Muchos países de Latinoamérica están viviendo procesos electorales difíciles, marcados por el desconcierto ante las alternativas que se presentan y el no saber cómo ejercer un voto adecuado. Por este motivo les compartimos el artículo de Miguel Collado, publicado en Revista AURORA N° 18.
Con algunos grupos he compartido el tema de ‘discernir’, en el tiempo que vivimos en varios países latinoamericanos. Comparto algunos apuntes al respecto, que surgen a partir de la práctica del discernimiento y de las inquietudes que apreciamos para decidir sobre el voto. El objetivo de esta reflexión es proporcionar una ayuda para aplicar los criterios del discernimiento espiritual ignaciano en las decisiones que debemos hacer, como ciudadanos, en tiempos de elecciones en nuestros países.
Nuestra permanente inquietud de buscar y hacer la voluntad de Dios tiene aquí una aplicación práctica y directa. Somos miembros de una sociedad que está basada en un régimen democrático, donde los ciudadanos ejercen periódicamente un derecho soberano de elegir a quienes confiamos el poder de gobernar nuestros países, a través de regímenes con distintos poderes y con mecanismos para que, por la opinión del pueblo, se elija a presidentes, congresistas, gobiernos locales y, en general, a quienes representarán el sentir y la voluntad de la ciudadanía.
Somos, además, por nuestra fe, un pueblo en que nos reconocemos todos iguales, hijos de un mismo Padre, Dios, quien con amor nos ha regalado la libertad de actuar y decidir lo que queremos hacer con nuestras vidas individuales y colectivas. Como respuesta a su amor y gracia, buscamos siempre cuál será su voluntad para nosotros y procedemos en consecuencia.
Las decisiones sociales y los discernimientos espirituales se cruzan y se unen en nosotros, como ciudadanos que somos y que abrazamos una fe concreta y específica. Creemos en los valores de Jesús expresados en su Evangelio, que para nosotros son valores centrales e irrenunciables: el amor, el perdón y el servicio que nos conducen al respeto, la fraternidad, el crecimiento humano, la justicia, y la dedicación y atención especial a los pobres.
Cuando elegimos a quienes les entregamos el poder de gobernar la sociedad, lo hacemos confiados en que respetarán estos principios básicos, irrenunciables de nuestra fe.
Dios siempre ha estado preocupado de las relaciones humanas entre sus hijos, para que sean fraternas, solidarias y no despóticas. Ya en el Antiguo Testamento, Dios le manifiesta a Moisés su preocupación por su pueblo que está sufriendo en Egipto la tiranía del faraón. Y le pide a Moisés que actúe para que su voluntad de proteger a su pueblo se lleve a cabo. Dios nos pide a nosotros que tomemos acción en la sociedad: a algunos tomando cargos de gobierno, a otros participando activamente en movimientos organizados de partidos políticos y a todos, su participación para elegir a quienes llevarán a cabo su voluntad desde los gobiernos.
Dios nos quiere activos en nuestra sociedad y quiere que nosotros seamos sus agentes, para que anunciemos su voluntad y denunciemos lo que va en contra de ello. Tradicionalmente, a quienes tienen ese rol se les ha denominado “profetas”. Y ese es nuestro rol en nuestra sociedad: ser profetas.
El profeta contempla lo que ocurre con los ojos de Dios, escucha lo que la gente pide con los oídos de Dios y luego, con esa imagen y con ese clamor, siente como Dios siente y se pone en camino para anunciar lo que Dios quiere y denunciar cómo el pueblo se puede estar apartando de su voluntad.
Llevemos a cabo, entonces este ejercicio profético con la realidad de nuestros países.
- ¿Qué vemos, qué oímos con los ojos y los oídos de Dios?
- Contemplemos a toda la sociedad… especialmente los más débiles… los que necesitan más ayuda de sus hermanos. ¿Qué sentirá Dios en su corazón?
- Poner el corazón en esto … ¿qué sentimos es prioritario? ¿Cuál será la voluntad de Dios con nuestro pueblo?
- Entonces, el siguiente paso es trabajar y actuar para que se haga su voluntad. ¿Cuál será la acción que nos corresponde desarrollar aquí y ahora?
Necesitamos elegir las personas adecuadas para que lleven a cabo la voluntad de Dios con su pueblo. Recibimos como herencia ignaciana, en los Ejercicios Espirituales, un método para elegir, que podemos adaptar para llevar a cabo esta tarea. Allí, Ignacio nos señala como hacer elección (EE 169 y siguientes).
