Las Preferencias Apostólicas Universales son fruto de un proceso de discernimiento que ha durado casi dos años. Se invitó a que tomaran parte en el mismo a todos los jesuitas, junto a colaboradores nuestros. Este proceso culminó con la confirmación del Papa Francisco, que la comunicó en una reunión privada al P. General Arturo Sosa. Las Preferencias ofrecen a toda la Compañía de Jesús un horizonte y un punto de referencia. Suscitan nuestra imaginación y estimulan nuestros deseos. Dan unidad a nuestra misión. Las nuevas Preferencias constituyen cuatro campos vitales para nuestro mundo de hoy.
- Mostrar el camino hacia Dios mediante los Ejercicios Espirituales y el discernimiento;
- Caminar junto a los pobres, los descartados del mundo, los vulnerados en su dignidad
en una misión de reconciliación y justicia; - Acompañar a los jóvenes en la creación de un futuro esperanzador;
- Colaborar en el cuidado de nuestra Casa Común.
La Compañía prestará una atención especial a estos cuatro campos en los próximos diez años, 2019 a 2029.
Aunque las PAU nos pueden mover a reafirmarnos en el apostolado que desarrollamos en la actualidad o encaminarnos hacia otros nuevos, no tratan principalmente de “hacer cosas”. Representan cuatro maneras para buscar de descubrir los signos de la acción del Espíritu. En cierto modo, podemos considerar las PAU como cuatro caminos por los que se nos invita a transitar con otros. En la medida en que lo hagamos, descubriremos nuevos compañeros de apostolado, que en muchas ocasiones caminan por delante de nosotros. Supone
también una fuente de consolación que las PAU expresen unas orientaciones fundamentales que la misma Iglesia ha señalado como integrantes de su misión. A un nivel más profundo, hablan de nuestro deseo de acercarnos más a Dios y de discernir el modo como Dios está trabajando en el mundo actual.
Las PAU son parte de nuestro proceso personal de renovación. Están llamadas a convertirse en medios de gran importancia para nuestros procesos de discernimiento. Por ello, y si van a jugar un papel tan importante, es conveniente que desde el primer momento formen parte de nuestra oración.
Adviento tiempo para reflexionar las PAU
El tiempo litúrgico de Adviento ofrece una oportunidad natural para ello. Junto con la Cuaresma, marca un tiempo en el que la Iglesia quiere prepararse para entrar con más hondura en el misterio de la encarnación de Cristo y de su obra redentora. En Adviento podemos dejar que nuestra oración ilumine las PAU y pedir que estemos abiertos a cualquier gracia de renovación, de discernimiento y de comprensión que Dios quiera ofrecernos.
Lo que sigue son unas sugerencias para la oración, tanto individual como comunitaria. En la medida en que nos ayuden servirán a nuestro propósito. Pero también pueden estimular nuevas ideas y reflexiones a nivel personal, comunitario o de grupo.
El Adviento señala el comienzo del año litúrgico de la Iglesia. El Adviento es un tiempo de expectación esperanzada. Aunque nuestra mirada se dirige naturalmente hacia la Navidad y el nacimiento de Cristo, la liturgia nos invita a alargar al mismo tiempo nuestra mitrada, los ojos de fe, hasta el fin de los tiempos, la esperada Parusía de Cristo.
El Adviento nos sitúa en varios niveles diferentes.
- Nos introduce en el misterio de Dios que actúa en la historia, sin estar sometido a ella. Nos invita
a contemplar a un Dios cuyas promesas están insertas en nuestro tiempo y en nuestra historia,
dándole forma y llevándola lentamente a su culminación de maneras inesperadas y a través
de las personas que menos esperamos. En Adviento encontramos a un Dios que nunca deja de
sorprendernos. - La liturgia de Adviento es una escuela en la que aprendemos a escuchar y a esperar con expectación esperanzada.
- Por medio de una escucha contemplativa de la Escritura, nuestra imaginación se ensancha: podemos advertir que Dios no nos abandona ni a abandona a nuestro mundo. Continúa con inagotable paciencia llamándonos a la vida nueva del Reino.
- El tiempo de Adviento nos hace crecer. Nuestro corazón se agranda hasta abrazar el sufrimiento del mundo en el amor de Dios. Un amor que nos saca de la desesperación y la impotencia, porque sabemos que tenemos un salvador, ‘Emmanuel’.
- Adviento es tiempo para abrirse al riesgo de la esperanza y a la fuerza que nos infunde, para ver nuevas posibilidades, para dejarnos renovar, para permitir que la vida del Espíritu Santo que hemos recibido se convierta en vida nuestra. El Señor ha venido ahora, en este tiempo nuestro, y para siempre.
En la Contemplación de la Encarnación, Ignacio nos invita a mirar al mundo entero en todos sus tiempos, lugares, personas y circunstancias (EE.EE. 101 y ss.). Se nos pide que veamos este mundo como Dios lo ve, lo conoce y lo ama, en toda su belleza y su dolorosa verdad, “todas las naciones en tanta ceguedad, y cómo mueren y descienden al infierno”. Así llegamos a la profundidad de la misericordia amorosa de Dios. Dios viene a nosotros en nuestra miseria y necesidad, en la verdad y en el amor, ‘la segunda persona debe hacerse hombre para salvar a la raza humana’.
Fuente: Curia General Compañía de Jesús