¡El Señor viene a consolar a su pueblo! ¡Se ha cumplido el tiempo de servicio! ¡Se ha pagado la deuda! El camino será preparado, las colinas y montañas aplanadas, los valles terraplenados. Porque viene el Liberador, Jesús, el Mesías, Hijo de Dios, nos señala el evangelio de Marcos. Si la liturgia del domingo anterior nos llamaba a estar prevenidos, la de éste nos hace tomar conciencia de que el Día del Señor es un regalo. Aunque parezca tardar, llegará sin duda alguna. Vendrán el cielo nuevo y la tierra nueva, donde habitará la justicia. El Señor está esperando nuestra conversión, y por eso parece tardar. Pero, para Él un día es como mil años y mil años como un día. Por eso, imitemos a los contemporáneos del Bautista, reconociendo y confesando nuestros pecados, no por temor, sino renovados por el Espíritu Santo, que se nos ha dado en el Bautismo y sigue dándosenos en cada sacramento. Se cumplen las palabras del Bautista: “Yo los he bautizado con agua, pero Él los bautizará con Espíritu Santo”.
En la semana, la mesa de la Palabra abunda en el mensaje de consuelo que escuchamos el domingo, especialmente en los textos del segundo Isaías, los que predisponen nuestra atención a los textos de los evangelios, que nos muestran la fidelidad de Dios a sus promesas, las que se cumplen en Jesucristo. El sábado 16, último día antes del tiempo fuerte de la última semana del Adviento, Jesús mismo nos ayuda a identificar a Juan Bautista con Elías.
En este tiempo, el santoral sólo destaca algunas celebraciones importantes, para que atendamos más bien al misterio de Cristo, que se nos va haciendo gustar. En esta semana, se puede recordar, el lunes 11, al papa san Dámaso (304-381), que ocupó la sede de Pedro durante dieciocho años. Se lo recuerda por su preocupación por conservar los recuerdos de los mártires romanos, y por promover que san Jerónimo tradujera las Sagradas Escrituras al latín. La fiesta más importante de la semana es, en nuestro continente, la de Nuestra Señora de Guadalupe, el martes 12: ese día podemos agradecer la delicadeza del Señor, que permite que la Virgen María se manifieste especialmente como la portadora de Jesús para nosotros. El miércoles 13 puede recordarse a santa Lucía, (+304), popular doncella y mártir de Sicilia. Y el jueves 14 se celebra a san Juan de la Cruz (+1591), doctor de la Iglesia, místico, poeta y colaborador de santa Teresa de Ávila en la reforma de la Orden del Carmelo.