Celebrando el aniversario de esta institución, relatamos la vulnerabilidad en la que se encuentran miles de familias , a las cuales Fundación Vivienda apoya decididamente en su lucha por salir de la pobreza.
Por Valeria Zúñiga
A mediados de agosto, Ruby y su familia recibieron la noticia de que habían obtenido los fondos necesarios para mejorar la vivienda de emergencia que casi un año atrás habían recibido de la Fundación Vivienda. Así, terminaban ocho meses de acompañamiento del Plan de Apoyo Familiar de la Fundación, al que accedieron tras la donación del 100% de la vivienda que instalaron en el patio de la casa de un familiar. Este fondo estatal, les permitiría acondicionar el lugar que los acogería hasta que lograran el ahorro para postular a una vivienda definitiva, juntos como familia. Pero, treinta días después, todo cambió: Ruby, su pareja y sus cinco hijos fueron desalojados del terreno donde estaban instalados, siendo reubicados en un sitio municipal, revelándose una vez más su condición de vulnerabilidad. Así, siete personas, dos adultos y cinco niños (entre ellos una guagua de tres meses) quedaron sin más refugio que una vivienda de 19m2, armada a la rápida, sin agua potable, electricidad ni servicios sanitarios.
Familias como la de Ruby hay miles en todo Chile. Y son estas familias las que han acudido a Fundación Vivienda durante cincuenta años para buscar resolver, en forma transitoria, su problema habitacional. Originada en el departamento de Viviendas del Hogar de Cristo, la Fundación Vivienda nació en 1966 para entregar mediaguas a las familias que estaban desperdigadas por toda la capital luego de trasladarse desde el campo; familias que no tenían más que cartones para cubrirse, que dormían en la tierra, en condiciones que San Alberto Hurtado definió como “indignas de seres humanos”. Hasta hoy, La Fundación ha entregado más de 500 mil soluciones de emergencia, sacando a dos millones de personas de su situación de precariedad. Son más de mil las familias que, al año, reciben una vivienda de emergencia.
Si bien los números han bajado con el tiempo, la precariedad habitacional persiste y la pobreza y vulnerabilidad van tomando nuevos rostros. A fines del mes de septiembre, el Ministerio de Desarrollo Social presentó los resultados de la Encuesta CASEN 2015, que fue aplicada a 83.887 hogares de 324 comunas del país. Respecto de la pobreza por ingresos, se registró una baja de 2,7% entre los años 2013 y 2015: de 14,4% pasó a 11,7%. Sin embargo, como la falta de ingresos es solo una cara de la pobreza, desde 2013 se añadió una medición multidimensional: se evalúa la calidad de vida de las familias desde cuatro dimensiones: educación, salud, vivienda y trabajo, y seguridad social. En la medición de 2015 se sumó una quinta dimensión: redes y cohesión social. Un hogar se considera en situación de pobreza multidimensional, si presenta un 22,5% o más de carencias de acuerdo a los indicadores con que se miden estas cinco dimensiones.
Respecto de la medición con cuatro dimensiones, la Encuesta CASEN reveló que 19,1% de las familias se encuentran en condición de pobreza; 1,3% menos que en la versión 2013. Si se mide con las cinco dimensiones, esta cifra sube a 20,9%. “Sin duda es un avance que la nueva medición sea multidimensional, ya que nos permite ver con mayor certeza quiénes son los chilenos que se encuentran bajo la línea de pobreza. Sin embargo, no revela que un porcentaje importante de la población (70%) está en una situación de vulnerabilidad límite, con ingresos bajísimos, y que, ante cualquier problema, imprevisto o enfermedad, caerán en una situación de pobreza”, dice el director ejecutivo de la Fundación, Felipe Arteaga.
Ruby y su familia representan a las cientos de personas que son atendidas por el Programa de Emergencia Habitacional de Fundación Vivienda: familias que viven allegadas y hacinadas, en completa vulnerabilidad, sin un espacio digno en el que desarrollarse mientras esperan por una solución habitacional definitiva. Estas familias acuden a la Fundación por una vivienda transitoria, de emergencia, que instalan en el patio trasero de la casa de alguna persona que los acoge. Cualquier dificultad o problema los deja en la calle. Los datos disponibles con respecto a vivienda de la CASEN 2015, indican que los hogares hacinados bajaron de 9,3 a 7,1%, sin embargo (al cierre de este artículo), el Ministerio aún no liberaba los datos sobre déficit habitacional, que según la encuesta de 2013 ascendían a 459.556 viviendas, de las cuales 227.556 son allegados y hacinados.
Es la pobreza invisible, la que está dentro de las casas, en los patios, en los sitios eriazos. La pobreza multidimensional existe, pero no se ve. Ese 20% —1/5 de la población— está en el límite. “Por ellos tenemos que seguir trabajando. Hoy estamos frente a un problema de déficit estructural que no se hace visible, y el drama de las familias allegadas y hacinadas, cuya preferencia por ubicarse cercanas a sus redes, por la ciudad y la buena localización, no está siendo resuelta por las políticas habitacionales del Estado, ya que el énfasis continúa puesto en los proyectos construidos en la periferia de nuestras ciudades. Ante la escasez de grandes paños de terreno bien localizados, la alternativa de operaciones pequeñas, en densidad, permiten revertir ese problema y ser más pertinentes ante la demanda de los sin techo”, concluye Felipe Arteaga.
El Padre Josse Van Der Rest
Fue durante el año 1958 cuando Josse Van Der Rest, sacerdote jesuita nacido en Bélgica, comenzó a trabajar en el Hogar de Cristo. En esta institución, y muy de la mano del Padre Alberto Hurtado, nació la Fundación Vivienda. “Nosotros éramos una sección del Hogar de Cristo, y el año 1966 nos separamos y se hizo una personalidad jurídica aparte. La gerenta de ese momento no quiso que se llamara Hogar de Cristo, pero terminó todo muy bien: ahora somos tres instituciones juntas que trabajan en vivienda: Techo para Chile, Selavip —que trabaja a nivel mundial—, y Fundación Vivienda”, señala el P. Josse.
Las historias que por décadas ha contado el padre Van Der Rest hablan de que, acompañándose de un grupo de estudiantes, salían a levantar mediaguas buscando “crear un hogar para los que no tienen techo”, como consignara el Padre Hurtado en los discursos fundacionales de su obra. Sin saber mucho español y en los mismos años en que se unía al Hogar de Cristo, el P. Josse vivió en tres poblaciones: en la Colo Colo, en La Victoria y también a orillas del Zanjón de la Aguada. Allí aprendió a hablar directamente “en chileno”, algo que caracteriza hasta el día de hoy su particular manera de expresarse.
Segunda jornada de directorios de obras sociales
Se realizó durante mañana del sábado 28 de septiembre en la parroquia Jesús Obrero.