Comentario a las lecturas de la liturgia entre los días 10 al 20 de febrero.
Entramos ya en nuestro retiro espiritual anual de preparación para la Pascua. El documento que más puede ayudarnos en este momento es el mensaje pontificio que nos hace tomar conciencia de su importancia en este año de la Misericordia.
Como sabemos, la fecha de la Pascua depende del año lunar y, por eso, ocurre entre fines de marzo y fines de abril. La Cuaresma se organizó como un tiempo de preparación para las personas que eran admitidas a la Iglesia, compartiendo la muerte y resurrección de Cristo, en los sacramentos de la Iniciación Cristiana (Bautismo, Confirmación y Eucaristía). Al comienzo fue un ayuno de una semana, pero la relación con el ayuno de Jesús durante 40 días y los 40 años de peregrinación del pueblo de Israel desde Egipto a la Tierra prometida, le dieron su longitud cronológica simbólica.
Los cuarenta días son los que preceden a la Semana Mayor, es decir, los previos a la celebración del Domingo de Ramos. Se abren, entonces, a mitad de semana, el Miércoles de Ceniza, con el fuerte llamado a la conversión que hace el profeta Joel (2,12-18). De hecho, es lo que abre la celebración, ya que el rito penitencial se traslada en esta ocasión para después de la mesa de la Palabra. Luego, tras responder a ese llamado con el salmo 51 (50), san Pablo nos conmina a dejarnos reconciliar con Dios (2 Co 5,20-6,2). Por su parte, las palabras de Jesús en el evangelio (Mt. 6,1-6.16-18) deberían inquietarnos especialmente, ya que vamos a hacer un gesto que publicita nuestra penitencia… algo que Él precisamente descalifica en el texto que escuchamos. Es decir, recibiremos la ceniza en nuestra frente, después de que Jesús nos ha advertido que no debe quedarse en un mero “marketing” religioso. Debemos entrar en la Cuaresma pidiendo la gracia de realmente convertirnos y renovar en nosotros la gracia bautismal que recibimos. El mismo llamado a la autenticidad en la fe es el que seguiremos escuchando en los textos de la Escritura que se nos ofrecen en los días siguientes. Además, quienes seguimos a Jesús detrás de Ignacio de Loyola, tenemos la ocasión de volver a escuchar, el jueves después de Ceniza, los mismos textos que ofrece la liturgia de la Palabra en la misa de san Ignacio en el leccionario propio de los jesuitas.
El primer domingo nos pone frente a las opciones de Cristo; mejor dicho la opción amorosa de Dios para rescatarnos. Muchas veces nos parecemos al pueblo judío que clamaba “Ojalá abrieras los cielos y bajaras”. Quisiéramos que Dios bajara a resolver todos nuestros problemas y a ordenar todas las cosas con su omnipotencia. Y, por lo mismo, caemos en la tentación de querer imponer el Evangelio por el poder y la fuerza. Contemplar las tentaciones de Jesús debería abrirnos los ojos: No subimos en la Cuaresma para conquistar la salvación: hemos de bajar, siguiendo al que “se despojó de su rango” y “pasó por uno de tantos”. El camino de Jesús es el camino de la cruz; pasa por ella inevitablemente. Dios no nos salva ni por las riquezas, ni por el poder, sino por su misericordia, ese amor gratuito que espera de nosotros un corazón humilde y sencillo, como el de Jesús.
Durante la semana, la mesa de la Palabra nos va invitando a profundizar en el camino de Jesús: Al final de la vida seremos juzgados por el amor (lunes), ese amor de Dios nuestro Padre, que se nos ha revelado en Cristo, su Palabra definitiva (martes). No hay otra palabra o signo que podamos pedir a Dios sino sólo hemos de adherir a la persona de Jesús (miércoles). El amor que el Padre nos ha revelado en Cristo nos permite pedir confiadamente lo que necesitamos, porque ciertamente lo recibiremos (jueves). Nuestra respuesta al amor de Dios deberá ser el amor incondicional a nuestro prójimo (viernes), hasta orar incluso por quienes nos persiguen, imitando así el amor del Padre que está en los cielos (sábado).
En la Cuaresma, se puede recordar a los santos, pero se ‘rebaja’ hasta cierto punto la atención a ellos, para fijarnos más directamente en Jesucristo. En estos días sólo se recuerda a Nuestra Señora de Lourdes, el jueves 11, a los siete fundadores de los Servitas el miércoles 17, y el calendario jesuita recuerda a san Claudio La Colombière el lunes 15.
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