Alégrense siempre en el Señor, es la invitación que nos hace la antífona de entrada en la misa del domingo, primer día de esta semana. Una frase de san Pablo que se nos dirige con insistencia en la segunda lectura. Mientras tanto, el profeta Sofonías proclama con insistencia, dirigiéndose al Pueblo de Dios bajo nombres diversos: “¡Grita de alegría!…¡Aclama!…¡Alégrate y regocíjate!… Frases que pueden sonarnos irónicas, o una invitación a la evasión, en el contexto histórico que vivimos como Iglesia, especialmente en nuestro país. Y nos sonarán así, mientras sigamos confundiendo alegría con diversión. Porque no son lo mismo. Nos di-vertimos (=nos vertemos hacia afuera) cuando fingimos estar bien, cuando nos negamos a mirar nuestra realidad. Pero, si la miramos y la aceptamos, si nos reconocemos pecadores y pecadoras perdonados y consolados por un Padre que nos está aguardando, si, en medio de esta conciencia, aprendemos a reconocer lo mucho que este Padre bueno nos está dando, y descubrimos que a nuestro lado hay mucha gente que no tiene los bienes materiales y espirituales que nosotros hemos recibido, descubriremos que no sólo tenemos motivos para alegrarnos, sino que tenemos mucho para compartir, como las túnicas de los interlocutores de Juan el Bautista. Acogemos, entonces con esperanza el mensaje de Pablo: El Señor está cerca. No se angustien por nada,… Y podemos apropiarnos del anuncio gozoso de Sofonías: ¡El Señor, tu Dios, está en medio de ti, es un guerrero victorioso! Hemos sido bautizados ya en el Espíritu Santo y en el fuego, como lo anunciaba el Bautista. El Espíritu nos enseñará lo que debemos hacer, para ser un pueblo-testigo-de-la-Buena-Noticia.
El lunes 17 entramos en la semana de preparación inmediata al Nacimiento del Señor. Paso a paso, la liturgia nos invita a reconocer a Cristo como la Sabiduría de Dios, creadora de todas las cosas; como el Señor que dio conocer la Ley a Moisés; como el renuevo que brota del tronco de Jesé y restaura la casa de Israel; como la Llave de David, que abre nuestras prisiones; como el Sol Naciente que alumbra a los que yacíamos en sombras de muerte; como el Rey de las Naciones, que une a los pueblos y como el Emmanuel, esperanza y salvación de toda la humanidad. Con esos títulos saludan a Jesucristo las antífonas del Magnificat en la oración de Vísperas, las que se usan también en la aclamación Aleluya antes del Evangelio, en las misas de esta semana.
Las lecturas veterotestamentarias de la Mesa de la Palabra de esta semana, nos ayudan a saborear los pasos que se nos ofrecen en los evangelios de Mateo y Lucas: El 17, la genealogía de Jesús, donde “relucen” nuestro pecado y la misericordia de nuestro Dios; el 18, la “anunciación” a José; el 19 el anuncio del nacimiento del Bautista; el 20, la Anunciación a María; el 21, la visita a Isabel, preparada por el anuncio del Amado en el Cantar, y el 22 el Magnificat de María, modelo y síntesis de la alegría que Jesucristo nos trae. La importancia de esta semana se subraya por la indicación de celebrar de manera muy parca las memorias de los santos que pudieren ocurrir en estos días.
Dispongámonos, entonces, a dejarnos envolver y transformar por la alegría que el Señor nos hace descubrir ya presente entre nosotros.