Día de San Ignacio: un cambio de vida en el amor de Jesús

A 500 años de la conversión de San Ignacio la comunidad ignaciana celebró su fiesta este 31 de julio en el Templo San Ignacio con una Eucaristía, en la que se invitó a transformar nuestra vida y vocación, pidiendo la gracia de ver todas las cosas nuevas en Cristo.

Al mediodía del sábado 31 de julio la comunidad ignaciana celebró la fiesta de San Ignacio de Loyola, congregándose, de acuerdo al aforo permitido y con las restricciones sanitarias correspondientes, una parte en el Templo San Ignacio en Santiago, y la gran mayoría de manera virtual.

La Eucaristía fue presidida por el provincial de la Compañía de Jesús, Gabriel Roblero SJ, y concelebrada por Roberto Saldías SJ y Cristian Viñales SJ.

Las distintas obras y comunidades de la Compañía de Jesús en Chile estuvieron presentes a lo largo de la celebración, ya que fueron los encargados de la liturgia de la palabra, la oración universal, la presentación de las ofrendas, y el coro.

En su homilía (descargar) el provincial de la Compañía de Jesús, Gabriel Roblero reflexionó sobre el Evangelio (Lc 9, 18-26) que nos lleva a preguntarnos por la identidad y el conocimiento interno de Jesús:  ¿Quién dice la gente que es? ¿Quién podemos decir nosotros que es Jesús? ¿Quién es realmente?: “Estas preguntas, que sólo pueden contestarse desde una relación vital, cobran mucho sentido en este Año Ignaciano para nosotros. Son preguntas que finalmente apuntan a un cambio de vida en el amor y seguimiento de quien nos ha marcado el corazón para siempre. Las respuestas sólo podrán brotar de la realidad, del contexto que vivimos como Iglesia y como sociedad”, explica.

De acuerdo al padre Gabriel, estos tiempos, en medio de una crisis sanitaria, con un cambio de Constitución, y luego de conocer los resultados de la Encuesta Casen que nos evidencian un aumento de la pobreza, “son tiempos importantes para redefinir nuestras identidades, pensar quiénes somos y hacerlo a imagen de Jesús de Nazaret, como nos lo pide San Ignacio. Tiempo de conversión de nuestros corazones y vidas para seguir los pasos del Señor y preguntarnos ¿a qué nueva vida nos llama el Señor?

¿A qué conversión somos invitados? Gabriel Roblero compartió tres ideas, a la luz del lema del año ignaciano “Ver nuevas todas las cosas en Cristo”: cultivar la paciencia, tolerando la frustración y aceptando cambios de planes. Vivir en Cristo es aprender a confiar que Dios conduce la historia, que no todo depende de nosotros y que nuestro orgullo y soberbia son inservibles ante el dolor del mundo. De seguro hemos aprendido a ser personas más sencillas. Un nuevo modo de buen vivir y con-vivir se ha presentado ante nuestros ojos, también en este tiempo de pandemia. La pandemia nos ha hecho sentir más compasión con los demás. Este rasgo, tan propio de Jesús, lo podemos seguir desarrollando. En la medida que más vamos conociendo a Jesús, también vamos saliendo hacia los otros, porque esa es la dinámica propia de su Corazón. La pandemia nos ha hecho preocuparnos por los que sufren. Tampoco relativizar el mal sufrido. Ser compasivos con otras personas significa estar, acompañar, apoyar. Y también dejarse apoyar.

“La propia crisis que vivió Ignacio, a partir de la herida que cambió su vida, le hizo abrir su horizonte a nuevos sueños. Hubo sueños que se rompieron, caminos que se cerraron, frustración, fracaso y dolor. Pero el Señor fue llenando el vacío con nuevos sentimientos, abriendo caminos, enriqueciendo con miradas nuevas. En este tiempo que vivimos, ver todas las cosas nuevas en Cristo implica mirar el dolor y sentir impotencia, pero ante ello aprender juntos también a ilusionarnos por un futuro mejor”, concluyó Gabriel Roblero SJ.

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