Por: Ingrid Riederer
Desde que Carlos Vidal SJ fue nombrado como delegado del provincial en la Red Juvenil Ignaciana, ha viajado por Chile acompañando retiros, motivando a participar en las distintas experiencias de voluntariado, y en el verano estuvo en Centro América en el encuentro Magis y en la Jornada Mundial de la Juventud junto al Papa Francisco.
Su servicio consiste en tener una presencia permanente en el mundo juvenil para acompañar los distintos lugares y procesos con los jóvenes, gestionar algunos proyectos, como los Ejercicios Espirituales para Jóvenes, la plataforma Tiempo Magis, y el Voluntariado Jesuita. Además, generar y potenciar vínculos con la Iglesia local. “Es importante tener esa vinculación y una mayor apertura. Como ves es una tarea muy amplia”, comenta con una sonrisa, que demuestra que su tarea le entusiasma.
– Desde esa visión tan amplia que te ha dado tu servicio, ¿cuál es tu diagnóstico respecto de la participación de los jóvenes en la Iglesia?
Ha tenido una baja en la participación de actividades masivas y en las parroquias y movimientos, pero esto no es del último tiempo, sino que desde hace más de 10 años. Y es algo muy evidente. Hay un estudio de la transmisión de la fe donde se dice que los padres inciden profundamente, y lo que vivimos hoy no tiene solo que ver con una baja en la participación de los jóvenes, sino que las familias en las que crecen ya estaban alejadas de la Iglesia.
Sin embargo, los jóvenes siguen participando y perseverando. Yo distingo dos grupos. Uno son los que rescatan y valoran la experiencia eclesial, y encuentran un sentido profundo y verdadero de lo que han vivido en la Iglesia, en su vida parroquial y de comunidades y lo siguen reproduciendo, con dificultad, en el sentido de crear nuevas instancias, pero están ahí. Eso habla de una Iglesia viva. Independiente de la tendencia a la baja
Y al otro grupo pertenecen “los cristianos anónimos” que se han desencantado de la institucionalidad de la Iglesia, pero que siguen teniendo proyectos de vida conforme a los valores del Evangelio, al amor de Dios, a eso que antes se transmitía en instancias formales, pero que hoy se vive de una forma distinta, con un rumbo propio.
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– Los jóvenes que participan, ¿son protagonistas de la vida de la Iglesia?
Sí, pero con matices. Además, creo que el ímpetu del Sínodo todavía no baja. Tampoco nos sentamos a conversar con los jóvenes como parte de un proyecto pastoral. En eso la plataforma Tiempo Magis es valiosa, porque logra invertir la torta, ya que no se trabaja jerárquicamente, sino que los mismos jóvenes son los responsables de dirigirla. Es un modo de trabajar distinto que cuesta llevarlo a algunas comunidades. Todavía estamos al debe en la participación de jóvenes en los consejos parroquiales.
Buenas pistas hay en la CVX jóvenes, donde pueden contribuir y aportar con los adultos. Pero quedan pasos que dar, equivocarse más para crear instancias en las que podamos quebrar la inercia de lo que siempre se ha hecho. Ese es un gran desafío, hacer lío, como dijo Francisco.
– ¿Cuáles son los desafíos de la Red Juvenil Ignaciana?
El gran desafío es que entre los distintos grupos de la red juvenil exista un sentir común de cuerpo, porque nos juega en contra el no ser una comunidad amplia, una pastoral. Hay vínculos, pero no una mística, una espiritualidad ignaciana más amplia. No ser solamente una red que funcione y logre cosas, sino que sea una comunidad que comparte un carisma. Muchas veces nos lanzamos a hacer, pero no nos damos espacio para el ser, y cómo esto se vincula con nuestra vocación.
También crear redes, vínculos, espacios significativos que nos visualicen. A nivel nacional poder reconocer la identidad local, y que cada grupo pueda transformar y tocar la misión de cada pastoral juvenil, y no al revés.
– ¿Cómo lograr que más jóvenes participen en la Iglesia?
Yo no quiero que los jóvenes vuelvan a la Iglesia, sino que la Iglesia salga hacia ellos, dejando atrás algunas concepciones anticuadas y jerárquicas, que al final espantan. Sentarse a la mesa para compartir el pan mirándonos a los ojos, de tú a tú, vivir la Eucaristía. También deberíamos dar espacio a distintas metodologías que dialoguen con la vida contemporánea, y las artes son un medio privilegiado para poder expresar y exponer en distintos lenguajes aquello que está pasando en el corazón de las personas, y está poco explorado. El tema de la ecología también es importante, pero ir más allá, y descubrir que todo lo que hacemos impacta en alguien, es la Iglesia es comunión. Y por último la representación, que sean parte de aquello en lo que creen, que lo puedan expresar dentro la institución. Y al mismo tiempo más representación de la Iglesia en la sociedad.
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Ampliando nuestros horizontes
– ¿Cuáles fueron los objetivos que se trabajaron en este primer encuentro de asesores?
Recuperar una mística de trabajo en equipo, no solo funcional, porque eso no basta para cimentar una espiritualidad ignaciana. Necesitamos desarrollar un sentido de cuerpo, y un sentido pastoral de que estamos acompañándonos en el camino.
Ver también el quiénes somos y cómo estamos. Animarnos juntos. Luego reflexionar sobre lo que ha pasado en estos últimos 10 años, cómo desde nuestra experiencia, caracterizamos a los jóvenes a los que estamos llegando. Como intuición, creo que el modelo “secundarios y mayores de 18 años” no sirve, hoy las etapas de crecimiento están mucho más segmentadas. Uno son los secundarios efectivamente, otros son los jóvenes que están en sus estudios de pregrado y técnico, y otros desde los 24 por ejemplo, ya están empezando a trabajar o en posgrado o formando sus familias. Y desde ahí identificar los nuevos escenarios en regiones, en Santiago, en las parroquias.
Y por último constatar nuestros desafíos comunes, tanto a nivel local como nacional. Eso nos va a ayudar a visibilizar las demandas transversales para poder proponer acciones y líneas de trabajo de acuerdo a lo que los jóvenes necesitan.
– ¿Y cuáles eran tus expectativas de este encuentro?
Quiero que los asesores se sientan más empoderados para crear estos vínculos, perder el miedo a tomar decisiones, y que me ayuden para poder ayudarlos. Espero que puedan experimentar el llamado de Dios en espacios donde la oración sea importante y lo que los conduzca. Este no es un encuentro funcional, es para profundizar en lo que Dios quiere que hagamos para los jóvenes.