El Espíritu Santo pasó por aquí. Para el buen vivir en medio de la pandemia

Acompañando y conversando con jóvenes durante estas últimas semanas, he sido testigo del maravilloso y delicado paso de Dios por sus vidas. Ellos, sin saberlo, me ha revelado algunas claves para vivir la relación con Dios en medio de todo lo que está sucediendo. Reconozco que he tenido el descaro de llevar a mi vida, con gozo, aquello que por medio de ellos he ido aprendiendo de Dios. Hoy en el contexto de Pentecostés, el descaro será oficial, pues comparto con ustedes 3 frases, ideas ajenas y ahora anónimas, que podemos hacer propias, porque así de generoso es Dios con nosotros:
1. “Vivir el Reino de Dios, significa: Ser Interrumpible”.
Cuando tu hermano menor no te deja estudiar tranquilo, tu papá trabajando necesita que quites el internet del celular y tu hermana está ocupando para su clase el único lugar silencioso de la casa, la paciencia puede llegar a un límite. Somos muchos, los que no estábamos acostumbrados a dejarnos alterar los planes. Es que, hay algo en la rutina y la monotonía, que tiene que ver con la propiedad: “mi tiempo”, “mi espacio” y “mi expectativa”, incluso el compartir con otros, generalmente es: el tiempo que tengo destinado para eso y cuando “yo” quiero. No estamos acostumbrado a que el tiempo y el espacio del otro, irrumpa en mí.
El evangelio nos revela en Jesús a un hombre cuyos planes son completamente alterables. El Reino de Dios no dice relación con un “programa de gobierno”, sino con aquello que pasa cuando irrumpe la necesidad, en otras palabras, el Reino de Dios se hace presente cuando la necesidad de “otro” interrumpe a Jesús. Lo más maravilloso del actuar de Jesús se manifiesta cuando es interrumpido. Jesús se nos revela como: “el interrumpible”. Evidentemente todos necesitamos espacio personal, qué duda cabe, también Jesús se retiraba al monte a orar. Sin embargo, aquí puede haber un buen aprendizaje, no estamos hablando de aguantar, ni siquiera de tolerar, sino de desprivatizar un poco de mi vida, para que brille la vida del otro. Puede ser que al igual que en Jesús, lo más maravilloso nuestro también se manifieste allí (sin dudas las madres son expertas en esto).
2. “Dios también ha sido mi almohada”
Es importante reconocer a Dios como roca firme, esa roca que es el desde donde comenzar a construir algo y al mismo tiempo la seguridad y firmeza para resistir. “Edificar la casa sobre roca” (Mt 7, 21-29) es el consejo del propio Jesús en los evangelios. Sin embargo, en este tiempo, además de una roca protectora podemos reconocer a Dios como una confortable almohada, porque ella es garante de nuestro descanso cuando dormimos, es decir, cuando somos más vulnerables y también custodia y confidente de miedos y esperanzas. Hoy Dios quiere ser en mi vida roca y almohada.
3. “Se trata simplemente de saber: estar”
Atrás quedó el tiempo en que compartía con la familia con suerte al comenzar y terminar el día, atrás quedaron los domingos familiares que concentraban en la sobremesa una buena cantidad de conversaciones pendientes. Teníamos los tiempos marcados, ciertamente nos extrañábamos, pero disfrutábamos de aquellos pocos e intensos momentos juntos. Algo así era el contexto que describía un joven antes de decirme: “Ahora almuerzo con mi familia todos los días… al comienzo muy bien, pero ya no sabemos de qué hablar”.
En algún momento le propuse contemplar el pasaje del evangelio de Juan (1, 35-39) en que dos discípulos de Juan Bautista conocen a Jesús, lo acompañan a donde él vivía y permanecen con él aquél día, hasta “más o menos las 4 de la tarde”. Nuestro joven creativamente había imaginado a Jesús y los otros dos, almorzando y gustando de una larga y silenciosa sobremesa hasta las 4 de la tarde. Recuerdo la sonrisa en su rostro, al compartir la consolación que había significado aquella oración, pues recibió como gracia, que lo fundamental para conocer y cuidar a una persona no es tener de que hablar, sino simplemente saber “estar” junto a ella y eso es lo que hace Dios, en el silencio, la incertidumbre y el temor, él es quien: está.
Lo que no conocía este joven es que justamente así se revela el nombre de Dios en el antiguo testamento. Cuando Moisés pregunta a Yahvé su nombre (Ex 3,14) este responde: “Yo soy el que soy”, lo que es perfectamente traducible como: Yo soy el que está… el que estuvo… el que estará.
Cristián Viñales SJ – Coordinador Vocaciones

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