Por: Juan Pablo Espinosa Arce (*)
Tuve la oportunidad de ir a ver Toy Story 4 que está en cartelera. Es una película dinámica, para grandes y niños, para grandes que vuelven (y volvimos) a ser niños. Al final de la película, y quizás con esa reminiscencia de la infancia, de esa que habla el filósofo francés Gastón Bachelard, me atreví a pensar algunas claves en torno al largometraje. Siento que Toy Story 4 nos deja un mensaje transversal: somos salvados por el amor y en el amor. Hay una cuestión general de la película que me deja pensando y que siento es necesario recuperar constantemente: la importancia humana del sacrificio por otros, de hacer algo por el que lo pasa mal, de evitar naturalizar o normalizar situaciones de dolor.
Ofrezco algunas ideas en torno a tres personajes que me dejan pensando sobre esto de la salvación en y por el amor. Sugiero, además, que los papás puedan llevar a sus niños al cine y disfrutar de esta película y luego reflexionarla, quizá desde estas claves ofrecidas.
El primer personaje es Forky. Es el jueguete de Bonnie, la niña protagonista de la película. Es un tenedor al que la niña le coloca pies, brazos y facciones. Pero Forky tiene un discurso permanente: “Soy basura” en razón que fue recogido de un tarro de desperdicios. Woody (el tradicional vaquero de la película) le dice: “No, tú eres juguete, no eres basura. Pero al tenedor le cuesta evitar normalizar su situación previa. Siento que esta época nos ha desprovisto de alternativas (como dicen los autores Zygmunt Bauman y Leonidas Donskins en Maldad líquida). No tener alternativas se dice: “soy basura”, “no sirvo para nada”. Pero con el paso de la película Forky entiende que a pesar de que fue recogido de la basura (¡metáfora de todo aquello que nos pisotea, nos daña, nos hace menos felices!), puede hacer cosas por otros. Somos salvados por el amor incluso cuando creemos que somos basura y pareciera no podemos dar algo propio.
El segundo personaje es Gaby Gaby. Es el rostro maquiavélico de la película que quiere quitar a Woody su caja de resonancia. A la muñeca le sirven unos muñecos también maquiavélicos. El mal se contagia. El mal, a veces, se disfraza de bien. Gaby quiere ser útil para una niña y por ello considera necesario quitar a Woody su voz. Pero Gaby experimenta una radical conversión, un cambio de perspectiva. Es capaz de hacer un acto de profunda bondad cuando ve a una niña perdida en un circo. Ella quiere salvarla porque ella también se siente perdida y abandonada. Cuando vemos la vulnerabilidad del otro ahí entendemos que también somos vulnerables, al decir del filósofo judío Emmanuel Levinas. Gaby Gaby fue salvada por el amor. Es más, la niña que llora porque se perdió de sus papás mira la muñeca, la toma, la acurruca y le dice: “Yo te salvo”. La salvación viene por otros. En clave de fe, Dios, el totalmente Otro, nos salva.
Finalmente Woody y Bop Bee. Son los personajes centrales de la película. Rescato de Woody, el vaquero, la capacidad de memoria (¡recuerda a Andy – el niño protagonistas de las primeras cintas de Toy Story – a lo largo de la película!) y su capacidad de adaptarse: ahora vive con Bonnie. Woody representa la bondad del ser humano, la gracia diríamos en términos teológicos. Él es capaz de hacer todo lo que esté a su alcance para salvar a otros. El sacrificio, como donación por el que sufre, es su forma de ser. Bop Bee la pastora que lo piensa y por el cual siente un cariño enorme, tiene una lógica dinámica y que busca hacer cosas. Es símbolo de una humanidad atenta a los gestos.
Termino con la frase que alguien esa fría tarde de cine me susurró: ¿Hay alguien más leal que Woody? Siempre optando por los demás, cambiando de planes y apelando a su bondad lúdica.
¡Película altamente recomendada!
(*) Académico Universidad Alberto Hurtado y Universidad Católica de Chile, Educador y Teólogo.
Segunda jornada de directorios de obras sociales
Se realizó durante mañana del sábado 28 de septiembre en la parroquia Jesús Obrero.