Cuba: un pueblo con hambre y sed de Dios

Compañero… oye, ¿qué hay ahí dentro?” —preguntó una vocecita—. Al darme vuelta, me di cuenta que era una pequeña, morenita, que se asomaba con sus ojitos oscuros y su cabello rizado. —“Hola” —le respondí—. “Aquí adentro ahora se realiza catequesis… acaba de terminar la misa”. Ella siguió mirando curiosa hacia el interior. —“¿Y qué es eso?” —expresó—. No sabiendo qué responderle, la invité a entrar. —“Hoy no puedo” —me dijo, excusándose—. Me miró… —“tú, chico, no eres de acá, ¿verdad?” —me preguntó—. —“Es verdad, no soy de acá… soy de Chile, ¿sabes dónde queda?” —“Sí sé”… —contestó, teniendo siempre la mirada puesta en el interior de la parroquia San José en Camagüey—. —“Vendré el próximo domingo, creo”… Acto seguido, se dio media vuelta y se fue. Al domingo siguiente, llegó ella junto a su madre.
Cuba toda es una fotografía que puede ser capturada en blanco y negro o a color. Pareciera que el tiempo se detuvo en un momento, y así quedó. A ratos se ven intentos de actualización, pero son algo forzados. La decadencia de sus calles y edificios, una extraña mezcla entre nostalgia, belleza y pobreza, recuerda un pasado glorioso que se congeló con la revolución de Fidel Castro, el Che Guevara y Camilo Cienfuegos, rostros que aparecen en publicidades por todas las calles, junto a José Martí.
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Este 2015 ha sido histórico para Cuba. En julio se reabrió su embajada en Estados Unidos, y al mes siguiente fue el turno de EE.UU. en La Habana. Luego, en septiembre, la isla fue visitada por el papa Francisco. Los ojos del mundo estuvieron puestos nuevamente en ella. Pero ¿qué sucede en lo cotidiano en el país?
La visita de Francisco, sin duda, tuvo repercusión en la población y en el “cristiano cubano de a pie”. La fe existe, está presente entre la gente, pero en parte adormecida porque durante años fue silenciada. No era fácil decir que se era creyente, a pesar de que la Iglesia católica ayudó a la revolución que triunfó en 1959, y que los hermanos Castro fueron formados por la Compañía de Jesús. Pero la historia está hecha de esas aparentes incomprensiones.
Hoy poco a poco se van abriendo espacios. Conversando con una joven ignaciana, me comentaba que todos los pelotones militares (en los que deben participar hombres y mujeres como parte de las dinámicas heredadas de la revolución) deben elegir una frase al comenzar su periodo de trabajo y así diferenciarse de los otros. Con mucho asombro me entero de que su pelotón eligió una frase de Francisco. Al parecer, la esperanza poco a poco va surgiendo de manera silenciosa, sin mucho ruido, pero dando pasos todos los días.

La Compañía de Jesús en Cuba

Los jesuitas hoy tenemos presencia en La Habana, Camagüey, Cienfuegos y Santiago de Cuba. Este año se dejó la parroquia de la Legendaria Matanza. Nuestra misión se desarrolla principalmente en parroquias. Se anima a las comunidades y se trabaja en el Centro Espiritual Pedro Arrupe (CEPA) de La Habana, en la pastoral juvenil (MAGIS), en la etapa de tercera probación y en los Centros Loyola —antiguos Centros de Fe y Cultura, pero que por un asunto estatal debieron cambiar de nombre—. Aquí las labores son “de hormiga”. Las condiciones son muy diferentes a otros lugares de misión que en general se conocen. Como dicen ellos: “Cuba es Cuba, mi hermano”. Hay que aprender a adaptarse a las circunstancias. Las cosas no suceden como uno cree que debieran funcionar. Todo tiene un ritmo y un modo diferente, son otros tiempos, con una velocidad distinta. Lo rápido no existe y hay que tener paciencia para conseguir cosas. Sin duda el bloqueo afecta a cada cubano, y eso se percibe en todo orden de cosas. Hay muchos productos que para nosotros (los chilenos) parecen normales y cotidianos, pero ahí escasean—tener papel higiénico, queso, jabón, una ampolleta, etc.—. Así se trabaja día a día en Cuba, con la contingencia que en ocasiones te sobrepasa: a veces sin agua potable, sin electricidad, con la imperiosa necesidad de ser creativos y sin desanimarse por lo que va aconteciendo.
cuba-un-pueblo-01La Compañía está en Cuba desde el siglo XVI, con la correspondiente interrupción luego de la expulsión en 1767 y su regreso a mediados del siglo XIX. Podemos decir que la presencia de los jesuitas en la isla ha sido histórica. Muestra de ello son los colegios y las iglesias de la Orden, reconocidos por su belleza y arquitectura. Las construcciones más famosas son la catedral, ex capilla del antiguo Colegio Belén, y la Iglesia Reina, de estilo neobarroco con un Cristo pantocrátor que sorprende.
Más allá de la belleza de los edificios, los jesuitas hemos permanecido en Cuba a pesar de las circunstancias. Muchos de ellos han hecho un trabajo maravilloso y arduo, con la esperanza puesta en el Jesús que los había invitado a ser compañeros de Él en todo momento, luchando por seguir animando a los católicos cubanos existentes en toda la isla, trabajando en la catequesis de niños, formando jóvenes, inaugurando centros de fe y cultura, misionando y visitando los campos en las afueras de la ciudad con la valiosa ayuda de religiosas y laicos, todas y todos unidos de manera igualitaria para continuar con la misión.
Cuba es una isla no solo a nivel geográfico sino también en el plano económico, por el bloqueo que existe sobre ella y que se percibe. Pero el cubano y la cubana, además de ser alegres, son ingeniosos y creativos. Saben superar las dificultades y, como dicen ellos, día a día están “en la lucha”. Esa “lucha” también se evidencia en sus vidas de fe: a pesar de que muchos no saben siquiera rezar el rosario, el Padre Nuestro o persignarse, se muestran deseosos y animados de profundizar su relación con Dios.

