Historias de mujeres y esperanza

Testimonios de mujeres ligadas a comunidades, instituciones y obras de la Compañía de Jesús en Chile, que se esfuerzan día a día por contribuir con el bienestar de los suyos y de su entorno.

Por Constanza Núñez y Javier Ríos
Artículo publicado en revista Jesuitas Chile n.56

Directora Mixzi Castro: inspirando con los valores ignacianos en la educación escolar

Educadora con larga trayectoria en colegios vulnerables, nos comparte cómo los valores jesuitas guían su trabajo diario y cómo ha aplicado su experiencia en la Compañía de Jesús para liderar la Escuela San Ignacio de Calera de Tango, inspirando a estudiantes y formando ciudadanos comprometidos.

Cuando Mixzi Castro llegó a trabajar a la Compañía ya era reconocida como una destacada profesora de matemáticas y de religión en enseñanza media. Después de vivir en la región de la Araucanía y trabajar en colegios vulnerables, tanto particulares como subvencionados

pertenecientes a la Congregación de las Hermanas de la Santa Cruz, decidió establecerse en Santiago y, entre las opciones que se le presentaron, la que más la atrajo fue la ofrecida por la Compañía, ya conociendo el trabajo que se realiza en la Fundación Loyola. Esta elección estuvo motivada por su afinidad con la espiritualidad ignaciana, habiendo participado en retiros y siendo acompañada por jesuitas en diversas ocasiones. Desde entonces, su relación con la Compañía se ha fortalecido. Hoy trabaja como directora de la Escuela San Ignacio de Calera de Tango, una oportunidad que aceptó con entusiasmo y que la llevó a asumir el cargo en diciembre del año pasado. Este nuevo rol le ha permitido ejercer un liderazgo desde una perspectiva distinta, pasando de educar directamente a los niños a dirigir la Escuela, donde continúa aplicando su experiencia y los valores jesuitas en su labor educativa diaria.

— ¿Cómo te inspiras en los valores ignacianos para desarrollar tu trabajo?

“Recién comencé este nuevo trabajo en la Escuela San Ignacio, y para mí fue un tremendo regalo y una oportunidad para poder ejercer un liderazgo desde otra vereda. Ha sido también una bonita experiencia. Hay varias cosas que me han marcado: primero, tiene que ver con esa búsqueda de la justicia social a través de la educación, y también con impartir una educación de calidad. Confiando, y con la idea de dejarse afectar, de repente tomar distancia y volver a contemplar la realidad. Eso ha sido muy relevante porque desde siempre he tenido el deseo de aportar. Por otro lado, algo que me motiva mucho tiene que ver con el Magis, cómo apuntamos hacia allá, buscando siempre de alguna manera el bien mayor, universal”.

En la Fundación Loyola, Mixzi trabajó desde marzo de 2016, acompañando la gestión académica de cuatro colegios. Aunque los desafíos iniciales fueron significativos, con el paso de los años logró ampliar su equipo y aumentar su impacto en los establecimientos. Además, dentro de los estudios en estas áreas, obtuvo un Magíster en Gestión y Dirección Educacional.

— La Compañía de Jesús tiene una rica tradición de servicio. ¿Cómo describirías la importancia del trabajo en equipo y la colaboración dentro de la Compañía en la realización de proyectos y el cumplimiento de su misión?

“Es fundamental. Se puede ver en la realización de los proyectos. Esto ha sido muy importante en los últimos años. Donde he estado, siempre busco hacer un aporte a las comunidades educativas, ir creciendo, lo que evidentemente, con el tiempo, implica utilizar más recursos humanos. Hemos entendido que se tiene que trabajar más en conjunto. Hoy tenemos una Oficina de Educación para todos los colegios, y nos permite llegar a puerto con ciertas cosas que tal vez antes eran impensadas. Contamos con un plan estratégico común que permite tener foco en ciertas líneas estratégicas”.

— ¿Podrías compartir con nosotros alguna experiencia significativa que hayas vivido trabajando junto a la Compañía de Jesús? ¿Cómo te ha impactado esa experiencia y de qué manera ha influido en tu compromiso con los valores jesuitas?

“Una de las cosas que más me impactó fue lo que hicimos en el tiempo de pandemia. Realizamos lo infinitamente posible para poder acercar el aula a los estudiantes, a sus casas, y eso tiene que ver con casas en las que incluso no había celulares, no había conexión a Internet, entonces nosotros llevábamos un tablet, lo que fuese para poder ayudarles con su experiencia pedagógica. Sin embargo, jamás imaginamos lo que podríamos experimentar: por ejemplo, a través de la pantalla pudimos ver a niños en situaciones de gran pobreza, estando hacinados en piezas de tres por tres. Fue un impacto realmente brutal para todos. Muchos de los docentes que lograron trabajar en ello tuvieron gran coraje para ‘soltarse las sandalias’, al estilo Moisés y entrar en esa Tierra Sagrada. Esa experiencia nos sensibilizó mucho para entender lo que realmente pasaba en muchas familias, y suscitó mayor compromiso, mayor valoración de la familia y sus esfuerzos”.

