Vigésima cuarta semana del tiempo durante el año

Estos días de Fiestas Patrias pueden ayudarnos a entender a Pedro cuando reconoce a Jesús como el Rey liberador esperado por Israel (porque esa es la idea que está detrás de la palabra Mesías [Ungido]). Apenas alcanza Pedro a proclamar su convicción cuando Jesús le anuncia algo muy distinto a una gesta liberadora: Sufrimiento, rechazo, condena, muerte… ¿el Mesías? Marcos no nos informa de las palabras de Pedro, sólo nos dice que, aparte,  comenzó a reprender a Jesús. Mateo (1622) es más explícito: “¡Dios te libre, Señor! ¡De ningún modo te sucederá esto!”, habrían sido las palabras de Pedro.

Como Pedro, nosotros solemos anhelar que el camino a la gloria no pase por la cruz. Y, si no podemos evitarlas, tal vez buscamos cruces ‘a la medida’. O, si no elegimos lo que nos glorifica de alguna manera, elegimos algo que no nos duela, al menos en el orgullo. Lo hacemos y lo vemos en nuestras familias, en nuestras comunidades  y hasta en nuestras iglesias, como ocurre, por ejemplo, en nuestros dos “Tedeum” de estos días: se requiere un trabajo arduo para lograr un único acto totalmente ecuménico de oración y acción de gracias por nuestra Patria que, a todas las connotaciones positivas que tienen las ceremonias que se viven en Santiago agregue un evangelizador testimonio de unidad no sólo de todos los cristianos, sino de todos los creyentes.

El texto de Isaías que abre la mesa de la Palabra en este domingo –el mismo que escuchamos el Domingo de Ramos-, nos desafía a alcanzar el valor y la confianza del Siervo Sufriente, mientras la carta de Santiago nos recuerda que “la fe, si no va acompañada de las obras, está completamente muerta”. Y nuestra manera de vivir – y la de convivir – como cristianas y cristianos, a menudo oculta el Evangelio, en lugar de proclamarlo.

En la semana, la mesa de la Palabra nos hará escuchar a Pablo invitando a los Corintios a vivir de acuerdo con el banquete eucarístico (la auténtica Mesa para Todos) y a no negar su sentido con la manera de vivir. Algo que ciertamente nos desafía también a nosotros. En realidad, como el centurión de Cafarnaúm, no somos dignos de que Jesús entre en nuestra casa… y lo decimos cada vez que estamos ante la Mesa del Señor. Y, mientras la fiesta nacional nos hace vivir la ilusión de un país justo y equitativo, la Palabra del Señor en el Evangelio de Lucas, nos estará preguntando si realmente bailamos y lloramos a su ritmo, o si nos aislamos en nuestro pequeño mundo, como nos propone la cultura actual. Seguramente, si reconocemos que el Señor nos ha perdonado mucho, estaremos más dispuestos a amar más, como Él nos ha amado. Así su Palabra, como buena semilla dará fruto abundante.

El santoral de esta semana nos presenta, el viernes 21, a san Mateo, el publicano llamado desde la mesa de cobranza al seguimiento de Jesús. En él podemos ver un modelo de convertido evangelizador, aunque no tengamos muchos datos de lo que fue su vida, su servicio y su muerte. Según algunas tradiciones habría muerto en Etiopía. Más cercanos a nosotros son: san Roberto Bellarmino, obispo, cardenal y doctor de la Iglesia (+1621), jesuita cuya doctrina sobre la Iglesiamarcó los siglos XVII al XX, y los 103 mártires canonizados de los más de diez mil que padecieron la muerte por ser cristianos en Corea, durante las persecuciones que hubo en ese país en el siglo XIX. Se menciona especialmente a san Pablo Chong Hasan (+1839), laico, como la mayoría de esos mártires y  san Andrés Kim Taegon (+1846), primer presbítero coreano. Se los celebra el jueves 20. Y el sábado 23 se recuerda a un grupo de mártires españoles, muertos en 1936 y beatificados en el año 2001. Los jesuitas recordamos a entre ellos al Bto.Tomás Sitjar y sus compañeros.

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