Segunda semana de Adviento

En varios países, como en el nuestro, este domingo 8 celebramos la Solemnidad de la Inmaculada Concepción de María, por la especial devoción mariana existente en nuestro pueblo. María de Nazaret es la Llena de Gracia (Lc 1,28), la primera mujer liberada absolutamente del pecado, para que fuera digna madre del Hijo de Dios. En ella se inicia la Nueva Creación, en la que se realiza el plan divino, que se nos recuerda en el primer capítulo de la carta a los Efesios. Estamos llamados a ser santos e irreprochables, como ella, por el amor. El amor de Dios, que nos libera del pecado, y nos permite vivir en el amor a Él y al prójimo. Que la Llena de Gracia, interceda, entonces, por nosotros, y por tantas personas que acuden en esta fecha a sus santuarios, a fin de que siempre actuemos según la Palabra del Señor.  Además, en el momento que vivimos, nuestros obispos nos invitan a consagrar nuestra Patria a la protección maternal de la Virgen, para que encontremos caminos que nos ayuden a lograr una paz estable, fruto de la justicia y del respeto mutuo de toda nuestra ciudadanía.

Omitimos, entonces, los textos de la Palabra del segundo domingo de Adviento, que vale la pena recordar, porque, en el evangelio de Mateo nos habríamos encontrado con Juan, el Precursor, llamándonos a la conversión en espera del Señor. Como a los fariseos de su época, el Bautista nos recuerda que Dios puede sacar de las piedras a auténticos hijos de Abraham, que no se limiten a una religiosidad formalista. Asumamos, entonces, lo central de este tiempo: la necesidad de convertirnos… cada uno y cada una, y la de convertirnos como Iglesia, escuchando la voz del Espíritu que nos llama a ser una Iglesia testigo de la Alegría del Evangelio. Sólo podremos ser testimonio creíble de la idílica paz que nos pinta Isaías, en la medida en que las relaciones entre nosotros no se jueguen en términos de luchas por el poder. Pidamos la gracia de ser mutuamente acogedores, como Cristo nos ha acogido a nosotros. Que nos mostremos realmente ciudadanos y súbditos de ese rey que libra al pobre que suplica, que ampara al humilde desamparado, que salva la vida de los indigentes [Salmo 72 (71)]. Para ello, antes de tratar de identificar a los fariseos y saduceos en los otros, reconozcamos dentro de cada uno de nosotros mismos los rasgos de una religiosidad meramente exterior como la de los fariseos, y los del escepticismo de quien puede utilizar la religión para dominar a los otros, como hacían los saduceos. Oremos, entonces, unos por otros, pidiendo la gracia de una auténtica conversión.

La semana está marcada por una alegre esperanza, que se va haciendo más insistente a medida que experimentamos que el Señor se acerca, para revelarnos el rostro misericordioso del Padre. Y esa misma esperanza nos anima a dejarnos convertir por el Señor. No dejemos que la poética evocación de la Navidad nos oculte la necesidad de trabajar rellenando hondonadas y rebajando montes para hacer posible nuestro encuentro con Él. Podremos, entonces, reconocer que nos libera de nuestras parálisis, que sale a buscarnos cuando nos apartamos de sus caminos, y que nos consuela y anima cuando estamos agobiados y afligidos. Él mismo suscita en nosotros la conversión y nos regala la paz que anhelamos. En ese contexto, cerraremos la semana escuchando a Jesús que nos invita a reconocer al Bautista como su precursor.

Por su parte, el santoral nos hace volver nuestra mirada hacia nuestro continente, ya que el jueves celebramos a Nuestra Señora de Guadalupe, Patrona de América. Su fiesta está precedida el lunes 9 por la memoria de san Juan Diego (1474-1548), primer santo autóctono de nuestra tierra americana. Estas dos fechas nos animan a asumir un adviento especial para nuestra iglesia mestiza, y a pedir que sepamos agradecer la predilección del Señor que podemos percibir en el misterio del Tepeyac. Ello nos llevará a asumir la responsabilidad que como discípulos/as misioneros/as emana de la Buena Noticia.

En el santoral también encontraremos el miércoles 11 a san Dámaso (305-384), papa de origen español, promotor del culto a los mártires. El viernes 13 se recuerda a santa Lucía, santa muy popular, que habría padecido el martirio el año 304. Y el sábado 14 se celebra a san Juan de la Cruz (1542 -1591), místico, poeta y reformador de la orden del Carmelo. Escuchémoslo a él cuando nos dice: “A la tarde te examinarán en el amor; aprende a amar como Dios quiere ser amado y deja tu condición”.

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