Vigésima sexta semana del tiempo durante el año

El evangelio de este domingo nos muestra a Jesús tomando la iniciativa de proponer una parábola a las autoridades del pueblo, que termina con una pregunta sencilla sobre la conducta de los dos hijos del propietario de una viña. En la primera lectura, el profeta Ezequiel ya nos ha preparado a escuchar la parábola a la luz de la necesidad de convertirse y de ser constantes en la buena conducta. Pero, si tomamos el texto del evangelio desde unos versículos anteriores, descubrimos que Jesús está reaccionando ante quienes le piden cuentas por haberse atrevido a expulsar del Templo a los mercaderes y cambistas. ¿De dónde viene tu autoridad?, le han preguntado y Él les ha retrucado preguntando por el origen del mensaje de Juan Bautista, a lo que ellos se niegan a responder, para no resultar confundidos ante el pueblo. Eso aclara las palabras finales de Jesús en la escena, al mismo tiempo que nos llama a examinarnos personal y comunitariamente: ¿cuál de los dos hijos refleja mejor mi manera de vivir la fe? ¿Soy de las personas que se comprometen aunque les cueste, o de las que declaran hacerlo, pero no cumplen? Si, a pesar de la advertencia de Ezequiel, somos de los últimos, tenemos abierto el camino de la conversión, y podemos confiar en que “el amor y la compasión del Señor son eternos”, como nos dice el salmo. En ellos, podemos encontrar la fuerza para cumplir lo que nos propone Pablo en su cariñosa carta a los Filipenses: Pidamos la gracia de conformar la vida  de acuerdo con los sentimientos de Jesús. Sólo su camino, el del abajamiento, es seguro. Hay que seguir tras Jesús por el camino de la cruz, para compartir finalmente su gloria. Es su persona la que nos salva, no un reglamento que pudiéramos deducir de su doctrina.
A ello nos llama el mismo Jesús durante la semana, invitándonos a ir tras Él, que se ‘encamina decididamente hacia Jerusalén’. Mientras, las primeras lecturas  siguen recordándonos el retorno del exilio en Babilonia. Primero, con textos de la primera parte del libro de Zacarías, que anuncia el regreso de Israel no sólo a su territorio, sino a la amistad de Dios, por lo que los otros pueblos irán a Jerusalén, a la casa del Señor. Luego se retoma parte de la crónica de Nehemías y se termina la semana con textos de Baruc que reconocen la culpa del pueblo y anuncian el perdón y la restauración.
En el santoral, el domingo 1, se omite celebrar la memoria de santa Teresa del Niño Jesús (1873-1897), patrona de las Misiones.  El lunes 2 se celebra a los Santos Ángeles Custodios, patronos del Seminario Pontificio. El martes 3, el calendario de la Compañía de Jesús recuerda a san Francisco de Borja (1510-1572), tercer prepósito general de la Orden (el calendario litúrgico de Chile lo recuerda el 10). El 4 se celebra a san Francisco de Asís (1182-1226), modelo de seguidor de Cristo, que sigue irradiando más allá de su tiempo y hasta más allá de nuestra Iglesia. El viernes 6 se nos ofrece la posibilidad de recordar a san Bruno (+1101) fundador de los Cartujos.  El sábado 7 recordamos a Nuestra Señora del Rosario, memoria ligada a la victoria del ejército cristiano en Lepanto, en los tiempos en que hablar de diálogo interreligioso habría sido penado con la hoguera (1571). Tal vez a ella hay que encomendarse ahora, precisamente para que los creyentes nos entendamos y demos los frutos de paz y justicia que nuestro mundo necesita.

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