Gabriel Roblero: “Los jesuitas debemos ser agentes de reconciliación”

En estos tiempos de transformaciones profundas en Chile, el Provincial de la Compañía de Jesús cree que parte de la misión de la comunidad ignaciana es acercar mundos y abrir caminos de diálogo. Eso es al menos lo que se desprende de los Llamados apostólicos y orientaciones 2022-2026.

En una carta al Provincial de la Compañía de Jesús en Chile, el padre general, Arturo Sosa, lo felicitó por el documento Llamados apostólicos y orientaciones para nuestra vida y misión 2022-2026. En la oportunidad, destacó el proceso como un esfuerzo serio “de escucha atenta a todo el cuerpo apostólico de la Provincia”, además de calificar el texto como aterrizado a la realidad que hoy vive la sociedad, el país y la Iglesia.

Este miércoles 9 de marzo se realizará la ceremonia de entrega oficial del documento en el edificio Pedro Arrupe, el que contará con la presencia de los delegados de áreas y jefes de obras. Por razones de aforo debido a la pandemia, el resto de la comunidad ignaciana, laicos y laicas podrá seguir este lanzamiento a través de la plataforma zoom.

En esta entrevista, a pocos días de la presentación de los Llamados apostólicos y orientaciones, le preguntamos al Provincial por la misión para los próximos cuatro años.

¿Cuánto tiempo tomó definir los Llamados apostólicos y las orientaciones?

Lo primero que hicimos fue la evaluación del Plan apostólico anterior y eso tomó aproximadamente hasta agosto del año 2020. Posteriormente, hubo un período con preguntas generales como ¿en qué estamos los jesuitas en Chile? y ¿cuáles son nuestros sueños? Eso duró aproximadamente seis meses y de ahí vinieron las reuniones para decantar y ver cuáles eran los temas realmente importantes.

 ¿Quiénes participaron en ese discernimiento?

 Primero se formó un equipo integrado por la OPSA (Araceli Gorichon y Javiera Bustamante), más dos delegados de áreas apostólicas de la Provincia y dos laicos asesores. Ese grupo fue planificando reuniones de comunidades jesuitas y también encuestas a laicos y laicas. Y hubo un encuentro súper importante el 20 de octubre de 2020   -que tuvo que ser virtual por la pandemia – al que asistieron representantes de distintas obras a lo largo de Chile.  Ese material fue sumamente importante para que después siguieran trabajando en comisiones por áreas integradas por jesuitas y laicos.

Posteriormente, las comunidades jesuitas y también los superiores fueron decantando el documento final.  Fue algo muy participativo entre laicos y jesuitas, hubo mucha representatividad.

¿Siempre se había hecho así?

En otros discernimientos se hizo reuniones con laicos, pero no un proceso como el de ahora, con más participación y evaluaciones de tantos laicos y jesuitas, con tantas conversaciones de idas y vueltas, donde se iban evaluando los distintos aportes y las posibilidades de que formaran parte de los llamados y orientaciones apostólicos. Y eso las comunidades lo han valorado mucho.

Algo súper importante y que nos ayudó en la forma en que se trabajó, fue la evaluación del Plan apostólico anterior, porque cuando se preguntó a las personas si lo conocían, solo el 50% dijo que sí. Entonces quisimos que no fuera un plan vertical, que dijera a la gente lo que tiene que hacer respecto a la misión, sino que todos sintiéramos algunos llamados y orientaciones generales que Dios nos pedía, y que fueran compartidos por todas las áreas apostólicas, que motivaran y entusiasmaran, acorde con el momento que está viviendo el país y con la situación de la Iglesia. Y que después cada área pudiese hacer sus propias planificaciones estratégicas.

 Entre los llamados esta el compartir la experiencia de la fe de Jesucristo y caminar junto a los excluidos en una misión de reconciliación y justicia. ¿Cómo dialogan los dos llamados?

Dialogan mucho, porque nuestra vocación y carisma es servir, pero para eso tenemos que conocer la realidad en la que estamos insertos. Si bien lo que nos sentimos llamados a hacer por el Señor surge de la oración y del discernimiento, también es muy importante el contacto con la realidad en que vivimos, especialmente, con los pobres y excluidos de nuestra sociedad. Entonces dado el momento que vive el país y la Iglesia, creemos más que nunca que necesitamos evangelizar. El señor está muy presente ahí, en los rostros de los pobres, en la vida de ellos, y ese contacto con ellos nos aporta mucho y nutre nuestra experiencia de fe para hablar de Cristo.

¿Qué pueden aportar al país los jesuitas en estos tiempos de transformaciones profundas?

Acercar mundos, ayudar a dialogar es central ante el clima de violencia que está viviendo nuestro país. También abrir caminos de paz y encuentro. Ese es otro punto central de nuestra misión: ser agentes de reconciliación. Ese debiera ser nuestro aporte.  Y lo otro tiene que ver con compartir la fe, acercando a la gente a las celebraciones litúrgicas.  El verbo caminar aparece como algo súper importante para nosotros, vivir lo más cerca posible de lo que viven otras personas, caminar junto a ellos y desde ese conocimiento poder hablar desde nuestra misión.

¿En qué se está pensando específicamente con cambios en las ceremonias?

En otros modos de hacer la catequesis, por ejemplo, que es algo central que el área de educación ya está considerando –en el plan estratégico de educación–.  Se busca organizar de otra forma las clases de religión, con un lenguaje que acerque a los alumnos y que sea más inclusivo. En el fondo que sea algo más compartido y participativo, más horizontal y menos vertical, tener una experiencia compartida de fe. Esto también lo queremos vivir en las comunidades de vida donde servimos, y en las Parroquias donde estamos. Queremos que sean comunidades de fieles activas en la preparación y participación de las celebraciones.

¿Cuánto de estos llamados y orientaciones pueden convertirse en propuestas para el país?

Cuando fuimos planteando estos llamados apostólicos hubo varias reflexiones críticas que pensamos podían ser un aporte al país para construir una sociedad más justa y fraterna. Por ejemplo, el Centro Fernando Vives, el Centro Manuel Larraín y lo que ha hecho el Hogar de Cristo. Cada una de estas instituciones ha aportado con sus investigaciones sobre diferentes temas -migración, pueblo mapuche, pobreza-, que contienen elementos que pueden contribuir con una mirada diferente.

Y un signo de esto ha sido una investigación sobre lo que se está viviendo en el país, que se llama “Constitución y pobreza”, que se entregó a Elisa Loncón, la Presidenta de la Convención, en ese momento.

¿Qué les diría a laicos y jesuitas sobre estos llamados y orientaciones?

Que fue un tiempo de discernimiento muy compartido y participativo. Entonces que lo que queremos hacer los jesuitas en Chile –el para qué estamos– es resultado de este diálogo colaborativo entre jesuitas y laicos/as, pero también teniendo presente al país y a la Iglesia, en este momento de la historia. La idea es que toda la comunidad ignaciana, desde las distintas áreas apostólicas–llámese colegio, parroquia, una obras social, etc. y personas  que participan en distintas comunidades comunidades–  se sientan enviados y enviadas a vivir estos llamados y orientaciones que darán forma a nuestra Planificación Apostólica de la Provincia Chilena de la Compañía de Jesús, entre los años 2022 y 2026.

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