24ª. semana del tiempo durante el año

La Palabra de Dios este domingo nos hace preguntarnos si hemos aceptado al Dios que nos presenta Jesús, como el Padre que sale a encontrar al hijo que ha delinquido y al hijo que juzga al otro. Sobre todo en estos tiempos eclesiales en que, además  de los dos hijos, nos encontramos con las víctimas que han sufrido los delitos de uno y los que, por temor o por otros intereses, no han actuado para conservar a la familia unida en la casa del Padre. Nos han faltado personas que, como Moisés, nos ayuden a todos a reconocernos pecadores como Pablo en la carta a Timoteo, y nos ayuden a imitar la misericordia del Padre respecto de quienes hayan cometido delitos y regresen arrepentidos.

Ante el pecado del pueblo y la ira de Dios, Moisés recuerda al Señor sus designios (los del Señor) de amor y de libertad en favor de ese mismo pueblo y le recuerda también a los antepasados que recibieron sus juramentos en favor de quienes fueran sus descendientes. Una historia de amor gratuito…, tan gratuito como el amor del Padre de la parábola.

A nosotros nos toca ahora recordar la historia del amor de Dios que nos ha hecho nacer en su pueblo… ese pueblo rescatado, no a través del Mar Rojo, sino por la Sangre del Hijo. Y, ante lo que Cristo ha hecho por nosotros, aprender a mirar a los demás no sólo como “esos hijos tuyos”, sino como Él nos dice: “Tu hermano… estaba perdido y lo hemos encontrado”. Y, recordando personalmente la propia historia, compartir con Pablo la convicción de que en todos y cada uno de nosotros “sobreabundó la gracia”. Desde esta convicción, con la misericordia del Señor, podremos curar las heridas sufridas e infringidas.

Durante la semana, la primera carta de Pablo a Timoteo nos mostrará uno de los modelos de Iglesia que aparecen en el Nuevo Testamento: Una iglesia que ora por las autoridades de la sociedad en que vive, “para que podamos disfrutar de paz y de tranquilidad” (recomendación que nos abre la semana de Fiestas Patrias). Una iglesia que es regida por ministros seleccionados, modelos cercanos de vida para su comunidad. Por su parte, el evangelio de san Lucas nos hace contemplar  escenas del ministerio galileo de Jesús: curaciones, la resurrección del hijo de la viuda de Naím y el perdón a la pecadora en casa de Simón el fariseo, mientras se hace realidad la profecía de Simeón: hay quienes siguen a Jesús, hombres y mujeres, pero hay quienes sólo lo juzgan y no se dejan mover por Él. Es signo de contradicción, y sus discípulos debemos estar dispuestos a encontrar una acogida semejante.

El calendario santoral también nos hace reflexionar sobre la Iglesia. Cornelio, obispo de Roma y Cipriano, obispo de Cartago, ambos mártires en los años 253 y 258 respectivamente, son testigos de una iglesia que, entre persecución y en conflictos internos, se organiza, bajo la guía del Espíritu Santo; los recordamos el lunes 16. El martes 17 recordamos a san Roberto Bellarmino (1542-1621), jesuita, cardenal y doctor de la Iglesia, cuya teología marcó a la Iglesia hasta el Concilio Vaticano II. El jueves 19 se puede recordar a San Jenaro (+304?), obispo y mártir, más conocido por la piedad popular que suscita que por datos históricos claros. El viernes 20 se recuerda a los mártires de Corea martirizados entre 1839 y 1846. Es una lista de 103 canonizados (coreanos y tres misioneros europeos) de entre más de diez mil, frutos de una iglesia que nació gracias al trabajo evangelizador de laicos, desde el siglo XVII. Se menciona especialmente a san Andrés Kim-Taegon, primer sacerdote coreano, y el laico Pablo Chong Hasan. La semana se cierra con la fiesta del apóstol san Mateo, que se celebra el sábado 21. El autor del primer evangelio,  en Chile es patrono de la diócesis de Osorno.

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