— ¿Cuáles son las características o cualidades específicas que la Compañía de Jesús busca en los docentes que forman parte de sus colegios y escuelas?

“Es importante que tengan claridad de cuál es el proyecto al que se están sumando, por tanto, una característica importante es que sean docentes que se camiseteen por ese proyecto. Que se identifiquen. Nosotros fuimos claros en los discursos, indicamos cuál es la misión de nuestros colegios. Y no es cualquier misión, ¡no!… no es la del colegio de enfrente. Los colegios ignacianos tienen una misión distinta en la sociedad, y eso es importante. Los docentes deben saber que sus estudiantes pueden cumplir sus sueños y no tienen que ponerles límites. Además, deben estar en continua actualización y formación, buscando el fin mayor y común, buscando el Magis”.

Angélica Pérez Pilcamán: líder mapuche y tejedora que promueve la tradición a través del arte ancestral

Según los jesuitas de Tirúa, Angélica Pérez Pilcamán “parece pulpo”. Y no exageran. Pasa que en la organización de Mujeres Mapuche Lavkenche Relmu Witral las hace todas. A esta asociación de tejedoras entró muy joven, antes de ser mamá y formar familia… o agrandar su familia que tiene en Renquiwue Chico, porque para ella “cada mujer tejedora es una hermana”.

Partió como socia y llegó a ser presidenta de esta asociación que cumplió veinte años y que se dedica a fomentar las tradiciones mapuche a través del tejido. Son decenas de socias que trabajan día a día para mostrar su trabajo en todo Chile. Hoy, Angélica es parte de la coordinación y es clave en las actividades de los socios y las capacitaciones: conocimiento grupal, mejoramiento de técnicas de tejido de telar en innovación, fortalecimiento de su identidad mapuche y temas de desarrollo para mujeres. Además, está encargada de la parte comercial, situando en el mercado estos productos auténticamente hechos a mano.

Ella nos cuenta cómo la cosmovisión mapuche, la comunidad jesuita de Tirúa y el esfuerzo de mujeres de la zona confluyen para el desarrollo del sector.

— En la labor que hacen se ven reflejados el compañerismo, el trabajo duro y comunitario. ¿Cómo logran aplicar estos valores y que se vean reflejados en sus tejidos?

“Vivo en el sector de Renquiwue Chico, que es una comunidad. Viajo todos los días al pueblo de Tirúa, a la sede donde está la tienda y la oficina. Todo lo hemos conseguido a través de proyectos. Se puede apreciar el gran trabajo que hemos hecho. La Relmu funciona de la siguiente manera: está compuesta por 13 grupos pequeños, todos unidos en una asamblea grande de 86 mujeres. De ellas, nos representan cinco socias que forman parte del equipo directivo. Pero estos grupos están insertos en las comunidades, que están a nivel de la comuna de Tirúa. El trabajo comunitario o asociativo que hacemos viene desde nuestros ancestros, reflejando que anteriormente todo se trabajaba en comunidad. Lamentablemente son muy pocas las comunidades que trabajan de manera conjunta hoy en día, todo se hace más en el tema del individualismo”. “Nosotras, como mujeres mapuche, hemos querido mantener esa tradición, trabajar de manera conjunta, porque sabemos que de manera individual no somos tomadas en cuenta. Nos ha ayudado para fortalecernos como mujeres, fortalecernos como agrupación y poder vender nuestros productos. Mostrar parte de nuestra cultura, de nuestras raíces… Mostrarnos al público, presentar el tejido textil tradicional mapuche, darle un valor”.

— ¿Cómo funciona la Relmu y de qué manera logran que cada socia pueda mostrar su trabajo y su cariño hacia ese trabajo?

“Las socias, cada una de ellas teje en su casa. Para ser socia se pasa, primero, por un proceso de capacitación, para el cual se debe entregar una muestra. Así se sabe si está al nivel de todas, porque hacemos un ‘control de calidad’ bajo los parámetros de comercio justo: el tejido debe tener la medida justa, estar bien teñido, ser un tejido con cariño y con el que el cliente quede satisfecho”. “Colocamos un listado de productos todos los meses y, de acuerdo con eso, la tejedora hace sus piezas, va tejiendo según sus habilidades: tenemos socias tejedoras a quienes les gusta tejer alfombras, frazadas, bajadas de cama, y hay otras que están más viejitas y no pueden tejer a telar, pero lo hacen a palillo: gorros, calcetas, por ejemplo. Realizan el proceso completo, el hilado, el teñido, el urdido. Todo lo teñimos con hierbas, frutos, hojas, líquenes. Y para obtener nuevos colores y sus variedades de tonalidades, lo hacemos con la ‘cochinilla’. Una tejedora piensa en el producto que quiere hacer, en el color que quiere darle a su hilo y el diseño con el que quiere trabajar. Lo siente, lo piensa, cierra los ojos, lo sueña y dice: ‘Yo voy a hacer este dibujo’, y lo hace tal cual se lo imaginó, colocándole mucho cariño y amor”.

