Vigésima sexta semana del tiempo durante el año

Comentario a las lecturas de la liturgia del 25 de septiembre a 1 de octubre
La misa de la Palabra de este último domingo de septiembre prolonga las líneas del domingo anterior: Amós denuncia a quienes se sienten seguros por sus riquezas y comodidades y no se afligen por la ruina de su pueblo. Un cuadro muy apropiado para escuchar a Jesús en la parábola del pobre Lázaro, que se moría de hambre y abandono en la puerta de la casa del rico, que cada día se daba espléndidos banquetes. Un contexto que le da especial fuerza a la recomendación de Pablo a Timoteo sobre ‘pelear el combate de la fe y conquistar la vida eterna’: Es imposible evadirse hacia una mera perfección espiritual, porque la Buena Noticia de Jesús no la comunicamos con buenas intenciones. Si derrochamos lo que otras personas necesitan, hacemos lo mismo que el rico de la parábola. Tenemos que acoger como dirigida a nosotros la advertencia: “mantente sin mancha e irreprensible hasta la Manifestación de nuestro Señor Jesucristo”. Si somos sinceros, al mirar nuestro mundo comprobamos que los “Lázaros” van siendo mayoría. Hasta el agua que derrochamos o contaminamos está siendo un bien escaso. Y no se trata de culpabilizarnos inútilmente: estamos llamados a hacer una activa profesión de fe que se perciba en nuestro compromiso con todos los seres humanos y con la creación, la casa común, que ha sido encargada a nuestro cuidado.
Durante la semana, el leccionario ferial nos hace asomarnos al libro de Job, que nos hace profundizar la línea existencial tomada la semana anterior en el Qohélet. No escucharemos en la liturgia las bienintencionadas recetas de los amigos de Job; sólo seremos testigos de la angustia del justo afligido, a quien se le ha desmoronado su imagen de Dios, y es invitado a aceptar el misterio de la contingencia humana. Un misterio que, finalmente, no encontrará respuesta sino en Jesucristo. Por su parte, el evangelio de san Lucas cierra, el lunes, el período galileo del ministerio de Jesús dejando establecida ya la contradicción entre los que están con Jesús y los que están en contra, pero sin reducir los primeros a los amigos y conocidos, lo que nos abre a las actuales perspectivas ecuménicas e interreligiosas.
En el santoral, el domingo impide la memoria de santos Cosme y Damián, médicos y mártires, de quienes hay pocos datos históricos, pero que son venerados en las iglesias orientales. Pero el lunes 27 se recuerda a san Vicente de Paul (1581-1660), fundador de la Congregación de la Misión y de las Hijas de la Caridad, patrono de todas las organizaciones de caridad. Ese día es también el del aniversario de la bula “Regimini militantis Ecclesiae” (1540) que aprobó la existencia de la Compañía de Jesús. El martes 28 se puede recordar a san Wenceslao (= Vaclav), mártir, rey de Bohemia, hoy República Checa (+938) y a san Lorenzo Ruiz y un grupo de mártires de Filipinas, ejecutados en Nagasaki, Japón entre 1633 y 1637. El 29 es la fiesta de los santos arcángeles, Miguel, Gabriel y Rafael, los mensajeros de Dios que conocemos por la Escritura. El 30 se recuerda a san Jerónimo, traductor de la Biblia al latín más popular (Vulgata), presbítero y ermitaño (+ 420). Y  octubre se inicia con santa Teresa del Niño Jesús (1873 – 1897), carmelita descalza, doctora de la Iglesia, patrona de la misiones.

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