A modo de preámbulo nos advierte que es necesario tener una actitud de ‘indiferencia’ sobre lo que elegiremos. Tenemos que ser libres, no sentirnos obligados a una cosa u otra. En términos de nuestro voto en las urnas, se aplica en que debemos tener cuidado de:
- No votar por quienes nos ofrecen beneficios y privilegios particulares y egoístas para nosotros, en lugar de que sean por el bien de la sociedad. A veces cuesta por nuestro egocentrismo, pero es necesario liberarnos de esos afectos previo a la decisión.
- No al voto ideológico. La tentación de seguir ciegamente una ideología que podamos abrazar temporalmente es otra falta de libertad. Cuidémonos de estar cegados por lo que hemos seguido en el pasado. Tenemos derecho a ser libres para decidir por quien vamos a votar.
- No al voto amistoso por quienes se han ganado nuestra simpatía con actitudes superficiales o con obsequios o promesas vanas que pretenden comprar nuestra libertad. Podemos ser muy amigos de un candidato o candidata, pero es muy importante discernir si su opción es o no la que Dios quiere para nuestra sociedad, independiente de nuestra relación de amistad.
- Por cierto, si militamos en algún partido, este principio se contrapone a tener que votar por quien haya decidido el partido. Si no podemos liberarnos de esas obligaciones, no hagamos discernimiento espiritual diciendo que buscamos la voluntad de Dios. Decidamos el no discernir y renunciemos a esa libertad, siguiendo lo que me obliga el grupo al que pertenezco. O bien, en el secreto del voto expresemos lo que realmente queremos, independiente de lo que el colectivo proponga.
- Del mismo modo, corresponde como cristianos no renunciar al regalo de Dios de decidir con Él yendo a pedirle a las autoridades eclesiástica que disciernan por nosotros sobre lo que debemos hacer. Las autoridades de la Iglesia no reemplazan nuestro discernimiento, que solo se ve influido por los deseos del Padre y que debemos discernir personalmente.
- Tampoco podemos caer en la tentación de influir en nuestros acompañados, dirigiéndolos espiritualmente hacia donde nosotros creemos, anulando su capacidad de decidir lo que Dios quiere revelarles. Nuestra misión pastoral como acompañantes ha de ser iluminarlos con el método, sin influir en la decisión
Lo central aquí es buscar, encontrar y sentir la voluntad de Dios.
Es también un preámbulo ignaciano el cuidar que nuestras opciones no vayan en contra de nuestra comunidad de hermanos, en contra del bien común de la sociedad. Y lo central es que respetamos la libertad de cada uno de discernir personalmente y hacer valer nuestro derecho a ello.
Antes de discernir, es necesario contar con todos los antecedentes necesarios para poder elegir bien. Entonces, tarea previa es informarse bien. Algunas fuentes de información son:
- Biografía. Buscar y conocer los antecedentes biográficos de los candidatos: estudios, profesión, actividades y cargos previos. Internet tiene mucha información fácil de encontrar para ello.
- Su pensamiento. Investigar para entender cuál es su forma de pensar y de actuar.
- ¿A qué corriente política pertenecen?, ¿a cuáles han pertenecido previamente?, ¿qué cargos han tenido anteriormente en su vida de servicio público?
- El voto, más que por una persona, es por un proyecto para la sociedad; más que por una persona, es por un equipo. Por lo que es muy importante conocer del proyecto y conocer el equipo que le acompaña.
- ¿Qué propone el candidato? ¿con quienes está? Dime con quién andas…
- Preguntar a quienes le conocen, leer sobre él o ella, si ha publicado algo es importante conocerlo.
- Buscar pronunciamientos del candidato o candidata sobre las razones que proclama para que votemos por el o por ella, en lugar de sus competidores.
- Verificar si su posición ante temas valóricos sintoniza con nuestros valores cristianos, que nosotros acuñamos desde el Evangelio de Jesús.
- No dejar de considerar si hay algún impedimento conocido para que ejerza adecuadamente el cargo al que postula.
Con estos preámbulos cumplidos, nos avocamos al centro del discernimiento: a buscar la voluntad de Dios para elegir a una persona para un cargo determinado
¿Cómo se manifiesta la voluntad de Dios? Ignacio define dos estados que nos ayudan a sentir las mociones o impulsos, señales de la voluntad divina: consolaciones y desolaciones. Lo que nos acerca a El y lo que nos aleja de El.