— La comunidad jesuita de Tirúa trabajó con ustedes desde el principio. ¿Cómo ha sido conocer a los jesuitas que viven ahí y cómo se ayudan entre todos para lograr resultados en los proyectos?

“Sin duda, ha sido importante el trabajo comunitario y el apoyo que hemos tenido por parte de los jesuitas. Desde que nos conocimos se han encargado de asesorarnos para mantener esta asociación unida, porque sabemos que hoy es muy difícil. Muchas veces las agrupaciones se pelean, se separan y nosotras ya cumplimos veinte años, nos sentimos orgullosas y queremos seguir cumpliendo años. Queremos seguir traspasando fronteras con nuestro tejido y dejando el legado a las generaciones que vienen. Conocimos al padre Pablo (Castro sj). Fue él quien nos instó a unirnos, a juntarnos y a apoyarnos en todo. Nos ayudababal principio con la documentación, con lo que se requería para formarnos como asociación.

Luego, el padre Carlos (Bresciani sj), y ahora el padre Juan Eduardo (Fuenzalida sj). Ellos nos asesoran, están disponibles para lo que queramos en torno al trabajo. De repente, si necesitamos locomoción o traslado para buscar la materia prima, siempre están disponibles. También son importantes en asesorías o para las cosas legales. Pero lo más relevante es que ellos siempre están disponibles para escucharnos, para darnos un abrazo; han sido súper fundamentales. Es muy bueno tener una mirada externa. Aunque ellos no nos dicen lo que tenemos que hacer, porque como mujeres siempre les hemos dicho: ‘Nosotras sabemos lo que tenemos que hacer’, y respetan nuestras decisiones. No nos vienen a imponer, son súper respetuosos en ese sentido, por eso los queremos. Han sido una parte fundamental”.

Gleddys del Valle España: paramédico y técnico en administración con alma de ayudar a los demás

Gleddys del Valle España tiene 52 años. Oriunda de Venezuela, actualmente trabaja en una empresa de aseo, realizando la limpieza en un supermercado, donde lleva un mes. Está ubicado en Mirasol, Puerto Montt.

Comenta que anteriormente trabajaba en el emprendimiento de su hijo, pero que las finanzas no daban para pagar la renta de los dos. Nos cuenta que le dijo a su hijo: “Voy a buscar trabajo por mi lado”. Él se quedó en el negocio donde trabaja desde las 11 am hasta la media noche, y ella se desempeña haciendo aseo desde las 13:30 hasta las 21:30 horas. Gleddys va a cumplir cuatro años viviendo en Puerto Montt. “Llegué directo a Puerto Montt, porque aquí están mis hijos y toda mi familia”.

— ¿Cómo se relacionó con el Servicio Jesuita a Migrantes?

“Conocí a Nadia, jefa de la oficina de la ciudad. Ella llegó al local donde trabajaba con mi hijo. Fue por una sopaipilla y ahí entablamos una conversación. Me ayudó con mi esposo en el trámite de la visa definitiva”. “El SJM es una esperanza para los migrantes. Lo he recomendado a muchísimas personas. A todos les ha ido súper bien con la fundación, les han prestado apoyo, los han ayudado con sus documentos”. Dice que ha tenido que recurrir a Nadia porque se ha transformado en un apoyo, y agrega que “Dios me la envío hasta el local, si no hubiese sido así quizás no hubiese conocido a la fundación”.

— ¿Cómo ha sido vivir en Chile?

“Nosotros, cuando vinimos a Chile, lo hacíamos por tres meses, y ya vamos para cuatro años”. Agrega que el frío a veces los atormenta un poco, y que nunca pierde la esperanza de volver a Venezuela para reencontrarse con el resto de su familia. “No ha sido tan difícil la situación, pero tampoco tan fácil. Hay que luchar”.

— ¿Cuál es su vocación?

“Me gustaría ejercer mi carrera de paramédico. En Venezuela trabajé diez años. Lamentablemente no he podido ejercer la parte de la salud. No he convalidado papeles, quizás por miedo al rechazo, a que me digan que no”.

— ¿Cuál es su sueño?

“Mi sueño sería estar bien, tener un empleo digno con un salario digno, prestar apoyo a personas necesitadas, porque siempre me ha gustado dar más que recibir. Poder ayudar a las personas; ese sería mi sueño”. “Gracias a Dios, con mi familia somos muy unidos, a pesar de que cada uno tiene sus ocupaciones y sus roles. Estamos para apoyarnos, y para todos a quienes podamos prestar apoyo”. JCh

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