Tras escuchar y meditar el discurso del Pan de Vida en San Juan, retomamos al evangelista Marcos. Y, aunque lo sabemos, es bueno recordar que los evangelistas ponen por escrito su memoria sobre lo hecho y dicho por Jesús, movidos por lo que ven en la vida de sus respectivas comunidades. No les interesa en primer lugar relatarnos hechos pasados, sino traer a la vida de la comunidad lo que Jesús hizo o dijo en circunstancias parecidas al presente. Lo mismo ha seguido y sigue ocurriendo en la vida de la Iglesia.
No nos quedemos, entonces, en que Jesús discute con los fariseos que han ido desde Jerusalén a Galilea para vigilar su ortodoxia, sino que reconozcamos ante Jesús nuestras propias conductas y estructuras farisaicas y legalistas (el clericalismo, que no es algo exclusivo del clero), que alejan y ocultan el rostro de Dios, para nosotros y para los demás,. En lugar del Dios que nos ama y nos invita a vivir en el amor a Él y al próximo, parecemos creer en un Dios detallista, que lleva la cuenta de los centavos y los segundos que le dedicamos o que le negamos. Como nos recordaba Jesús en la semana que acaba de terminar, hay que practicar en primer lugar la misericordia y la justicia, sin descuidar aquellos detalles que son propios del trato entre personas que se aman. Porque vivir desde el corazón condiciona nuestra manera de hacer las cosas, pero el mero “cumplimiento” (=cumplo y miento) de tradiciones y normas arbitrarias, desembocará en algún momento en el derrumbe de la máscara que nos hayamos construido. Reconozcamos, entonces, que todo lo que tenemos y somos lo hemos recibido “desde lo alto”, de manos de este Padre cercano y cariñoso, que nos invita a reconocernos y amarnos como hermanas y hermanos, atendiendo a los huérfanos, a las viudas y a todos los necesitados.
Con este domingo, entramos a nuestro “Mes de la Patria”, al mismo tiempo que celebramos la Jornada de los Migrantes, que ojalá se note más que el Día de Oración por los pueblos Originarios, bastante desapercibido el domingo pasado. Si queremos que Chile sea de verdad “una Mesa para todos”, no nos limitemos a estas dos jornadas, sino que, como Iglesia, colaboremos en que nuestra tierra sea acogedora todo el año y todos los años, no sólo en dos días.
En la semana, el leccionario ferial nos encuentra ya en la lectura de la primera carta de san Pablo a los Corintios, que nos acompañará al menos en las próximas tres semanas, mientras los textos evangélicos serán tomados de san Lucas, desde este lunes hasta el fin del año litúrgico.
1 Corintios, en esta semana enfrenta sobre todo el problema de las divisiones internas de la comunidad por simpatías o antipatías respecto a los evangelizadores. Pablo llama a los corintios, y a nosotros con ellos, a dejarnos tocar por la sabiduría de Dios, que nos es comunicada por el Espíritu. Sólo el conocimiento de Cristo crucificado transformará nuestro corazón, para que de allí brote una conducta cristianamente madura. Por su parte, los primeros capítulos de la vida pública de Jesús en Lucas, presentan al mismo Jesús movido por el Espíritu, que comienza su misión liberando a los oprimidos por el diablo, llamando a sus primeros discípulos y anunciando la radical novedad del Evangelio.
El calendario santoral nos presenta el lunes 3 a san Gregorio Magno (+ 604), papa desde el año 590, que se dio el título de “siervo de los siervos de Dios”, y que se preocupó tanto de los problemas internos de la ciudad de Roma, como de enviar misioneros fuera de las antiguas fronteras del Imperio romano. El sábado 8 celebramos la Natividad de la Virgen María, fiesta que se originó en Siria o Palestina a comienzos del siglo VI, y cuya fecha se fijó porque en ese día fue consagrada la iglesia de Santa Ana, en el lugar en que habría nacido María en Jerusalén.
A los cristianos de todos los tiempos nos ha costado y nos cuesta vivir la religión pura y sin mancha, para lo que necesitamos ser transformados por la Sabiduría de Dios.