Vigésima novena semana del tiempo durante el año

Tradicionalmente, este domingo se llama “Domingo mundial de misiones” (DOMUND) para que todos los miembros de la Iglesia recordemos y contribuyamos con la oración y las limosnas a sostener espiritual y materialmente la tarea misional de la Iglesia.

En los últimos años, varias veces hemos sido llamados a ser ‘misioneros/as’: hace seis años hubo un Sínodo de los obispos dedicado a la Nueva Evangelización, que fructificó en la exhortación apostólica Evangelii Gaudium (= La Alegría del Evangelio), documento casi programático del Papa Francisco, elegido seis meses después del Sínodo. Este año, el mismo Papa nos ha llamado a alegrarnos y regocijarnos (Gaudete et exsultate), porque hemos sido llamados a la santidad.  Pero el contexto eclesial actual hace que nos preguntemos: ¿alegrarnos de qué?,  ¿de qué manera? ¿Evadiéndonos de nuestra situación?

Estamos nuevamente en estado de sínodo, con un tema que tiene también algo de misionero: Los Jóvenes, la Fe y el discernimiento vocacional. Si alguna persona lo entendió como un problema de reclutamiento de personal apostólico, ya en la inauguración el Papa llamó a los padres sinodales a pedir la acción del Espíritu para ser renovados en la “capacidad de soñar y esperar”. Porque el problema fundamental sigue siendo misionero: Cómo comunicar la fe, de manera que ilumine el camino por el que el Señor llama a cada joven.

Jesús, en este domingo, no nos invita a una marcha triunfal, ni menos a un viaje turístico… Ni siquiera subraya el llamado a dejar el lugar donde vivimos. Jesús llama a Santiago y Juan a beber el mismo trago amargo que Él, y a pasar por el mismo bautismo (que hay que entender como “sepultura”) que Él. Y a todos sus discípulos nos dice que quien quiera tener autoridad en la comunidad debe ser el servidor de todos. Nos llama, entonces, a compartir su propio camino, ya anunciado en las palabras de Isaías en la primera lectura (Is. 53,10-11), reforzadas por la presentación de nuestro “Sumo Sacerdote” en la carta a los Hebreos, que leemos y escuchamos a continuación. Si sacamos las consecuencias de estaMesa de la Palabra, tenemos que reconocer que los males que hoy nos aquejan, proceden de que imitamos a Santiago y Juan: tanto clérigos como laicos buscamos alguna porción de poder en la comunidad. No escuchamos a Jesús que nos llama a ser “discípulos misioneros” por el camino del servicio y la humildad. Evangelizar es servir… y servir desde abajo. No desde el poder y la fuerza. Ése es el camino a la Alegría auténtica, no nuestros planes y criterios.

En la semana seguiremos recibiendo en la Mesa de la Palabra la carta a los Efesios y el evangelio de san Lucas. Seguimos saboreando, con la ayuda de san Pablo el misterio insondable del amor de Dios que nos in-corpora a Cristo y nos renueva en Él. Mientras tanto, escuchamos a Jesús que nos advierte que debemos estar preparados, y dispuestos a morir con Él. Algo que ya ha ocurrido sacramentalmente en nuestro bautismo, y que debe hacerse realidad en nuestra vida cotidiana.

En el santoral de la semana, el lunes 22 se propone la celebración de la memoria de san Juan Pablo II (1920-2005), en el aniversario del inicio de su pontificado. El martes 23, aniversario de la canonización de san Alberto  Hurtado, se puede recordar a san Juan de Capistrano, insigne predicador franciscano (+1456); el 24 es la memoria de san Antonio María Claret (+1870), obispo, fundador de los misioneros Hijos del Corazón de María.

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