Trigésimo primera semana del tiempo durante el año

Comentario a las lecturas de la liturgia del 30 de octubre al 5 de noviembre
Entramos en las últimas cuatro semanas del año litúrgico, es decir, del Año Santo de la Misericordia. Y lo hacemos contemplando el encuentro de Jesús con Zaqueo, un digno pórtico que nos deslumbra por el cambio que la misericordia produce en un hombre que acepta que Jesús entre en su vida. Zaqueo era muy rico, no por ser ahorrativo, sino, seguramente por haber estrujado a sus compatriotas, en nombre de y con la ayuda del poder romano. Su interés por Jesús no llegaba a fe… tal vez era “fe del tamaño de un grano de mostaza”, como le escuchábamos a Jesús hace cuatro semanas, pero esa curiosidad fue la puerta por la que la salvación llegó a su casa. Y Zaqueo entrega la mitad de sus bienes a los pobres, además de devolver lo que hubiera ganado injustamente, pagando la multa que la Ley imponía para esos casos. Contemplamos esta escena después de haber recordado, gracias a las palabras del Sabio, la enorme disparidad entre nuestra pequeñez y la inmensidad de Dios y de su amor por todas sus criaturas. Las palabras de Pablo a los tesalonicenses, al mismo tiempo que refuerzan nuestra deseable apertura a la acción misericordiosa de Dios, nos hacen mirar con confianza y esperanza el fin de los tiempos, sin dejarnos alarmar por falsas profecías (que no faltan en el presente).
Antes de fijarnos en el leccionario ferial, miremos la Solemnidad de Todos los Santos, que celebramos el martes 1 de noviembre, a la que acompaña la Conmemoración de Todos los fieles difuntos, el miércoles 2. Es el momento de profundizar en la “Comunión de los Santos”, que afirmamos sin pensar mucho, en el credo apostólico: Con las hermanas y hermanos que la Iglesia ha proclamado como santos, y con tantxs otrxs que nos han dado ejemplo de fe, de esperanza y de amor a los demás y también con quienes han terminado ya su vida, tal vez necesitando aún un tiempo de purificación, formamos el Cuerpo total de Cristo, cuya Cabeza está ya en la gloria que nosotrxs esperamos alcanzar. La mesa de la Palabra en estos días, especialmente los textos del Apocalipsis, nos animan a confiar en que compartiremos la victoria final de Jesucristo sobre el pecado y la muerte.
El leccionario ferial nos invita en esta semana a leer y meditar la cariñosa carta de san Pablo a la comunidad de Filipos, a la que llama a configurarse con Cristo, a ejemplo del mismo apóstol. Y en los textos seleccionados de los capítulos 14 a 16 de san Lucas, podremos seguir profundizando en el amor de Dios por todas y todos nosotros, para estar preparados al encuentro definitivo con Él.
El lunes 31 se inicia la Conmemoración de los 500 años de la Reforma, la que hacemos en conjunto con la Federación Luterana Mundial: Un tiempo para agradecer lo que en los últimos cincuenta años nos ha ido acercando, y para arrepentirnos y pedir perdón por los errores, odiosidades mutuas y divisiones, que han sido un escándalo para el mundo. Un tiempo entonces, para ser más conscientes de la voluntad de Jesús: Que seamos uno, para que el mundo crea (cf. Jn 17,21). Ese mismo día 31 el calendario jesuita nos invita a celebrar al Hno. San Alonso Rodríguez (+1607); el jueves 3, el santoral nos recuerda a san Martín de Porres (+1639), mulato peruano, lego dominico, muy popular en nuestro continente, mientras el calendario jesuita recuerda al Bto. Rupert Mayer (+1945); el viernes 4 se celebra a san Carlos Borromeo (+1584), modelo de los obispos de la Reforma católica. Por último, el sábado 5, el calendario de la Compañía de Jesús invita a agradecer al Señor por todos sus Santos y Beatos.

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