Aunque la fiesta del Bautismo del Señor cerró, el lunes pasado, el tiempo de Navidad, la segunda semana del tiempo ordinario comienza con una escena que nos recuerda ese episodio inaugural del ministerio del Señor en Galilea. Juan da testimonio de que ha visto al Espíritu descender sobre Jesús, y lo presenta, al mismo tiempo, como ‘cordero de Dios’ e ‘Hijo de Dios’. El título de ‘cordero’ nos evoca el sacrificio redentor de Jesús, aunque a algunas personas les desconcierta el pensar que Dios requiera un sacrificio para devolvernos la posibilidad de alcanzar la unión con Él. Va unido con el título de ‘Hijo’ que nos orienta a contemplar la unidad trinitaria y nos muestra a Dios no como un tirano impasible que recibe el tributo de una víctima, sino como el que se sacrifica por nosotros. En Jesucristo, Dios muere por nosotros. Eso es lo que recordamos cada vez que reconocemos a Jesús como el Cordero que quita el pecado del mundo y se nos da como alimento.
El Bautista atestigua que sobre Jesús ha descendido el Espíritu Santo, y que el mismo Jesús bautiza en el Espíritu Santo. Como cabeza del Cuerpo que es la Iglesia, Jesús nos sumerge en el Espíritu. Por su unción, hemos sido santificados, unidos a Cristo “Sacerdote, Profeta y Rey hasta la vida eterna”, como se nos señaló en nuestro bautismo. Por eso, la oración después de la comunión, en este domingo, pide la efusión constante del Espíritu, de manera que permanezcamos unidos en la fe.
Durante la semana, mientras seguimos a Jesús por los caminos y pueblos de Galilea, escuchamos la llamada “Carta a los Hebreos”, la que, según los biblistas, es más homilía que carta. En esta semana se nos ofrece la parte central de ella, la que desarrolla los aspectos más específicos del sacerdocio de Jesucristo. El texto que se lee el lunes pertenece a la proclamación más general de Jesucristo, como Sumo Sacerdote de la Alianza nueva y definitiva. Se nos señala que es sacerdote según el orden de Melquisedec…, es decir, un sacerdocio anterior al del orden de Aarón: no ligado a la ley, sino a la promesa de Dios. El culto que ofrece Jesucristo es el culto definitivo, en que Él ofrece su propia sangre, que nos santifica. En ese orden sacerdotal hemos sido insertados los cristianos y cristianas en nuestro bautismo. Y ejercemos ese sacerdocio en la santificación del mundo en que habitamos. El sacerdocio ministerial está al servicio del único sacerdocio de Cristo; el título exacto que corresponde a quienes llamamos “sacerdotes” es “presbítero”, palabra que significa “anciano”. Tal vez la apropiación del “sacerdocio” por el clero está en la raíz de la transformación del servicio presbiteral en “poder” reservado a unos pocos. Y ese poder corre el peligro de distanciarse del modo de proceder del “servidor” que se nos presenta en la primera lectura de este domingo. El camino propio de Jesús, en cambio, no es el del poder, sino el del servicio. Por eso, al mismo Sumo Sacerdote que nos presenta la carta a los Hebreos, sus parientes quieren encerrarlo porque lo creen un exaltado. Y eso, a renglón seguido de haberlo contemplado instituyendo a los Doce, germen del nuevo Pueblo de Dios.
En el santoral, el martes 17 se celebra al Abba san Antonio (251-356), que vivió en Egipto, uno de los primeros padres del desierto, al que se considera fundador de la vida monástica. El 19 el calendario de la Compañía de Jesús recuerda a numerosos santos y beatos mártires que padecieron por conservar la unidad católica en Escocia, Hungría, Francia (John Ogilvie, Esteban Pongrácz, Melchor Grodziecki, Btos. Jacques Sales y Guillaume Sautemouche) ) y hasta en el medio del Atlántico (Bto. Ignacio de Azevedo y 39 compañeros), en la ruptura provocada por la Reforma. Nos pueden ayudar a orar por la recuperación de la unidad, en este año del Quinto Centenario de la misma. El viernes 20 se recuerda a san Sebastián, personaje que suscita gran devoción entre nuestro pueblo (+288), junto con el Papa san Fabián (+250). Y el 21 a santa Inés doncella y mártir romana, también muy popular, que habría padecido el martirio a comienzos del siglo IV. Figura en la segunda lista de santos de la Plegaria Eucarística I. Todos ellos siguieron al Cordero, y participan ya de su gloria.
Última clase de Diplomado en Liderazgo Ignaciano para directivos
El viernes 22 de noviembre se desarrolló la última clase del Diplomado en Liderazgo Ignaciano para directivos que comenzó en abril de este año.