Comentario a las celebraciones litúrgicas sobre el Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo.
En otros años hemos reflexionado sobre el origen de la Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo, instituida en el siglo XIII, y sobre las circunstancias especiales que la hicieron muy popular en nuestro continente, sobre todo en territorios del antiguo imperio incaico. Por eso, sin desconocer el valor que tiene la devoción a la Presencia real de Cristo en la Eucaristía, podemos fijarnos en algunos puntos que, pueden pasar desapercibidos, aunque se nos recuerdan en cada celebración.
Especialmente, vale la pena recordar que, con san Pablo, decimos “el Cuerpo de Cristo”, también respecto de la Iglesia. Incluso muy poco después del relato de la Institución, que en este domingo escuchamos en la mesa de la Palabra, Pablo nos dirá que hemos sido sumergidos en el Espíritu para formar el Cuerpo de Cristo. Por lo tanto, ojalá que al adorar a Cristo en la Custodia, no nos olvidemos de su Cuerpo dividido entre varias iglesias y comunidades, ni mucho menos nos olvidemos de aquellos respecto de los cuales el mismo Jesús nos dice en el evangelio de este domingo: Denles ustedes de comer. En cada Misa invocamos al Espíritu sobre el pan y el vino, para que se transformen en el Cuerpo y la Sangre de Cristo, pero también invocamos en cada Misa al Espíritu para que nos in-corpore a Cristo y seamos uno en Él. Gracias a Dios, han ido desapareciendo las diferencias que hace casi 500 años nos separaron. La Eucaristía es Cena y actualización (no reiteración) del único Sacrificio de Cristo, que nos abre el camino hacia el Padre y nos hace ya celebrar el banquete del Cordero, que describe el Apocalipsis. Que esta Fiesta del Cuerpo y la Sangre nos dinamice para convocar a más comensales al banquete.
En la semana, nos acompañará el evangelio de san Marcos. El capítulo 12 que leeremos esta semana nos mostrará a Jesús enfrentándose con fariseos, herodianos y saduceos, al mismo tiempo que nos presentará también a quienes optan por Él: El que busca sinceramente y no está lejos del reino de Dios, y la viuda pobre, que entrega su vida en la alcancía del templo. Como primera lectura tendremos en la semana, al comienzo la 2ª. Carta de san Pedro y luego la 2ª. Carta a Timoteo. Según los biblistas, Pedro no sería el autor de la 2ª. Carta, pero la segunda a Timoteo podría ser más seguramente de Pablo que las otras dos cartas llamadas “pastorales” (1 Tim y Tito). Para la liturgia basta con que la Iglesia las haya recibido como canónicas y, por lo tanto inspiradas (“tienen a Dios por autor”, nos dice el Vaticano II, en DV, 11). Ambas cartas nos exhortan a la firmeza y coherencia en la fe.
El ciclo santoral, por su parte, nos ofrece el martes la fiesta de la Visitación de María a Isabel. Una fiesta que cierra el “Mes de María” en el hemisferio norte, en una fecha muy apropiada en relación con la fiesta del nacimiento de Juan el Bautista. Una fiesta para encomendarse a nuestra Madre para adquirir su presteza para responder a lo que Dios le pide y le ofrece. Luego, junio se abre con la memoria de san Justino, mártir, el primer filósofo cristiano, que llega a la fe buscando la verdad para su vida. Considerado el primer apologista, por sus escritos dirigidos al emperador filósofo Marco Aurelio en defensa de la fe cristiana. La memoria de los mártires de Uganda se omite este año, porque el viernes 3 se celebra la Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús instituida entre los siglos XVII y XVIII (los tiempos en que el jansenismo proclamaba una piedad inhumanamente rigorista), para celebrar la misericordia de Dios revelada en la persona de su Hijo amado. Junto al Corazón de Cristo, el sábado 4 estamos invitados a celebrar el Inmaculado Corazón de María.
Segunda jornada de directorios de obras sociales
Se realizó durante mañana del sábado 28 de septiembre en la parroquia Jesús Obrero.