— ¿Cómo evalúas que el CELAM (Consejo Episcopal Latinoamericano) haya declarado que para la Iglesia es fundamental “retomar la importancia” que estos pueblos marginados tienen para la Iglesia y la sociedad? ¿Representa eso un reconocimiento de que desde la Iglesia últimamente se había abandonado esa consideración?
Es un nuevo impulso de los obispos, importante de considerar, y movido por las palabras y hechos del Papa, quien nos ha impulsado a salir de nosotros mismos. Eso no quiere decir que no hay hombres y mujeres de Iglesia que han estado siempre comprometidos con los excluidos y los pueblos indígenas.
— ¿Qué valoración haces de la declaración del obispo Héctor Vargas, tras el CELAM?: “Como Iglesia tenemos que adentrarnos, desde una humildad enorme, y valorar que nuestros pueblos originarios son una reserva moral, ética y espiritual muy grande que puede enriquecernos para recuperar lo que es esencial para la vida humana…”. ¿Esas palabras reflejan una disposición más clara de la Iglesia a acoger el tema? ¿De qué forma crees que se puede dar?
En el Encuentro de los Obispos de la Pastoral Indígena del Cono Sur fue central caer en la cuenta de que los pueblos originarios están en resistencia a mucha violencia ejercida por el modelo consumista y neoliberal. Resistencia que se expresa en sus proyectos históricos de vida, que de distintas maneras expresan como “Buen Vivir”. Un modo de vivir la vida que puede salvarnos a todos de la depredación que hacemos al medioambiente como sociedad. El obispo Vargas hace eco de esos diálogos. La Iglesia del continente está muy comprometida con estos procesos. Desde la jerarquía, en Chile nos ha faltado en los últimos años una mayor capacidad de decisión y articulación con ese compromiso. Espero que esas palabras reflejen más disposición en ese sentido. Para concretarlas, nos hace falta mayor articulación y diálogo horizontal y fraterno entre los que colaboramos en el mundo indígena. Un ejemplo sería poder rearticular la Comisión de Pastoral Indígena, que a mi modo de ver ha estado abandonada los últimos años.
— ¿Cuál puede ser el aporte distintivo de la Compañía de Jesús en esta materia?
Como Compañía queremos colaborar en la Iglesia para acompañar de la mejor forma situaciones de exclusión y marginación que sufren estos pueblos. Nuestro aporte a la Iglesia es la posibilidad de abrir compresiones más aterrizadas de lo que se vive en los territorios. Podemos ayudar a articularnos mejor.
— ¿Qué conclusiones has extraído de las jornadas del CELAM que podrían influir en tu personal acercamiento a tus tareas en la comunidad jesuita de Tirúa?
Me impresionó saber del trabajo de otras iglesias en países como Paraguay, Brasil y Argentina. Tienen equipos multidisciplinarios de Pastoral Indígena increíbles, donde el diálogo y compromiso con estos pueblos va desde la defensa de sus dirigentes perseguidos, pasando por denuncias claras por parte de la Iglesia a proyectos extractivistas, hasta una presencia respetuosa de los procesos propios de estos. Reconozco que me dio envidia, pues cuánto desearía que tuviéramos, como Iglesia de Chile, un equipo así. Como jesuitas hemos ido, desde la inserción y presencia en Tirúa, tratando de armar equipos y redes con otros en los diferentes temas en los que están las comunidades. El desafío es una mayor y más profunda reflexión e incidencia en temas que involucran a todos.
UNA NUEVA MIRADA
— ¿Cómo dialoga hoy la Iglesia católica con el pueblo mapuche en términos de su religiosidad propia? ¿Hacia dónde debiese caminar? ¿Qué camino hay que recorrer en términos del diálogo interreligioso?
Hay un desafío enorme. Primero, debemos reconocer o seguir reconociendo una y otra vez que, como Iglesia, hemos tenido actitudes y hechos que han avasallado la religión mapuche durante la historia. Es una herida abierta que debemos seguir tratando de sanar con palabras y acciones. Luego, es clave que cambiemos los conceptos y modos de mirar la cultura y espiritualidad mapuche. Dejar de hablar de religiosidad o religiosidad popular y hablar de Religión. Así como dejar de hablar de dialecto y hablar de idioma; o de etnia y hablar de pueblo y/o nación. Son términos que expresan aún resabios de racismo y una mirada peyorativa del otro. Como si fuera un hermano menor. Nuestra mirada debe ir más allá de lo que el Vaticano II expresó como “semillas del Verbo”. No son solo semillas las que uno encuentra en la religión mapuche, es Revelación de Dios, verdadera Palabra de Dios manifestándose en su espiritualidad. Me atrevo a decir que el desafío hoy para la Iglesia no es la inculturación, sino que la interculturalidad o diálogo intercultural e interreligioso. Inculturación es aún un término que manifiesta un sujeto y un objeto del Mensaje de Salvación. Y creo que no son objeto del Mensaje sino sujetos portadores del Mensaje de Salvación. Esto implicaría para la Iglesia otra “parada” y otro ejercicio de nuestra evangelización. No se trataría de “hacer más católicos”, sino de acompañar la Palabra viva y eficaz que se abre paso en las vidas de las personas y pueblos.
