A cinco meses de asumir como directora social del Hogar de Cristo, Liliana Cortés nos recibe en su oficina, desde donde llevará a cabo una parte de su gestión, ya que la otra la realizará en terreno, fiel a su estilo de trabajo. Conversamos sobre los desafíos de su nuevo cargo, en una sociedad con constantes cambios económicos y sociales.
Por Ingrid Riederer
Artículo publicado en revista Jesuitas Chile n. 58
Con miras a los 80 años del Hogar de Cristo, que se cumplen en 2024, Liliana Cortés deberá llevar adelante la nueva estrategia social, en una institución que conoce muy bien desde los años noventa, pero de la cual se sigue maravillando, y eso la motiva aún más.
En 1996 llegó a trabajar al Hogar como asistente social a un Centro Comunitario en Colina. “Esa experiencia fue vital para mí, ya que aprendí a trabajar junto con las personas que viven en situación de pobreza”, recuerda. Luego se desempeñó en Fondo Esperanza y en Fundación Súmate. “La incidencia y la política pública, con la evidencia nacional e internacional, y la academia, más nuestra experiencia y nuestro mejor quehacer posible, se orquestan en una estructura que es la dirección social nacional”, explica, y agrega con preocupación que “la pobreza es algo de lo que se evita hablar como sociedad, parece que no tenemos sentido de urgencia para eso. Ahí también tenemos un rol que cumplir”.
— ¿Cómo es ejecutar estrategias sociales desde el Hogar de Cristo?
La superación de la pobreza es un desafío complejo, y desde ahí hacemos política pública en la medida que colaboramos con otros. Si bien el Hogar de Cristo es reconocido porque es grande, no somos el Estado. Nosotros, desde el quehacer cotidiano, alertamos de los desafíos que vienen y proponemos al Estado formas que pueden parecer pequeñas, pero que tengan potencial de escalamiento para que se puedan implementar en muchas otras comunidades.
— ¿Cuáles son sus desafíos?
Llego a la implementación de la nueva estrategia social y tomo una posta que está definida, pero que a mí me hace sentido, y que tiene que ver con nuevos desafíos de territorialidad, de participación, de empoderamiento de las personas, calidad, innovación y sostenibilidad, además de la incidencia y política pública. Mi principal desafío es avanzar en conjunto con toda la organización en la implementación de esa estrategia social con todos estos elementos. Estoy muy feliz porque con lo territorial vuelvo a lo comunitario. Lo más importante para mí es embarcarnos en esto con todos los trabajadores. Siempre un cambio de timón genera dudas, entonces, desde mi rol en la dirección social nacional, también hay que construir certezas.
— ¿Cómo va a llevar a cabo su gestión?
Tengo un estilo de terreno, y creo que el quehacer siempre se puede mejorar. Con los equipos uno se pone mucho más creativa en la medida en que reflexionas y conversas. Me imagino en el territorio, pero sin olvidar la necesidad de conectarse con las tendencias mundiales, con la academia. Me gustaría hacer pasantías, que los equipos conocieran experiencias distintas. Así puedes confirmar lo que haces bien y lograr instalar nuevas maneras. Tenemos mucho que aprender.
— ¿Cuáles son los desafíos de la sociedad chilena en cuanto a trabajar por la superación de la pobreza?
Me duele que se niegue la pobreza… es algo de lo que tenemos que conversar. Existen muchas familias que han salido adelante, pero no hay que negar la historia, y ese es un desafío, reconocer de dónde venimos, que nuestro origen no nos avergüence. Y el otro desafío es tener sentido de urgencia. En Chile, cuando hay una emergencia, nos acordamos de los más vulnerables, pero se olvidan en el día a día. Yo aspiraría a que el país estuviera interpelando permanentemente a los políticos, autoridades, no en el sentido de “qué pasa con mi caso”, sino cómo superamos la pobreza en la sociedad, qué recursos y alianzas necesitamos en mi barrio o comuna. No es solo de arriba hacia abajo, es recíproco. Así aunamos esfuerzos.
— ¿Es importante la solidaridad?
La solidaridad te permite mantener actitudes fundamentales que son la confianza y la empatía. Según mi punto de vista, está relacionada directamente con la convivencia con otros. Cuando no vemos a alguien que está sufriendo, cuando no empatizamos y entendemos que hay una historia detrás, no podemos ser solidarios, comienzan los prejuicios y aparece el temor. Entonces la solidaridad es un valor relevante en la sociedad y me pregunto cómo podemos ser solidarios permanentemente. Y eso sucede con el contacto y la interacción constantes. Cómo relevamos, por ejemplo, la colaboración y no la competencia en nuestros lugares de trabajo. Y no ser solidarios desde la culpa, ya que en la medida en que todos estamos mejor, la democracia se cuida. La confianza, la solidaridad y la empatía están íntimamente relacionadas con la posibilidad de generar un espacio de cuidado. Necesitamos sentir que como sociedad nos cuidamos.
— ¿Cómo contribuye el Hogar de Cristo a trabajar por una sociedad más justa?
Colaboramos en la medida que mostramos que en el quehacer cotidiano la vida de las personas mejora. Nosotros tenemos testimonios, pero no desde el éxito, sino desde el esfuerzo acompañado. Así damos cuenta de que la pobreza sí se puede superar, solo que necesitas tiempo, dedicación y, sobre todo, creer que es posible. Y no se trata de hacer siempre lo mismo, yaque se debe hacer lo que la sociedad necesita, y para eso hay que leer las señales de la realidad cotidiana, escuchar activamente.
— ¿Cuál es su visión sobre el futuro del Hogar de Cristo?
Me imagino un Hogar de Cristo que siga estando presente como una organización que permite la transformación de las personas, la superación de la pobreza. Que las personas sientan que cuando llegan a cualquiera de los programas, en la medida que los procesos avanzan, van a estar mejor. Tenemos una voz y una experiencia suficientes para seguir apoyando. No tenemos la solución, pero lo intentamos todos los días.
— Hoy existen migrantes en situación de pobreza. ¿Cómo se han enfrentado a esta realidad?
La pregunta que nos tenemos que hacer es cómo en cada uno de los programas que tenemos, incorporamos elementos de multiculturalidad. Ellos vienen migrando y quieren lograr inclusión social. Entonces hay que reflexionar sobre cómo bajar barreras, generando acciones que a ellos les permitan incorporarse. Por eso el tema de la colaboración es tan importante para trabajar integralmente, porque no podemos hacerlo todo, pero existe el Servicio Jesuita a Migrantes que puede resolver un aspecto; Techo, que ve otros temas, por ejemplo. Cuando trabajamos juntos somos más efectivos y nos movilizamos de mejor forma. JCh