Tercera semana de Pascua

Comentario a las celebraciones litúrgicas de la tercera semana de Pascua (10 al 16 de abril).
En este domingo, el evangelio nos presenta a Pedro después que ha experimentado la misericordia del Señor. Una experiencia que lo cambia radicalmente: Antes de la pasión, Pedro afirmaba: “Yo daré mi vida por ti” y “Aunque todos te abandonen, yo no te abandonaré”. Ahora, habiendo mostrado su debilidad y cobardía al mismo tiempo que  el amor y el perdón del Maestro, Pedro ya no se afirma en sí mismo ni se compara con los otros: “Tú lo sabes todo. Tú sabes que te quiero”, le dice a Jesús.
San Juan usa dos verbos griegos distintos entre la pregunta de Jesús y la respuesta de Pedro. Pero los verbos significan lo mismo, según un experto. Si hubiera una diferencia, el verbo que el evangelista pone en boca de Jesús en las dos primeras veces que pregunta, se fija en las dimensiones intelectual y volitiva del amor, mientras que el verbo que usa en las respuestas de Pedro y en la última pregunta se fija más en la dimensión afectiva. Lo importante, en todo caso, es que Pedro ahora pone su confianza en Jesús: implícitamente se reconoce incapaz de garantizar un amor incondicional.
Tal vez como Iglesia y como personas individuales, debemos aprender la misma lección en este Año de la Misericordia: Nuestro discipulado y nuestra misión no tienen otra garantía que el amor con que el Señor nos acepta, nos perdona y pasa por alto nuestras infidelidades y errores. Sólo él puede hacer que nuestros esfuerzos den fruto abundante, como los 153 grandes peces (3 x {[10+7] x3}) que simbolizan la multitud y la totalidad de los futuros seguidores de Jesús, que llegarán gracias al trabajo de los discípulos. Las primeras lecturas de este domingo nos ayudarán a recordar que no debemos dejarnos reprimir ni atemorizar por rechazos e incomprensiones, porque el Cordero que fue inmolado ha alcanzado todo honor y gloria. La victoria está alcanzada.
En la semana, el libro de los Hechos nos mostrará las primeras crisis y desafíos de la comunidad de Jerusalén. El recién constituido grupo de los helenistas se ve perseguido y expulsado de Jerusalén. Gracias a esa persecución, el Espíritu hace que el Evangelio sea llevado a los paganos, y el perseguidor Saulo sea reclutado como apóstol de los gentiles. Con ese trasfondo, la liturgia nos hace escuchar en el evangelio, el “Discurso del Pan de Vida”, que en el evangelio de san Juan constituye el momento decisivo para aceptar o rechazar a Jesús. Terminamos la semana encontrándonos con el antiguo Pedro, pero lo escuchamos recordando lo que hemos escuchado el domingo: “Tú lo sabes todo…”
En el santoral, sólo estamos llamados a recordar el lunes 11 al obispo san Estanislao, de Cracovia (1030-1080), martirizado por denunciar la conducta injusta y pervertida del rey  Boleslao II. Un modelo más de fidelidad a la Palabra de Dios en medio de la incomprensión y el rechazo del mundo.

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