Próxima a cumplir 25 años de vida —y con los resultados del último catastro de campamentos— la Fundación Techo propone una solución al problema habitacional con un proyecto que busca convocar a todos: Estado, privados y sociedad civil. Su lema, “es momento de dejar de hacer lo posible y comenzar a hacerlo posible”, grafica la urgencia de que esta problemática se convierta en una política de Estado. En esta entrevista a su capellán general, Héctor Guarda sj, abordamos este y otros temas.
Artículo publicado en Revista Jesuitas Chile n. 53
Por Haydée Rojas
En Chile cerca de 82 mil familias viven hoy en campamentos, según el último catastro de Techo. Y pese a que en la última década el aumento había sido sostenido, a partir de 2019 el crecimiento es derechamente explosivo. “Ese año el catastro del MINVU arrojaba que había 49 mil familias en campamentos. Y nuestro catastro con datos a marzo de este año muestra un aumento del 73%. Ya la curva no es solamente ascendente, sino que estamos hablando de 82 mil familias, es decir, cerca de 250 mil personas que viven en esas condiciones, lo que es muy grave”, señala Héctor Guarda sj, capellán de Techo.
Y agrega que no es que existan muchos más campamentos, sino que los que hay ya pasaron a ser mini ciudadelas. A su juicio, un síntoma de una enfermedad más grave como es el déficit habitacional en Chile.
—Si uno mira para atrás, el Estado de Chile ha dado solución a cerca de 30 mil familias al año como promedio, con un déficit que hoy tampoco está tan cuantificado, porque las cifras rondan entre las 500 y 700 mil viviendas. Entonces, 30 mil soluciones al año para ese déficit, en verdad ni siquiera toca el problema. Y eso considerando que no se agregue ninguna familia más. Y agrega que no es que existan muchos más campamentos, sino que los que hay ya pasaron a ser mini ciudadelas. A su juicio, un síntoma de una enfermedad más grave como es el déficit habitacional en Chile.
—¿Cuáles serían las razones fundamentales de este aumento?
Por un lado, la situación de desigualdad en Chile que ha sido una tendencia que no hemos querido mirar y que se visibilizó con fuerza hace dos años con el estallido social. Estas 82 mil familias en campamentos son post estallido y pandemia, cuando muchos jefes y jefas de hogar perdieron sus trabajos. Lo que está detrás del campamento es la pobreza, pero por otro lado también nos encontramos con arriendos abusivos y hacinamientos.
—Es decir, este era un problema que se venía arrastrando y que hizo crisis con la pandemia. Pero hay quienes creen que una de las causas es la llegada de inmigrantes.
Ese es un mito que hay que erradicar. Si bien entre 2019 y 2021 aumentaron las familias que viven en campamentos, la proporción de migrantes se mantuvo en el mismo 30% que había en 2019. Proporcionalmente, es la misma cantidad. Lo que nos tiene que preocupar es ese aumento de 49 mil a 82 mil familias. Y eso ocurre porque la condición habitacional en Chile es precaria y no hay soluciones por parte del Estado. La migración entonces no es un elemento fundamental en el aumento explosivo de campamentos. Es probable que en Antofagasta dos tercios de los habitantes de campamentos sean familias migrantes, pero no es así en el resto de las regiones del país.
—¿Y cuál debería ser la principal tarea del próximo gobierno en esta problemática?
En Techo estamos convencidos de que este no es un tema del gobierno de turno, sino que tiene que haber una política de Estado. Porque en el fondo no hay un incentivo para la construcción de viviendas sociales y, por otro lado, está el gran problema del déficit de suelo. La ciudad se encarece cada día más, ya que es mucho mejor vender un terreno a quien tenga el poder adquisitivo para construir un mall o un proyecto inmobiliario en donde la gente pueda pagar. Además, los suelos más baratos son los que están en la periferia y así seguimos segregando. Entonces, como Techo queremos buscar una solución con el proyecto Déficit Cero (www.deficitcero.cl), congregando a una gran propuesta: al Estado, a los parlamentarios, a la sociedad civil, a los privados, a las universidades, a los municipios, para mirar este problema como país y encontrar soluciones.
—Hay países donde el Estado compra departamentos o propiedades y los arrienda a precios asequibles a personas de escasos recursos.
Ese es un buen ejemplo, porque el tema del déficit habitacional hay que pensarlo también de una manera creativa, con políticas de arriendo y también con subsidios a las viviendas usadas. Hay muchas formas creativas para solucionar este problema, pero hay que tener la voluntad política para hacerlo. Un ejemplo de otra área, pero muy demostrativo de cómo se logran buenas soluciones, es lo que ha ocurrido con el proceso de vacunación del Covid, que ha sido exitoso porque se ha asumido como una política de Estado. Esto pues el virus no discrimina si tienes Isapre o Fonasa, si vives en el sector oriente o en la periferia, por eso se ha tenido que tomar la decisión de vacunar a todos. En cambio, el asunto del déficit habitacional en Chile —como afecta mayoritariamente a los más pobres— es un tema que todavía no hemos querido solucionar como país, porque finalmente los que toman las decisiones con respecto a cómo abordar la situación habitacional en Chile, probablemente, no tienen problemas de vivienda.
—Recientemente Techo recibió un importante premio, ¿qué significa este reconocimiento para ustedes?
Desde hace 20 años World Habitat, una organización de Naciones Unidas, entrega un reconocimiento a un proyecto innovador que tenga impacto en la comunidad. Habitualmente el premio se entrega a un proyecto, y este año por primera vez premiaron a una organización (Techo) por el impacto que ha tenido en los 18 países de América Latina y el Caribe. En el fondo es un premio a la trayectoria de estos casi 25 años, a los jóvenes voluntarios que trabajan directamente con las comunidades, a los profesionales y a los jesuitas que me han antecedido. Estamos muy felices, esto nos llena de orgullo, entusiasmo, fuerza y, a la vez, de una enorme responsabilidad. Si hay algo que este premio nos dice, es que hay una triada que funciona: el encuentro del mundo de la pobreza, la territorialidad y la juventud. Y eso genera un círculo virtuoso que lo que hace también es comprometerse con una pobreza que nosotros mismos, como países, hemos ido generando. Y algo muy destacable de Techo es que somos como catalizadores, posibilitando encuentros y vínculos, para ayudar a esta América Latina herida.