Su vida religiosa y sacerdotal la ha desarrollado en la academia, “publicando, enseñando y acompañando a la gente”, como el propio Tomás describe. Y eso es lo que más agradece, ya la Compañía no pone frenos, sino que fomenta la libertad de cada compañero jesuita para vivir su misión.
Tomás nació en Santiago y creció en una familia de cuatro hermanos. Estudió en el Colegio del Verbo Divino y entró a derecho en la Universidad Católica. Mientras estudiaba derecho hizo un voluntariado en el Hogar de Cristo, experiencia que le abrió la perspectiva de la vida, el mundo se le hizo más interesante, más grande y conoció una Iglesia más viva. Chile también era distinto porque había vuelto a la democracia. Junto con esto conoció a los jesuitas, que también estudiaban, en ese momento, teología en el Campus Oriente. Hizo Ejercicios Espirituales y todo comenzó a tener sentido, ya que desde la adolescencia que lo espiritual le interesaba. Hoy, luego de haber servido en Rusia y Estados Unidos, trabaja en la Universidad Gregoriana en Roma, donde enseña, desde donde publica, y acompaña a estudiantes que hacen licencia y doctorado.
¿Por qué decidiste entrar a la Compañía de Jesús?
Por la espiritualidad de la libertad, que la encontré muy llamativa, muy interesante, todo lo que tiene que ver con ordenar los afectos a un amor que sea más grande, apasionado, y me llamó mucho la atención lo normal que se veían los jesuitas. Yo no conocía mucho a la Compañía, pero intuía que tenía un vasto campo de apostolado, de poder desarrollarse en distintas partes.
¿Qué es lo que más destacas de tu experiencia en la Compañía?
No me equivoqué con la intuición que tuve de joven respecto de la espiritualidad. La Compañía es un espacio que te da mucha libertad para desarollar tu vida espiritual, de una manera creativa, nueva, y te pone los medios para eso, entonces yo he desarrollado mucho la vida más contemplativa pero también la vida más ignaciana en el sentido de encontrar a Dios en todas las cosas. Yo he podido estudiar, me he dedicado a la vida académica. He tenido la suerte de desarrollar apostolados en distintos países y eso también lo siento como una bendición de la Compañía, que no te pone frenos, te da alas, te da cada vez más espacios para desarrollar la espiritualidad, lo intelectual, y lo apostólico.
¿Cuál es tu sentimiento hacia la Compañía de Jesús?
El gran amor para mi es la Iglesia, a pesar de todos los problemas que tiene, es un pueblo que camina con todos sus errores, es humana, tiene historia y tiene preguntas. Y el segundo amor es la Compañía, que es un grupo de personas interesante, son gente honesta, que está tratando de dar lo mejor, nos caemos, pero nos levantamos.
En este punto del camino dentro de la Compañía de Jesús, y desde esa perspectiva de vida ¿cómo es, o cómo ha cambiado tu mirada de nuestro país, de tu vocación?
En términos generales me da mucha pena la irrelevancia que tiene la Iglesia en el mundo en general, y me da pena porque tiene muchas cosas que decir desde su perspectiva de dos mil años. La Iglesia es una escuela de humanidad. Sacerdotes y laicos hemos aprendido a vivir dentro de la crisis de la Iglesia. Y los laicos tienen una relevancia enorme, ya tienen un gran papel, pero me gustaría que se interesaran más en el ámbito de la teología.
¿Qué mensaje podrías compartir con toda la comunidad ignaciana?
Que sigamos caminando juntos, con lo bueno y lo malo. Que nos formemos juntos, que aprendamos unos de otros, que nos escuchemos, que escuchemos más a las mujeres y a las minorías sexuales.