Dios es esencialmente amor. Esa es nuestra profunda fe. El Dios en que creemos los católicos es un Dios que solo ama. Y como ama inmensamente, es capaz de perdonar siempre. Es un Dios que no quiere ser servido, sino que siempre está tratando de servir a su creación: nosotros, para que seamos felices y tengamos vida plena.
Quien está consolado, se le nota porque ama, perdona y sirve. En el amor cabe una aclaración. No estamos hablando aquí del amor sentimental o del amor de lazos familiares o del amor sexual. Estamos considerando el mandamiento del amor de Jesús en el Evangelio. El que los griegos denominan ‘ágape’, que no es un sentimiento romántico que surge solo y que también se acaba, sino que es una forma deliberada de mirar al otro y de relacionarnos fraternalmente buscando siempre el bien del otro, no dañarle, que sea feliz. La palabra más apropiada para diferenciarlo en castellano es ‘caridad’. Es la forma que Dios se relaciona con nosotros, nos ama al extremo, gratuitamente, independiente de lo que hagamos por El.
Discernir es decidir … ¿qué quieres Señor que haga? … ¿por quién votar? Ignacio, en los Ejercicios Espirituales, define tres tiempos para elegir:
- Primer tiempo. Sin duda alguna, es cuando sentimos que tal persona es la que Dios quiere en este cargo y tengo certeza de ello (cuidado que puede ser liviana esta opción, puede que no haya tenido suficiente libertad para optar).
- Segundo tiempo. Hay movimientos espirituales. Aquí se trata de sentir con cual elección siento mayor consolación, con cual creo que Dios opta: dónde hay más ágape, perdón y servicio; con quiénes siento mayor desolación, porque me parece que se alejan de los valores del Evangelio.
- Tercer tiempo. Tiempo tranquilo. No aparece una opción en que sienta más consolación que en otra. Allí Ignacio indica varias formas de decidir. Tomaremos solo algunas de ellas que se aplican mejor en nuestro caso de elección para nuestro voto.
- Pro y contra, del candidato, de su proyecto, de su equipo. Hacer listas, visualizarlas en su conjunto y verificar si con ello me acerco al segundo tiempo y comienzo a sentir mayor consolación por una u otra opción. Elementos a tomar en cuenta serán su profesión, su edad, género, experiencia previa, partido en que milita o independiente pero ligado a una corriente ideológica o independiente a secas.
- Tratar de explicarle a un tercero que no conoce a los candidatos, cuáles son los motivos por lo que votaríamos por uno o por otro. ¿Qué sentimos explicando nuestro voto a un tercero?, ¿paz?, ¿inquietud?
- Ante igualdad de situaciones, aplicar el Magis ignaciano. Si todos son buenos ¿cuál es el bien mayor? Si todos son malos ¿cuál produce el mal menor?
- En oración, explicarle a Jesús la decisión de voto que estamos tomando, explicarle por qué nos parece mejor una u otra opción, y por qué, con esa opción, ayudamos más a que nuestra sociedad se parezca más al Reino soñado por el Padre.
Existe la posibilidad de votar en blanco o anular el voto: ¿a quién favorece mi abstención? Abstenerse ya es una opción; la idea es evitarla, la idea es marcar una preferencia, pero si no tenemos inclinación clara, es preferible a no ir a votar. Hay que ejercer el poder ciudadano de expresar nuestra preferencia. Lo que debemos evitar es la no participación, porque somos miembros de esta sociedad y nuestro voto contribuye en la misma proporción que la de otros a constituir a los gobernantes.
Por último, al discernir por candidatos o candidatas, aplicar el perfil del político cristiano que, hace años, el P. Pedro Arrupe S.J. recomendaba a la Comunidad de Vida Cristiana, definiéndolo como:
- “Una persona de profunda fe y oración, que por amor a Cristo sirve a sus hermanos en la consecución del bien común a cualquier nivel”. Investiguemos bien. Nuestra opción ¿es una persona de fe?, ¿está inspirada en los valores del Evangelio?, ¿cómo se nota?, ¿qué dichos y, mejor aún, que actos lo demuestran? Tener cuidado que aquí se trata, más que lo que declara, de cómo actúa. Recordemos que nos podemos encontrar con ateos que actúan como cristianos y personas que se dicen cristianas pero que sus acciones no lo confirman.
- “Una persona que no se encierra en el partidismo estrecho y oportunista”. Verifiquemos si es un cumplidor de las órdenes de partido sin discernirlas personalmente o es suficientemente libre para actuar según los valores que siente en cada acción que le toca decidir. Y su partido, ¿cuán cerca o lejos está de nuestros valores inspirados en Jesucristo?
