De adolescente destacó en el área científica y estudiar kinesiología o medicina eran las opciones profesionales. Pero este joven dudaba. No sabía si esas carreras podrían encausar el interés social y comunitario que lo movía. Dudaba, mientras participaba en la Fundación Casa de Acogida Cristo Especial con niños con discapacidad motora, trastornos cognitivos, en la fundación Joven Levántate dedicada a la rehabilitación de drogas y en comunidades de base de La Legua y Peñalolén. Estos pequeños servicios reforzaron la idea de responderse ¿qué estoy haciendo con mis talentos? La certeza era tener una patita en algo comunitario y estudiar una carrera, pero tampoco daba lo mismo dónde”, recuerda.
Germán ingresó a la carrera de psicología a la Universidad Alberto Hurtado el año 2004. En ese entonces la institución era pequeña: “Conocí la UAH por recomendación de algunos amigos, estaba partiendo y tenía una fuerte misión social. Éramos pocos, mucho menos heterogéneos que hoy.
¿Fue un buen lugar para ti?
Sí. Porque unía dos cosas: formarse académicamente para la sociedad con una experiencia y sensación familiar. Los compañeros y profesores mayores eran de una relación muy cercana. Me sentí muy en casa académicamente en un espacio interesante donde la gente quería estudiar.
¿Esta vocación de servicio y ahora de cura se despierta en la Universidad?
El colegio dinamizó un montón de cosas, pero la Universidad cuajó procesos más profundos. Mis primeros años de psicología pololeaba, era de tener amigos, carretear y el tema vocacional se enriquecía por las diversas experiencias de encuentros y servicios sociales, pero mi rollo iba por el lado de cómo estoy gastando mi vida. Y ahí la pregunta: ¿Cómo estoy mirando lo que quiero? Y me di cuenta que estando solo en lo académico me estaba secando.
Fue en los trabajos de verano donde conoció a Cristián del Campo, actual provincial de la Compañía de Jesús. “¡Y todo partió desde los trabajos de verano! Y luego los ejercicios ignacianos, que fue una experiencia súper potente. Cristián me presentó a Pablo Walker, ex director del Hogar de Cristo, que en ese entonces era el encargado de las vocaciones. Yo tenía claro que el tema vocacional era algo importante, pero necesitaba tiempo de maduración”, cuenta.
¿Y pensar más en serio significaba conversar con la polola?
Así es, en ese entonces salía con una chica, decidí terminar con ella y decirle que quería ser cura.
¿Cómo lo tomó?
Fue muy dura conmigo. Para una mujer es muy complejo, porque con quién se enoja: con Dios, conmigo, con quién. Terminar con ella me regaló mucha libertad porque no podía estar en dos veredas.
¿Sentiste miedo?
Sí, sentí miedo porque estaba terminando la carrera. Pero Cristián del Campo me acompañó y poco a poco empecé a responderme mis grandes dudas. Hice los ejercicios espirituales, llegó enero y me preguntaron ¿postulas o no? Y dije sí.
Germán hizo dos años de noviciado en Melipilla y por haber estudiado en la UAH, la filosofía se centró en hacer seminarios y cursos complementarios. Luego realizó dos años de magisterio en Tirúa con las comunidades indígenas, con el Hogar de Cristo y luego en Colombia estudió teología en la Pontificia Universidad Javeriana. “Fue súper intenso, lo pasé increíble en Colombia, viví en una casa internacional con compañeros de Argentina, México, Bolivia, Brasil, República Dominicana, Inglaterra, Paraguay, Estados Unidos, Centro América. Después regresé a Chile y asumí mi misión actual: medio tiempo en el Colegio San Ignacio de Alonso Ovalle como capellán de los 6°, 7° y 8°, de los scouts y de los chicos de la CVX y el otro tiempo estoy estudiando la especialidad de Psicología Educacional en la UAH.
Como jesuita te sumas a una Iglesia fracturada donde todos los días aparecen nuevos nombres de sacerdotes acusados de abusos: ¿Cómo te sumas en este contexto?
Es potente, uno se pregunta cómo se celebra hoy ser cura en un contexto donde te da vergüenza el modo que ha tenido la iglesia de ejercerlo. Siempre pensé que la formación de la Compañía me volvería más capaz y apto en cuanto a todo lo que estaba haciendo, pero centrado fundamentalmente en lo intelectual. Sin embargo, he sentido que a lo largo de los años, la formación de la Compañía me ha hecho fundamentalmente más capaz de reconocer mi propia humanidad y por qué te digo esto, porque la iglesia de hoy, los curas jóvenes, hemos experimentado una transformación lenta, pero significativa de cómo involucrarnos en esta realidad. Para nosotros es evidente trabajar con liderazgos que se construyen colectivamente, para otros esto puede ser obvio, pero no lo es, porque antes tenías el cura héroe, intocable, que tomaba las decisiones, el dueño de la obra. En el contexto actual nos demandan otros lenguajes, otros modos de relacionarnos, otras formas de entender el poder, donde las respuestas no están en el cura, y eso es un salto cualitativo que espero que sea esperanzador para la iglesia.
El descrédito es una tarea difícil que tendrán que enfrentar los nuevos sacerdotes como tú
Es fácil dejarse llevar por la desesperanza y creer que todo está mal, lo cual el peligro puede ser volvernos en cristianos espectadores que no se hacen cargo y parte de la realidad. Una cosa es la iglesia jerárquica que da señales equívocas, pero no nos sostiene los obispos, sino la experiencia colectiva, la de fe de las comunidades de base, donde hombres y mujeres se juegan la vida por la construcción de una sociedad más justa e inclusiva. Sé que ser cura hoy es una locura porque en el contexto actual es meterse en las patas de los caballos.
Fuente: Universidad Alberto Hurtado.
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