Nació en Santiago y desde sexto básico estudió en el colegio San Ignacio el Bosque. Luego entró a estudiar Ingeniería Civil en la Universidad de Chile, pero finalmente el llamado de Dios y el ejemplo de San Ignacio de Loyola fue trascendental. Encontró su camino y vocación para ingresar a la Compañía de Jesús el 5 de abril de 1981.
Terminando la cuarta etapa del Año Ignaciano nos acompaña en una entrevista para contarnos como vive “su misión” en tiempos atribulados.
¿Padre Paul, cómo nace tu vocación?
Comenzó en el colegio con los Scout, los trabajos sociales y todas las actividades que el colegio ofrecía para una formación ignaciana. Pero en tercer año de ingeniería fui profundizando el llamado hasta verlo claramente como una opción clara para mi vida. Después de una larga formación y estudios en Italia (En la ciudad de Roma) fui ordenado Sacerdote el 5 de agosto de 1994. Ha sido importante también que he estado destinado a distintas partes del país (Santiago, Padre Hurtado, Puerto Montt y Antofagasta). Hoy estoy nuevamente en Antofagasta para ayudar como el Capellán del colegio San Luis, ser superior de la comunidad jesuita, y poder coordinar la Red Apostólica Ignaciana, entre otras actividades.
Estamos en la cuarta etapa, y final, del año ignaciano, que nos invita a reflexionar sobre la misión. ¿Qué nuevos impulsos y desafíos se te presentan?
Al ir finalizando este año ignaciano y después de la vuelta a la presencialidad por la pandemia se han abierto muchos desafíos para el presente y futuro. Acá en Antofagasta me gustaría despertar en los niños y jóvenes del colegio un amor apasionado a Jesucristo y formar jóvenes comprometidos con Cristo. Sueño con jóvenes que quieran cambiar el mundo y puedan aportar a crear una sociedad más solidaria, justa, unida. Se nos abre también el desafío de trabajar más coordinados como Red Apostólica Ignaciana que está formada por varias obras jesuitas y otras que se sienten cercanas a la espiritualidad ignaciana (son 10 instituciones en Antofagasta). Creo que si hacemos más sinergia podremos llegar a más personas y entregar un poco de dignidad a los más pobres de nuestra ciudad y región (ya que la mayoría de las instituciones están sirviendo a los más pobres de la región). También estamos construyendo la Casa de Ejercicios donde esperamos que sea un centro de formación espiritual e ignaciano (y eso nos anima). En general veo muchos desafíos que se abren para este tiempo.
Pensando en el año ignaciano, especialmente en su lema, te has planteado con tu comunidad: ¿cómo ver las cosas nuevas en Cristo?
El lema que ha marcado este año ignaciano va muy de la mano de lo que decía. Es una invitación a reconocer la presencia de Cristo en todo lo que hacemos, renovarnos en Cristo buscando una nueva mirada de todo lo que vivimos en este tiempo, reconocer que Dios sigue actuando en un mundo tan herido y una Iglesia quebrada y dolida. Al terminar este año ignaciano espero que nos ayude a todos y todas a no perder la esperanza y no desanimarnos al ver que parece que Cristo está durmiendo en la barca cuando estamos en la mitad de la tempestad. Estoy seguro que Cristo, al despertarlo y pedirle ayuda en este tiempo, nos dice “no tengas miedo hombre-mujer de poca fe”. Es Jesús que sigue invitándonos a caminar hacia adelante y nos anima con su presencia a descubrir los nuevos llamados que va poniendo en cada uno de nosotros.
En este punto del camino dentro de la Compañía de Jesús, ¿cómo ha cambiado tu mirada de la vida?
Estamos viviendo tiempos difíciles pero estoy seguro que saldremos del “túnel” y veremos un nuevo valle tan lindo como el anterior. Por eso Jesús nos sigue llamando en este tiempo y nos sigue invitando a colaborar con Él.
¿Qué mensaje podrías compartir con toda la comunidad ignaciana?
Es gratificante en estos tiempos (que parece que todo está mal) ver signos de esa presencia de Dios actuando hoy. Ver jóvenes y adultos que han vivido con dedicación los Ejercicios Espirituales ofrecidos este año, u otros que están yendo a pintar una sede del Hogar de Cristo, o un grupo que ha estado saliendo a ofrecer comida a gente que vive en la calle, o jóvenes (y adultos) que están participando activamente en CVX, MEJ o Scout. O ver voluntarios que dedican tiempo y esfuerzo a colaborar acá en TECHO, SJM, TRASCENDER o realizando catequesis en algunos campamentos de la ciudad, son signos donde vemos nuevas todas las cosas en Cristo.
Anima ver a otros que quieren hacer algo por los demás y lo están realizando. También entusiasma ver a los niños y niñas del colegio practicando deporte, tocando instrumentos musicales, o sirviendo en distintas iniciativas que el colegio les ofrece. Son ellos los que nos animan a nosotros los adultos a seguir adelante.