— ¿En otros sitios de Latinoamérica se ha desarrollado una teología “india”? ¿Qué hay de la reflexión en Chile en esta materia? ¿Cómo podría aportar al conflicto entre el Estado y el pueblo mapuche?
La teología india que depende del CELAM viene dándose como esfuerzo de la Iglesia en Latinoamérica desde hace mucho tiempo. Han sido diálogos no exentos de tensión, pero sí llenos de sabiduría. Como ejemplo, el último encuentro de Teología India en Guatemala. Ahí pudimos dialogar sobre esta Palabra Revelada en nuestros pueblos. Éramos un grupo variado de personas: curas, monjas, pastores evangélicos, laicos, laicas hermanos/as indígenas, “sacerdotes” y sabios de los pueblos indígenas. Comparto algunas líneas de lo que vivimos y dialogamos:
Fuimos convocados por el Gran Espíritu y hemos respondido desde las cuatro esquinas de Abya Yala. Trajimos nuestra palabra y la palabra de nuestras abuelas y abuelos. Presentamos nuestras flores, espinas y frutos, lo que vimos y sentimos, lo que oramos, proclamamos y denunciamos:
Amaneció el primer día, Kieb’ Ajmaq. Recordamos cómo expresaban, cómo analizaban nuestros abuelos la realidad, qué rescatamos de sus prácticas. “El dolor de tu hermano es mi dolor. Nuestra lucha es de hermandad, de igualdad”, relata una hermana guna sobre la palabra sagrada de Ibeler. También analizamos nuestra realidad de hoy con el canto, la danza, los ritos, los idiomas; con el teatro, la oración, bendiciones y escritos, con todo ello fuimos exponiendo nuestro análisis y denuncias de hoy: asesinatos, impunidad, amenazas por todas partes a nuestros territorios, mega proyectos hidroeléctricos y mineros devastadores, leyes contra la vida, gobiernos serviles del neoliberalismo, destrucción de la madre naturaleza con agronegocios, venenos y transgénicos, criminalización de líderes y luchas sociales. Pero también, resistencia de mujeres y ancianos, revitalización de ritos que consolidan la identidad, el servicio de hermanos que fortalece a muchos.
Enriquecidos con la fuerza espiritual originaria, que nos abrió el corazón y nos reafirmó que Dios camina con nosotros, hablamos de nuestras luchas por la armonía de la vida, del compartirnos en especial con los pobres y enfermos, de la comunidad organizada con actitud de servicio, de la solidaridad con los migrantes, de la unidad en la diversidad. Son valores contrarios a la sociedad neoliberal y que nos ayudan a todos —indígenas y no indígenas— a superar las terribles y sistemáticas amenazas que matan y destruyen nuestros pueblos y a la Madre Tierra. Nuestro trabajo comunitario se inspira en la palabra sagrada sobre la organización de las hormigas-arrieras. Debemos ser valientes colibríes para enfrentar a los grandes enemigos. Los sueños, la danza, los cantos nos dan fuerza para llegar al fondo de estas verdades.
En la esperanza y resistencia de los pueblos, tejeremos con estos y otros bejucos e hilos, el petate y el bordado del futuro de la humanidad, según la Palabra de Dios que nos ha sido entregada. Que el Corazón del cielo-Corazón”.
— ¿Cómo encontrar una solución efectiva para que el modelo político-económico instalado en el país pueda permitir el desarrollo del pueblo mapuche? ¿Cuáles son los pasos que debiesen darse en este ámbito?
Primero, caer en la cuenta de que estamos con el agua hasta el cuello. Incendios, aluviones, lluvias intensas, calor, sequía; son muestras de que algo le pasa a nuestra “Casa Común”. Y no hacemos nada, o muy poco. Todos sabemos, pero miramos desde el palco lo que le hacemos a nuestra Madre Tierra, a través de un modelo económico que la depreda y genera problemas sociales gravísimos. Ya lo dijo el Papa Francisco, no se trata solo de un problema ecológico, es también un problema social. En esto el pueblo mapuche se levanta y resiste, y nos recuerda una y otra vez esta realidad. Segundo, movilizarnos todos y todas por un modelo diferente, y en eso el pueblo mapuche y todos los pueblos indígenas de Latinoamérica nos ofrecen su propuesta a través del Buen Vivir. Se trata de convencernos que sí podemos tener otra economía y relaciones sociales basadas no en el lucro, codicia o acaparamiento, sino en la reciprocidad y el bien común.
Pasos concretos: dar el espacio para que las comunidades decidan su futuro. Esto es autonomía. Y eso pasa por reconocimiento constitucional con derechos políticos asociados. No es el único paso, pero puede ayudar a encaminar un montón de otros más.
Última clase de Diplomado en Liderazgo Ignaciano para directivos
El viernes 22 de noviembre se desarrolló la última clase del Diplomado en Liderazgo Ignaciano para directivos que comenzó en abril de este año.