La traducción del Evangelio que escuchamos en este domingo, nos dice que a Jesús “le presentaron a un sordomudo”. Traducciones más modernas dicen que se trata de un sordo y tartamudo. En el primer caso, algunos comentaristas veían en el enfermo una personificación del mundo pagano. En el tartamudo, en cambio, se podría ver muy bien una representación de nosotros y nuestra realidad eclesial. Porque hemos dejado a menudo de escuchar la palabra de Dios, no somos capaces de anunciarla de manera comprensible y convincente. En este contexto se ha iniciado ya nuestro Mes de la Biblia, que celebramos al mismo tiempo con nuestros hermanos evangélicos, apoyándonos mutuamente para facilitar el acceso a la Palabra de Dios. Somos conscientes de que debemos dejarnos tocar por Jesús, para que abra nuestros oídos y oigamos lo que nos dice, incluso en estos “tiempos de crisis”, para que podamos reconocer lo que nos pide[1]. Así se hará más visible entre nosotros la alegría que anuncia Isaías en la primera lectura de este domingo: se abrirán nuestros ojos ciegos… y gritaremos de júbilo; nuestra alegría será nuestro mejor anuncio del Evangelio. Allí encontraremos el impulso para vivir al interior de nuestras comunidades, en la liturgia y en la vida de todos los días, evitando escándalos como los que denuncia Santiago en la segunda lectura: sin dejarnos deslumbrar por las riquezas y el poder de algunos; sin discriminar a “los pobres de este mundo”.
En la Palabra de Dios que compartiremos durante la semana, seguimos leyendo la primera carta a los Corintios, donde Pablo denuncia conductas de algunos miembros de esa comunidad, y enseña a actuar con una conciencia libre, al mismo tiempo que respetuosa de la condición ajena: Si mi hermana o hermano va a recibir algún daño en su relación con Dios a causa de lo que hago, debo cambiar mi manera de actuar, por respeto a su conciencia, aunque lo que yo hacía antes fuera lícito y legítimo. Eso es lo coherente con la conducta de Jesús, a quien ahora seguimos, de acuerdo con el evangelio de san Lucas. Jesús nos enseña que el respeto al día del Señor no puede impedir hacer el bien a quien lo necesita, y luego, tras pasar la noche en oración en la montaña, baja a la llanura, para elegir a los doce, sanar a muchos enfermos y hacernos oír la Palabra que nos trae la felicidad. Vivir de acuerdo con esa Palabra es lo único que nos permitirá construir una vida plena.
Entre los modelos de vida cristiana que nos presenta el santoral de esta semana, se destaca, en primer lugar, la Virgen María a quien recordamos el sábado 15, bajo la advocación de sus Dolores. Es una memoria que se quedó en esta fecha porque antes, el 14 se celebraba a la Santa Cruz, que nosotros celebramos en mayo[2]. También podemos celebrar el 12, el Santo Nombre de María (celebración fijada en 1638, para agradecer la victoria de los cristianos contra los turcos en el asedio de Viena). El jueves 13 se celebra la memoria de san Juan Crisóstomo (+407), gran orador y padre de la Iglesia, un hombre de gran sentido social y de carisma profético, pero también muy apasionado, por lo que tiene algunas expresiones muy poco felices respecto del pueblo judío. El domingo impide que el 9 podamos celebrar la memoria de san Pedro Claver, jesuita, “esclavo de los esclavos negros” en Cartagena de Indias (+1654). Pero el lunes los jesuitas podemos recordar la memoria del Bto. hermano Francisco Gárate, portero de la universidad de Deusto en España (+1929), modelo de evangelizador en una vida de servicio sencillo. Desde la carta de Santiago, que leemos el domingo, hasta san Juan Crisóstomo, pasando por san Pedro Claver y el hermano Gárate, reconocemos que oír atentamente la Palabra nos mueve a anunciarla trabajando por una sociedad más justa.
[1] Una valiosa ayuda podemos encontrar en http://iglesiadesantiago.cl/arzobispado/site/artic/20180814/asocfile/20180814103427/mes_biblia_2018_correg_4.pdf
[2] El 14 de septiembre del año 335 se dedicó la basílica de la Santa Cruz en Jerusalén.