fiesta de la promulgación de la Ley, y la comunidad musulmana comienza el lunes 6 el mes de Ramadán. Los hijos de Abraham tenemos, entonces, motivos para orar unos por otros.

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