- “Una persona de fuerte sentido de Iglesia, que se deja iluminar por la doctrina social y política de ella”. En lo social, nuestra comunidad eclesial se ha desarrollado en torno a la Doctrina Social de la Iglesia (DSI). ¿Su modelo de acción social está en resonancia con la DSI?, ¿en qué se ha notado aquello?
- “Una persona que, teniendo poder, usa del poder para servir y no cae en la idolatría del poder”. ¿Es una persona de servicio o más bien refleja un afán por ser servido?, ¿en qué situaciones se nota eso?
- “Una persona que inspira a los ciudadanos la confianza de que el político dice la verdad y la realiza”. ¿Es veraz?, ¿se le conocen acciones o intervenciones en que la mentira ha sido fuente de su acción?
- “Una persona estudiosa de los problemas y su contexto humano. Persona realista en la opción de las soluciones posibles”. ¿Cuánto conoce de la realidad social del pueblo más débil?, ¿se involucra con la realidad social o más bien la estudia a la distancia?, ¿cómo es su plan de gobierno?, ¿lo explica con claridad? ¿Explicita el ‘qué’ va a hacer, ‘cuándo’ lo hará y ‘cómo’ lo hará? Su plan ¿es factible de ser cumplido?, ¿entusiasma?, ¿a quienes favorece?, ¿plantea alternativas realistas -plan b?
- “Una persona humilde para saber consultar y escuchar a todos, y no sólo a sus partidarios o electores”. ¿Practica el diálogo?, ¿es más pronto a escuchar lo que se le plantea o trae discursos pre establecidos?, ¿conversa solo con los de su misma ideología o está abierto a dialogar con todos?
- “Una persona que confía en la fuerza de Dios ante las dificultades”. ¿Cómo es su fe?, ¿tiene la humildad de poner en manos de Dios las situaciones que le superan? (“Trabajar como si todo depende mí, pero convencido que al final todo depende de Dios.”)
- “Una persona que, partiendo de su propio testimonio de vida procura que en la sociedad se encarnen los valores evangélicos de respeto, fraternidad, crecimiento humano, justicia, dedicación y atención especial a los pobres”. ¿Cuáles de estos valores conocemos que se reflejan claramente de las acciones concretas que conocemos de su vida? ¿A cuáles se adhiere claramente? ¿A cuáles no? Los valores nos permiten anticipar como será su acción ante dificultades. Si por problemas ineludible no puede llevar a cabo su programa de gobierno, ¿con qué criterios llevará a cabo alternativas no programadas?
- “Una persona que sabe que este camino ya ha sido recorrido por otros con la ayuda del Señor”. ¿Se cree el mesías, líder único, primario y principal de su proyecto? O bien, se reconoce como parte de un proceso en que le corresponderá una labor importante y delicada, pero que es más que un logro personal, que es el de un colectivo que tiene predecesores y que tendrá sucesores.
Cuando creamos haber encontrado la persona por la cual nuestro voto se inclinará, hacer un momento de oración para presentarle al Señor lo que creemos es su voluntad. ¿Qué sentimos? confianza, seguridad, respaldo? adelante, proceder O ¿sentimos inquietud, duda?, ¿no estamos seguro? Repetir aquellas partes del proceso que más nos causen dudas o por donde no hayamos caminado.
Dependiendo del tipo de elección puede ser muy difícil o imposible cubrir todos los candidatos, si son muchos, por ejemplo (en Chile, para elegir constituyentes hay distritos con más de 80 candidatos). En ese caso, es preciso reducir el discernimiento por el colectivo al que pertenecen, descartando los de un colectivo que no esté inspirado en nuestros valores de respeto, fraternidad, crecimiento humano, justicia, dedicación y atención especial a los pobres. O bien, usando como antecedente las grandes cifras de encuestas de opinión y discernir sobre los más probables que estén con posibilidades de salir elegido. Lo óptimo es que este proceso detallado sea sobre dos o a lo más tres candidatos en cada cargo a elegir.
Lo que no puede faltar es oración para que sea el Espíritu Santo quien nos inspire en la elección. Que les vaya muy bien y que elijan a quien Dios quiere para que nuestra sociedad sea cada vez más cercana al Reino de Dios y que el Señor bendiga su elección.
Miguel Collado
Colaborador del Centro de Espiritualidad Ignaciana (CEI) de Chile. Encargado de la región de Valparaíso. Acompañante espiritual y de Ejercicios Espirituales