Tercera semana de Cuaresma: «Una imagen, un lugar: el Templo»

Jesús es el lugar del encuentro donde Dios desborda la vida y se manifiesta con toda su hondura y belleza. El templo de Dios se presenta en Jesús en plenitud porque hace presente su gloria a través del amor.
Las credenciales antiguas con aquel modo de dar culto han caducado y es manifestado por Jesús con diversos actos proféticos en los que hace visible que la santidad tiene otros matices. Dios está presente en todas las criaturas de modo que el culto adquiere una perspectiva nueva en la que lo esencial será adorar en espíritu y en verdad.
La creación entera adquiere una dimensión íntegramente novedosa. Cualquier lugar es digno para el encuentro con Dios, para amarle y santificarle. El mundo en su totalidad puede ser lugar de adoración y de bendición. “No vi santuario en la ciudad, pues el Señor todopoderoso y el Cordero, eran su santuario.” Ap. 21.22
Si pudiéramos admirar a Dios presente en todas y en cada una de sus criaturas las trataríamos a todas con el mismo cuidado y ternura como si fuera Dios mismo. Sin embargo, a veces nos resguardamos en lo sagrado, porque seguimos pensando que hay realidades que no lo son. El templo de Dios es la vida a raudales.

MENSAJE CUARESMA 2021 – FRANCISCO

La esperanza como “agua viva” que nos permite continuar nuestro camino La samaritana, a quien Jesús pide que le dé de beber junto al pozo, no comprende cuando Él le dice que podría ofrecerle un «agua viva» (Jn 4,10).
Al principio, naturalmente, ella piensa en el agua material, mientras que Jesús se refiere al Espíritu Santo, aquel que Él dará en abundancia en el Misterio pascual y que infunde en nosotros la esperanza que no defrauda. Al anunciar su pasión y muerte Jesús ya anuncia la esperanza, cuando dice: «Y al tercer día resucitará» (Mt 20,19).
Jesús nos habla del futuro que la misericordia del Padre ha abierto de par en par. Esperar con Él y gracias a Él quiere decir creer que la historia no termina con nuestros errores, nuestras violencias e injusticias, ni con el pecado que crucifica al Amor. Significa saciarnos del perdón del Padre en su Corazón abierto.
En el actual contexto de preocupación en el que vivimos y en el que todo parece frágil e incierto, hablar de esperanza podría parecer una provocación. El tiempo de Cuaresma está hecho para esperar, para volver a dirigir la mirada a la paciencia de Dios, que sigue cuidando de su Creación, mientras que nosotros a menudo la maltratamos (cf. Carta enc. Laudato si’, 32-33;43-44). Es esperanza en la reconciliación, a la que san Pablo nos exhorta con pasión: «Os pedimos que os reconciliéis con Dios» (2 Co 5,20). Al recibir el perdón, en el Sacramento que está en el corazón de nuestro proceso de conversión, también nosotros nos convertimos en difusores del perdón: al haberlo acogido nosotros, podemos ofrecerlo, siendo capaces de vivir un diálogo atento y adoptando un comportamiento que conforte a quien se encuentra herido. El perdón de Dios, también mediante nuestras palabras y gestos, permite vivir una Pascua de fraternidad.
En la Cuaresma, estemos más atentos a «decir palabras de aliento, que reconfortan, que fortalecen, que consuelan, que estimulan», en lugar de «palabras que humillan, que entristecen, que irritan, que desprecian» (Carta enc. Fratelli tutti [FT], 223). A veces, para dar esperanza, es suficiente con ser «una persona amable, que deja a un lado sus ansiedades y urgencias para prestar atención, para regalar una sonrisa, para decir una palabra que estimule, para posibilitar un espacio de escucha en medio de tanta indiferencia» (ibíd., 224).
En el recogimiento y el silencio de la oración, se nos da la esperanza como inspiración y luz interior, que ilumina los desafíos y las decisiones de nuestra misión: por esto es fundamental recogerse en oración (cf. Mt 6,6) y encontrar, en la intimidad, al Padre de la ternura. Vivir una Cuaresma con esperanza significa sentir que, en Jesucristo, somos testigos del tiempo nuevo, en el que Dios “hace nuevas todas las cosas” (cf. Ap 21,1-6). Significa recibir la esperanza de Cristo que entrega su vida en la cruz y que Dios resucita al tercer día, “dispuestos siempre para dar explicación a todo el que nos pida una razón de nuestra esperanza” (cf. 1 P 3,15).

LA PALABRA

Se acercaba la Pascua de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén. Y encontró en el templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas sentados; y, haciendo un azote de cordeles, los echó a todos del templo, ovejas y bueyes; y a los cambistas les esparció las monedas y les volcó las mesas; y a los que vendían palomas les dijo: “Quitad esto de aquí; no convirtáis en un mercado la casa de mi Padre.” Sus discípulos se acordaron de lo que está escrito: “El celo de tu casa me devora.” Entonces intervinieron los judíos y le preguntaron: “¿Qué signos nos muestras para obrar así?” Jesús contestó: “Destruid este templo, y en tres días lo levantaré.” Los judíos replicaron: “Cuarenta y seis años ha costado construir este templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?” Pero hablaba del templo de su cuerpo. Y, cuando resucitó de entre los muertos, los discípulos se acordaron de que lo había dicho, y dieron fe a la Escritura y a la palabra que había dicho Jesús. Mientras estaba en Jerusalén por las fiestas de Pascua, muchos creyeron en su nombre, viendo los signos que hacía; pero Jesús no se confiaba con ellos, porque los conocía a todos y no necesitaba el testimonio de nadie sobre un hombre, porque él sabía lo que hay dentro de cada hombre. Juan 2,13-25

UN CANTO

Verónica Sanfilippo/Jonatan Narváez– Te Alabo En Verdad (Cover de Martín Valverde)

UNA ORACIÓN

Cada mañana me sumergiré en Ti, agua de la vida, antes de ser vaso, nutriente en el surco, juego en la fuente, sosiego en el lago. Cada mañana me afinaré en Ti, Palabra del Padre, antes de ser susurro al oído discurso en el aula, anuncio en el viento, silencio en la escucha. Cada mañana me orientaré en Ti, camino del Reino, antes de ser paso en la calle, ruta en la frontera, pausa en la espera, salto en el aire. Cada mañana me reposaré en Ti sabiduría encarnada, antes de ser vigilia en el sueño, flecha en el arco, sutura en la herida, cansancio en tu mano. Cada mañana me miraré en Ti, imagen del Padre, antes de ser alegría en el rostro, fuerza en los brazos, caricia en los ojos, luz en el barro.

Benjamín González Buelta

PARA NUESTRA REFLEXIÓN

En este tiempo de pandemia hemos tenido oportunidad de experimentar la novedad de ser nosotros y nosotras mismas templos vivos, de adaptarnos con mucha creatividad individual y comunitaria para celebrar y compartir la fe ¿Qué tipo de “mercaderes” he encontrado en mi corazón?

  •  ¿Qué aspectos de mi vida necesito “purificar”?
  •  ¿Cómo preparo mi interior para encontrarme con el Señor?

“Las religiones son receptáculos de una plenitud que ha sido vertida en ellas y que tratan de custodiar. Pero al custodiarla se pueden hacer insolentes. Por miedo a perderla, la blindan, y al no saber qué hacer con tanta densidad, la lanzan sobre las demás… La apropiación de esa plenitud se convierte en totalitarismo… Las religiones se hacen indigestas –no solo indigestas, sino sumamente peligrosas- cuando pretenden apoderarse del Absoluto” (Xavier Melloni, Hacia un tiempo de síntesis)

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