“Nuestro impulso, nuestro motor, tiene que ser hacer el bien por los demás”

El 12 de noviembre finalizó en Roma la Congregación General 36 (CG 36) de la Compañía de Jesús —órgano supremo de gobierno de la Orden y único órgano legislativo—, la cual tuvo como principal objetivo elegir al sucesor del P. Adolfo Nicolás, Superior General desde 2008, y quien presentó a la CG su renuncia al cargo. En su reemplazo fue elegido el padre Arturo Sosa, de la Provincia de Venezuela.
El P. Pablo Castro, delegado electo por los jesuitas chilenos, junto al P. Cristián del Campo, participaron del encuentro en Roma. Conversamos con este último acerca de lo que fue esta significativa reunión, de lo que viene para la Compañía universal y para la Provincia chilena en particular.
¿Qué es lo más inmediato que se puede concluir de la CG 36?
Una primera conclusión es que todo lo que rodeó a la elección del nuevo General dio bastante paz. Fue un buen proceso. Era evidente que había que aceptar la renuncia del padre Nicolás. Y se escogió a un buen sucesor. Además, se eligió a un buen equipo que lo acompañará en sus tareas. Una segunda conclusión es que, dado que la Congregación anterior se había realizado hace solo ocho años, probablemente no surgirían en esta, a nivel de documentos o decisiones, grandes novedades. Pero sí se harían correcciones o revisiones de algunas cosas que se decidieron en la CG 35 y que serán importantes para el gobierno ordinario del nuevo General. Por último, destaco, más como una constatación que una conclusión, el hecho de que se apreciaba que somos una Compañía, pero que al mismo tiempo es tremendamente diversa, lo que es notable.
¿Esa diversidad es una novedad de esta Congregación en relación con las anteriores? ¿Se apreció alguna otra?
No es una novedad, pero esa diversidad se nota cada vez más. Las provincias tradicionalmente más numerosas, o las que fueron regiones más grandes, van teniendo menos jesuitas, y las históricamente más pequeñas, tienen ahora más. En la Congregación se veía mayor presencia africana, india y del Asia Pacifico. Hay un cambio demográfico en la Congregación que representa el cambio demográfico de la Compañía universal. Lo otro fue darnos cuenta que, paradójicamente, tener un Papa jesuita nos desafía mucho más, porque este Papa va a un tranco rápido; creo que más rápido que nosotros. Entonces, esa Compañía que tradicionalmente por su espiritualidad y misión había ayudado a empujar las fronteras de la Iglesia, hoy se encuentra con un Papa que va más adelante que ella en ese empujar las fronteras.

Lo que viene para la Compañía

¿Qué nos puede decir del nuevo Padre General?
El padre Arturo combina muchas cosas que son bien esenciales para el cargo. Para empezar, es un muy buen religioso, y eso evidentemente es lo primero que uno valora. Segundo, es una persona con mucha experiencia de gobierno. No solo ad intra de la Compañía, como Provincial de Venezuela o delegado de las Casas Internacionales de Roma, sino también hacia afuera, porque fue por cerca de diez años rector de la Universidad Católica del Táchira, en Venezuela. Eso implica gobernar una institución importante y compleja como lo es una universidad. Y lo hizo, además, en un contexto socio político muy difícil como el venezolano. A ello se añade el hecho de ser latinoamericano: mira el mundo desde un ángulo distinto, y tiene una sensibilidad especial por la suerte de los más pobres, por los grupos más marginados.
En su visita a la Congregación, el Papa habló de tres formas de caminar para la Compañía: 1) Pedir intensamente la consolación. 2) Dejarse conmover por el Señor puesto en Cruz. 3) Hacer el bien de buen espíritu, sintiendo con la Iglesia… ¿En qué se traducen estos tres puntos?
A veces se nos olvida que san Ignacio, en los Ejercicios, nos invita a pedir mucho la consolación. La consolación no llega sola, hay que pedirla. Pienso que el Papa dijo eso porque está convencido de que si hay algo que necesita la Iglesia —y por extensión nosotros, los jesuitas— es que debemos mostrar un rostro que refleje la alegría de creer. Para aquellos que lo están pasando mal, especialmente en provincias que han vivido momentos difíciles, es muy importante reflejar esa alegría, de lo contrario la gente no creerá en nosotros; predicar con la “cara larga”, no sirve de mucho. Lo segundo, es ratificar aquello que nos ha inspirado como Compañía, especialmente desde el P. Arrupe en adelante: sabiéndonos pecadores, nos sentimos llamados a tomar nuestra propia cruz para estar cerca de los crucificados de nuestro tiempo. Jesús nos vuelve a llamar a que nos pongamos cerca de quienes viven en pobreza, en marginación, en situaciones de guerra. Lo tercero, es que el Papa nos insistió en recordar ese impulso originario en san Ignacio y los primeros compañeros: ayudar a las almas. Nuestro impulso, nuestro motor, tiene que ser ese: hacer el bien por los demás. Algo que Francisco ha remarcado con fuerza en este año de la Misericordia: acompañar al que está sufriendo, consolar al que lo está pasando mal… Y hacerlo con la Iglesia, tal como lo quiso siempre san Ignacio; esto no es un cuento nuestro, de los jesuitas, sino como servidores de Jesús y de su Iglesia.

La Provincia Chilena

De acuerdo a lo apreciado en la Congregación y al trabajo que se desarrolla en la Compañía universal, ¿cuál es la situación actual de la Provincia chilena?
Creo que enfrentamos en la Provincia un momento especial. El trabajo que hacemos es pertinente, de mucha calidad, muy diverso. Me consuela pensar en tantos esfuerzos concretos, sin tanta palabrería sino en terreno: con instituciones, iniciativas, nuevos proyectos en el ámbito social, espiritual, educacional, parroquial. Es una Provincia con mucha vitalidad apostólica, que es capaz de crear y de apostar, a pesar de que seamos menos y tengamos mucho trabajo. Y me consuela que estemos en sintonía con temas que hoy aprietan a nuestra sociedad —y que son centrales para la Compañía universal—, como por ejemplo el trabajo con los migrantes.
Al mismo tiempo, es una Provincia que ha atravesado años difíciles, con aspectos parecidos a las crisis que han enfrentado algunas provincias del “primer mundo”, con sociedades más secularizadas, con Iglesias golpeadas por los escándalos de abusos, con descubrir que nosotros mismos también hemos cometido errores y no hemos actuado bien. Por todos esos factores, hay menos vocaciones y se producen más salidas. No queda otra, para salir de los tiempos difíciles, que el ora et labora, o como lo expresa el dicho popular: a Dios rogando y con el mazo dando.
Personalmente, en su labor como Provincial, ¿qué tarea le dejó la Congregación?
La mayor de las tareas es cómo traducir todo lo que uno escucha, lee, discute y debate en obras concretas, en obras de amor, de misericordia, en iniciativas apostólicas, en decisiones. Cómo pasar de las palabras a las acciones, porque la Congregación es fundamentalmente una gran reunión, donde se dan grandes directrices e inspiraciones, pero el partido después se juega en la cancha, en las provincias, en las regiones, en las ciudades, en las obras. Y en eso estamos. Espero compartir este verano con todos los compañeros jesuitas, en el encuentro de Provincia, las decisiones apostólicas más importantes para los años que vienen, inspirados en la Congregación, pero también a partir de la evaluación que hemos hecho de nuestro Plan Apostólico en su primera mitad. Ahora viene la segunda mitad, el segundo tiempo.
Publicado originalmente en la Revista Jesuitas Chile (verano 2017). Accede a la edición completa aquí.

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