Pentecostés – la fuerza del Espíritu

Esperando la fiesta en que recordamos la irrupción del Espíritu, que transformó el Cenáculo, refugio de un grupo de hombres asustados, en el núcleo de una explosión que ha traído la Buena Noticia de Jesús hasta estos confines del mundo, los miembros de esta Iglesia que peregrina en Chile –Iglesia puesta ‘en estado de oración’- hemos quedado en estos mismos días, expectantes de la inspiración que reciba el Papa Francisco, para reestructurar a nuestra Conferencia Episcopal. Seguimos, entonces, anhelando una efusión del Espíritu sobre todos los miembros de nuestra Iglesia, en un país que en estos días toma conciencia de muchas sombras que empañan nuestra convivencia.

Una coincidencia que puede resultar anecdótica en el momento actual de nuestro país, es el tomar conciencia de que el nombre original del Espíritu, en hebreo, es ruaj (que también significa viento) palabra de género femenino… Nos encomendamos, entonces, a esta ‘ruaj’,para que cumpla lo que anunciaba el profeta Jeremías (Cf. Jer. 31,31): Una nueva alianza de Dios con su pueblo, que pone su ley no en tablas de piedra, sino en los corazones, para que nadie tenga que andar diciendo “conozcan al Señor”, “porque todos me conocerán, del más chico al más grande  (…) cuando perdone su culpa y de su pecado no vuelva a acordarme.  Porque es bueno recordar que en Pentecostés, el pueblo judío festejaba –y festeja-  la entrega de la Torah.

Estos son, por lo tanto, días en que podemos acoger con el corazón abierto, tanto lo que nos propone san Pablo este domingo, al describirnos la acción del Espíritu en  la primera lectura (1 Corintios 12,3-7.12-13), como lo que podríamos escuchar en una vigilia de Pentecostés (Rom. 8, 22-27; Juan 7,37-39). Y si, como lo sugiere la misma estructura litúrgica, enmarcamos esta reflexión en los textos de Génesis 11,1-9 (La torre de Babel = soberbia que lleva a la confusión) y Hechos 2,1-11 (El don de Dios, que permite que nos entendamos todos en el lenguaje del amor), podemos pasar en estos días del desconcierto a la esperanza y a la gratitud.

Con razón, en este tiempo previo, hemos podido escuchar a Jesús diciéndonos: “No los dejaré huérfanos”, e invitándonos a permanecer en su amor.

Confiados en ese amor de Jesús, que ha orado por nosotros en su oración sacerdotal, nos preparamos para orar en esta semana, especialmente, por la unidad de todos los cristianos.   http://noticias.iglesia.cl/noticia.php?id=35907

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