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La Declaración Universal de Derechos Humanos en 1948 había enunciado nuestra dignidad común. Sin embargo, una de las constataciones más relevantes del cambio cultural del siglo XX y principios del XXI tiene relación con la conciencia de la diversidad humana. Acaso agudizada por los medios de comunicación, esa conciencia se ha hecho cada vez más evidente. En este contexto, si Chile pretende cohesión social debe aceptar a la vez la igual dignidad de sus miembros y las enormes diversidades que coexisten en su interior. Entonces, debe preguntarse por el tipo de convivencia que produce unidad interna, conservando –y aun favoreciendo– las diferencias.
Este mes de septiembre se cumplen 50 años de la elección de Salvador Allende como presidente. No pretendemos hacer un juicio sobre su gobierno, pero sí creemos importante mirar el proceso previo que condujo a esa elección. Eran tiempos bullentes marcados por la tensión de la Guerra Fría con dos proyectos antagónicos, una revolución en Cuba que termina con la dictadura, el Che Guevara y las guerrillas en América Latina y África, una guerra en Vietnam. Al mismo tiempo, se registraban el movimiento por los derechos de los afroamericanos en EE.UU. y los asesinatos de Martin Luther King y de John y Robert Kennedy.
Por otra parte, el inicio de la liberación sexual con la introducción de la píldora y la ruptura generacional que marca el movimiento hippie. La Iglesia cambiaba mucho luego del Concilio Vaticano II. Ella se definía como pueblo de Dios, dando más participación a los laicos; reconocía que Dios actuaba también fuera de sus fronteras y que había que descubrirlo discerniendo los signos de los tiempos. Todo eso suponía respetar la autonomía de las realidades terrenas y, a la vez, la necesidad de un diálogo profundo con opiniones y creencias diversas en una sociedad plural. En 1968 los obispos de América Latina se reunieron en la Conferencia de Medellín para aplicar las conclusiones del Concilio en nuestro continente. Ahí se habló de las injusticias estructurales de nuestra sociedad y de la urgente cercanía a los más pobres. Comenzaba a nacer la teología de la liberación como un modo de pensar propio de los teólogos de Latinoamérica.
En Chile el gobierno de Frei Montalva emprende muchas reformas con la Promoción Popular, la reforma educacional y la reforma agraria. Los jóvenes toman las universidades y se abre la reforma universitaria. Al interior de los partidos políticos también surgen divisiones a partir de grupos que querían ir más allá de lo logrado y más rápido. Varios dirigentes cristianos comienzan a simpatizar con el marxismo. Nacen el MAPU, el MIR y el movimiento Cristianos por el Socialismo. Todos estos acontecimientos van pidiendo definiciones y se comienzan a evidenciar modos diferentes de compre
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