Comenzamos este mes celebrando a Todos los Santos y conmemorando a todos los Fieles Difuntos, y lo terminaremos con la última semana del año litúrgico. Corremos el riesgo de reducir las palabras de Jesús en el evangelio de este domingo a sólo un llamado a estar preparados, porque “no sabemos ni el día ni la hora” en que el Señor nos llamará a su presencia. Es ciertamente eso, pero mucho más. Lo que nos dice la parábola de este domingo es que tenemos que estar siempre alertas…, y alumbrando. Porque en nuestro bautismo nos entregaron la luz de Cristo, con el encargo de que aumentara y que camináramos siempre bajo ella. Y la mesa de la Palabra de este domingo nos ofrece, en primer lugar la Sabiduría, “luminosa y que nunca pierde su brillo”, que –además- no es difícil de encontrar porque está sentada a la puerta. A la puerta de esta Iglesia –santa y siempre necesitada de Reforma-, a la que pertenecemos y de la que somos responsables.
Tal vez lo que hizo de la Reforma un episodio doloroso en nuestra vida como Iglesia es el haber olvidado la necesidad constante de conversión personal e institucional, que ya Jesús nos pedía al decirnos que ser sus discípulos significa tomar la cruz y seguirlo, y creer que la cruz era una cierta cantidad de prácticas más o menos incómodas, pero manejadas por nosotros. La Reforma protestante nos ha hecho reconocer el primado de la Gracia: La cruz no es algo que nos hacemos a la medida. La cruz nos viene de fuera, y nos desafía a asumirla, para descubrirla como camino de Resurrección y de vida, porque en ella está Jesús. El aceite para nuestras lámparas es la Sabiduría del Crucificado-Resucitado, que hemos de pedir, para que la llegada del Señor no nos resulte una sorpresa dolorosa.
El leccionario ferial de este último mes del año litúrgico nos lleva de nuevo, en las primeras lecturas, al período posterior al cautiverio en Babilonia. Ése fue el terreno en que brotó la literatura apocalíptica, reconfortando la esperanza de un pueblo oprimido. En esta semana, nos alimentamos del libro de la Sabiduría, uno de los más nuevos del A.T., ya que los expertos ubican su composición en Alejandría, entre fines del siglo II y mediados del I antes de Cristo. Se trata de una reflexión que nos anima a buscar al Señor en la creación y en la historia. Por su parte, el evangelio de san Lucas nos hace contemplar el ministerio de Jesús en Jerusalén, insistiendo en la necesidad de que estemos preparados para el momento final. Pero se nos anima a la esperanza: Dios hará justicia a sus elegidos, nos señala el texto que escucharemos el sábado.
En el santoral, esta semana los jesuitas celebramos el lunes 13 al joven san Estanislao Kotska, polaco, patrono de los novicios, y el martes 14 a san José Pignatelli (1737-1811), que sufrió la supresión de la Compañía y alcanzó a vislumbrar su restauración. El 15 se recuerda en el calendario universal a san Alberto Magno (+1280), maestro de santo Tomás de Aquino. El 16, el calendario general recuerda a santa Margarita de Escocia (+1093) y a santa Gertrudis, religiosa (+1301). Y los jesuitas celebramos a santos Roque González, Alfonso Rodríguez y Juan del Castillo, mártires en el Paraguay (+1628), y recordamos a los compañeros asesinados en El Salvador en 1989. El 17 se celebra la memoria de santa Isabel de Hungría (+1231), reina, laica de espiritualidad franciscana y el 18 puede recordarse la dedicación de las basílicas de san Pedro y san Pablo en Roma.