El viejo Camagüey

Durante mi tiempo en Cuba, fui enviado a la parroquia San José en Camagüey, ciudad que queda a unos 500 kms. de La Habana, donde en la actualidad hay dos jesuitas: Carlos García y Luis Fernando de Miguel, quien hizo la tercera probación en Chile. En esta ciudad, junto con la parroquia, hay un Centro Loyola, un espacio donde se ofrecen talleres de computación, artes en general, crecimiento personal, etc. Está abierto a todas las personas del barrio o la ciudad. Su finalidad es aportar por medio de la educación técnica y los valores cristianos, lo que ha sido bien recibido por el Estado.
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Camagüey es parecido a ciudades nuestras como San Felipe o Quillota. La mayoría se moviliza en carretas o bicicletas; los autos escasean. Sus casas, muchas de ellas, son de fachada continua y patio trasero, al más puro estilo chileno; y aquellas que dan a las calles principales, por normas de construcción, tienen soleras, ya sea para protegerse del sol o de las torrenciales lluvias.
cuba-un-pueblo-02El trabajo de misión de la parroquia San José se comparte con laicos y religiosas misioneras del Sagrado Corazón. Con ellas y algunas personas de la comunidad, en la mañana temprano, previa a una tacita de buen café, bien cargado y con mucha azúcar, se realiza la eucaristía. Luego, antes de que el sol cobre fuerza, montados en la bicicleta china antigua, se recorre la ciudad para visitar familias, enfermos y llevar la comunión. La mayoría de estas personas son ancianas y referentes de un catolicismo que resistió. Ya por la tarde nos dirigimos a las afueras de la ciudad o a los campos para las catequesis con niños y grupos de mujeres que, con más de 30 o 40 años de casadas por el civil, han decido hacerlo por la Iglesia. Eso implica para ellas recibir varios sacramentos consecutivamente. Esas mujeres, hoy son felices afirmando su catolicismo.
La fe ha permanecido gracias a los abuelos y abuelas, y también al trabajo de misioneros consagrados. El 73% de la vida religiosa es extranjera, una vida que es animada por cientos de jóvenes inquietos por conocer a Dios, y que recién están aprendiendo a persignarse. Pero la fe está ahí, se vive y se siente al ritmo de los bailes y las sonrisas caribeñas.
La vida en Cuba continúa al “ritmo de Cuba”; un ritmo a veces criticado, por confundirse con la flojera, o no comprendido. Es que para entender a Cuba hay que acercarse a la realidad de los cubanos, y no solo a sus playas de color turquesa a las cuales ellos no pueden acceder. Cuba es mucho más que los revolucionarios Fidel Castro y el Che Guevara. Es una isla, a ratos olvidada, en la que la gente no tiene hambre de comida, sino hambre y sed de un Dios misericordioso que sigue caminando con ellos y ellas silenciosamente, fiel, durante estos 57 años, ya que por la revolución de amor de Jesús sí vale la pena seguir luchando.
Publicado originalmente en la Revista Jesuitas Chile (verano 2016). Para leer la edición completa, descárgala aquí.

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