Sábado Santo: La vigilia pascual

En la liturgia de la Iglesia, el día comienza cuando se pone el sol…, una tradición, tal vez inspirada en el capítulo 1 del libro del Génesis, que repite, al final de cada acción creadora del Señor: “Y atardeció y amaneció: día… (primero, etc.)”, o quizá un acuerdo más o menos instintivo, desde que los seres humanos comenzamos a ser conscientes de nuestra temporalidad y, de alguna manera, acordamos medirla. Por eso, se puede decir que el séptimo día de la Semana Santa es un día a-litúrgico, y el día de la Resurrección del Señor comienza, por lo tanto, con la Vigilia Pascual la que, según las normas, debe ser estrictamente nocturna.  Durante el día, sólo pueden celebrarse el sacramento de la Reconciliación y el de la Unción de los enfermos, y las comunidades pueden reunirse a rezar la Oración de las Horas…, sin anticipar “celebraciones o actos de índole pascual”.

Ya hemos recordado el carácter “primaveral” que tiene la fiesta de Pascua (=Pésaj  en hebreo). El clima mismo evoca una nueva vida…, y eso es lo que recuerda la liturgia, aunque aquí estemos en otoño.

La celebración comienza fuera del templo, en un lugar ojalá iluminado sólo por el fuego nuevo que se enciende[1] y se bendice en ese momento, pidiendo al Señor que nos inflame con los deseos celestiales.  Luego se prepara el Cirio Pascual, (generalmente, pre-decorado) haciendo explícito el significado de los signos que harán que nos recuerde la presencia y el papel del Crucificado-Resucitado en la vida de la comunidad y de cada uno de sus miembros. Se ingresa procesionalmente en el templo, que va siendo iluminado progresivamente por la luz que se saca del Cirio, de manera que, al llegar ante el altar, toda la comunidad haya sacado luz del Cirio, al que se venera como representación de Cristo: se lo inciensa y se canta o proclama el pregón pascual, que nos señala que: “Esta es la noche en la que Cristo rompió las ataduras de la muerte y surgió victorioso de los abismos”.

Vigilia Pascual

Tras la solemne entrada, la comunidad escucha y medita la Palabra de Dios, que nos hace profundizar en el sentido de esta noche santa, en la que tomamos conciencia del designio amoroso de Dios que nos creó, y nos ha dado vida nueva en Cristo, muerto y resucitado por nosotros. Se puede hacer hasta siete lecturas del Antiguo Testamento, según sea la formación y devoción de la comunidad. De esas lecturas nunca debe omitirse la que narra la liberación de Israel de la esclavitud en Egipto (Éxodo 14,15-15,1)[2].

Tras la última lectura de la vigilia, se pasa a la Misa Pascual: Se encienden los cirios del altar y se canta alegremente el Gloria. En algunas comunidades se continúa la costumbre de hacer sonar, en este momento, alegremente, las campanas del templo…, pero conviene estar de acuerdo con el vecindario, para no provocar “contaminación acústica”.

Tras el Gloria, se reza la Oración colecta[3], que sintetiza la principal intención de la comunidad en ese momento. Después, se lee un párrafo de la carta de san Pablo a los Romanos (6,3-11), que nos recuerda que, por nuestra inserción en Cristo, participamos de su resurrección.

Litúrgicamente más importante que el Gloria, en esta noche es el Aleluya, palabra hebrea que  significa: “Alabad a YHWH[4]: Se propone que el sacerdote [o un(a) solista] cante la aclamación tres veces, elevando gradualmente la voz. Luego el sacerdote o un diácono, proclama el Evangelio: este año, Mateo 28, 1-10.

Tras la homilía (que, según las normas, aunque breve, no debe omitirse), se pasa a la liturgia bautismal, que requeriría un comentario aparte. Limitémonos a recordar que el Bautismo (palabra que significa inmersión) significa morir… para resucitar a la vida nueva que nos ha obtenido Cristo. Ésa es la idea por la que, en esta noche, si no hay personas que se bauticen, por lo menos se bendiga el agua con la que la comunidad va ser asperjada, tras haber renovado las promesas bautismales. Hay que prepararse para ello, al menos repasando el Credo[5].

Resulta imposible presentar de manera más resumida esta fiesta que es la cumbre del año cristiano: el día (con la noche previa incluida) en que aclamamos el triunfo de Jesús sobre el pecado y la muerte…, día en que Jesucristo nos renueva la invitación a vivir como personas humanas resucitadas.

TEXTO: José M. Arenas SJ


[1] En rituales de mediados del siglo pasado, se recomendaba encender el fuego sacándolo “de la piedra” (condición que cumplían los modernos encendedores).

[2][2] Los textos ofrecidos son: Génesis 1,1-2,2; Génesis 22, 1-18; Éxodo 14…; Isaías 54.5-14; Isaías 55,1-11; Baruc 3,9-15.32-4,4 y Ezequiel 36, 17.18-28. Tras cada lectura que se proclama, se ofrece un salmo o himno bíblico y una oración breve que se inspira en la lectura proclamada.

[3] Nombre técnico de la oración inicial de la Misa, porque se supone que “recoge” el motivo principal de la celebración.

[4][4] Para “no pronunciar el nombre de Dios en vano”, la Iglesia ha continuado reemplazando ese nombre por la expresión: El Señor, tanto en las oraciones como en las traducciones litúrgicas.

[5] Por ejemplo: ¿Cuál es la fórmula más precisa: a)… creo en el Espíritu Santo, en la santa Iglesia católica, en la comunión…? O b)…creo en el Espíritu Santo, la santa Iglesia católica, la comunión de los santos

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